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Algo se mueve en el ambiente de guerra en el Medio Oriente

En la semana en curso ha circulado en distintos medios noticiosos información que apunta a un recrudecimiento de tensiones en la región del Medio Oriente y Asia Central, ello a partir del diferendo entre Estados Unidos y la República Islámica de Irán. Se informa de una parte que, a nivel de la Rama Ejecutiva, Estados Unidos ha considerado una propuesta, requerida por los halcones de la guerra cercanos al presidente Donald Trump, John Bolton y Mike Pompeo, a los fines de la presentación con urgencia de un plan de acción militar para la región. Su elaboración parte del examen de distintos escenarios de involucramiento militar de Estados Unidos contra la República Islámica de Irán, y suponen, entre otras cosas, la movilización hacia Iraq y otros destinos en el Medio Oriente de unas 120 mil tropas estadounidenses. Esta cantidad, se indica, es similar a la que Estados Unidos desplazó hacia el Medio Oriente previo a su invasión a Iraq bajo la presidencia de George W. Bush en el año 2003. Este desplazamiento de tropas se produciría a la par con la presencia del portaaviones USS Abraham Lincoln (CVN-72) y su grupo de combate en aguas del Golfo Pérsico. A través del Golfo Pérsico navega una gran cantidad de embarcaciones transportando 19 millones de barriles de petróleo diariamente.

A pesar de que los medios sociales recogen información a los efectos de que el presidente de Estados Unidos ha advertido a Irán que dicho país sufriría mucho “si actúa contra los intereses de Estados Unidos”; otros medios de comunicación como Prensa Latina, informan que el 14 de mayo Donald Trump habría rechazado la información sobre el desplazamiento de estos 120 mil soldados estadounidenses. De hecho, el periódico The New York Times también indica, a preguntas de un reportero, que la respuesta de Trump, tras negar el hecho fue que, de Estados Unidos decidir desplazar tal cantidad de efectivos militares, “enviaríamos muchísimas más tropas que eso.”

El periódico Times indicó que el Secretario Interino de Defensa, Patrick Shanahan, a requerimientos de John Bolton, Asesor del presidente en Seguridad Nacional, fue la persona que “presentó el plan militar actualizado con la opción del envío de tropas”. De acuerdo con este periódico, el plan surge luego de que Estados Unidos hubiera recibido información proveniente de fuentes de inteligencia que no se mencionan, que indicaban que “Irán estaba movilizando grupos de poder en Iraq y Siria para atacar a las fuerzas estadounidenses.”

De producirse un conflicto en la región, además del movimiento de tropas ya indicado, Estados Unidos también podría activar el desplazamiento desde Yokusuca, Japón, de al menos otro portaaviones y su grupo de combate perteneciente a la Séptima Flota a la zona del Golfo Pérsico, conocida también como la “Flota del Pacífico”. A su vez, Estados Unidos podría posicionar, desde aguas del Mar Mediterráneo, otros medios navales en apoyo a una movilización masiva de efectivos militares a dicha región como ocurrió para el 2003.

Previo a esta información más reciente, ya se había indicado en diferentes medios periodísticos el envío por parte de Estados Unidos de aviones B-52 a la región para destacarlos en sus bases localizadas en Qatar y los Emiratos Árabes Unidos. Estos medios aéreos cuentan con la capacidad para el despliegue de armamento nuclear. Precisamente, cerca de dichos países localizados en la península arábica, se encuentra también Baréin, país donde ubican las facilidades navales de Estados Unidos para su Quinta Flota. En un esfuerzo militar de tal magnitud, Estados Unidos también podría activar medios militares propios ubicados en Europa como parte de la OTAN, así como potencialmente involucrar la participación de algunos países de la Unión Europea en tal esfuerzo.

Otras noticias que han salido a relucir en días recientes es la decisión de Estados Unidos de ordenar la salida de Iraq de todo su personal civil no indispensable. El gobierno de Holanda también ha impartido instrucciones a personal civil ubicado en Iraq a abandonar el país. Mientras esto ocurre, el gobierno de España, ante las tensiones de Estados Unidos con la República Islámica de Irán, impartió instrucciones ordenando el regreso a aguas del Mar Mediterráneo de la fragata Méndez Núñez, la cual hasta hace muy poco tiempo navegaba hacia el Golfo Pérsico acompañando al grupo de combate del portaaviones USS Abraham Lincoln (CVN-72).

La portavoz del gobierno español Margarita Robles, en declaraciones hechas para la página electrónica de Sputnik declaró el pasado 14 de mayo que, “el compromiso de España es con la Unión Europea y con los organismos internacionales”; lo que el medio noticioso interpreta como un distanciamiento de este país europeo con relación a las “acciones unilaterales” por parte del gobierno de Estados Unidos en torno a los acuerdos negociados con Irán.

La tensión en la región se amplía también en torno al conflicto entre Arabia Saudita y Yemen. Se informa de ataques con aviones no tripulados (“drones”) cargados de explosivos, perpetrados contra oleoductos saudíes. Un grupo integrista radical islámico que actualmente sostiene la lucha contra la agresión por parte del reino de Arabia Saudita ha reclamado la autoría de los ataques. El desarrollo de la guerra contra Yemen, no obstante, se relaciona con el forcejeo por el control del Golfo de Adén, por donde también discurren millones de barriles de petróleo diariamente.

El analista militar ruso, Konstantin Sivcok, expresó el pasado 15 de mayo para el medio electrónico Sputnik, que existen tres variantes en lo que concierne al plan elaborado por los Estados Unidos para el envío de tropas a la región. La primera opción, indica, es lanzar un “ataque aéreo y de misiles de escala limitada con el objetivo de destruir las instalaciones militares de Irán.” Para ello, estima, la cantidad de 120 mil efectivos sería suficiente.

En cuanto a la segunda opción, indica, “podría ser una campaña aérea a gran escala para destruir la economía iraní al estilo yugoeslavo”, ello en referencia a lo que se conoce como la “Guerra de los Balcanes” desarrollada entre 1991 al 2001, que tuvo como resultado el desmembramiento de la antigua Yugoeslavia en cinco nuevos estados políticos, luego de más de 140 mil muertos y 4 millones de desplazados. Sin embargo, añade, “en este caso el grupo de 120,000 soldados tendría que aumentar porque ese número es suficiente sólo para iniciar este tipo de campaña”. Los principales recursos, señala el autor, “deben destinarse a la operación y protección del grupo de aviación”.

Finalmente, señala Sivcok, el tercer escenario sería “llevar a cabo una guerra a gran escala con la entrada de las fuerzas terrestres en Irán, como sucedió en la guerra de Irak”. Para esta opción, sin embargo, el analista ruso señala que la suma de 120 mil efectivos sería sencillamente insuficiente, requiriéndose al menos ocho veces esa misma cantidad de efectivos para completar semejante operación.

La orden de salida de Iraq del personal civil estadounidense se produce en momentos en que se informa que Estados Unidos estaría desplazando al Oriente Medio baterías antiaéreas Patriot para interceptar cualquier misil que se lance contra objetivos respaldados por dicho país. El gobierno de Iraq, por su parte, según se informa, ha decidido optar por la compra a la Federación Rusa de Sistemas Antiaéreos S-400. Estos sistemas han demostrado su efectividad en el contexto de la defensa del espacio aéreo de la República Árabe Siria ante las incursiones aéreas contra este país provenientes fundamentalmente de Israel y Estados Unidos. La gran interrogante es el por qué Iraq optaría por la adquisición de sistemas defensivos antiaéreos a la Federación Rusa y no por la compra de los sistemas antiaéreos Patriot a los Estados Unidos.

Esta orden de salida del personal civil estadounidense de Iraq también surge luego de que Comando Central de Estados Unidos (CENTCOM), responsable de las operaciones militares de Estados Unidos en Europa, Medio Oriente y Asia Central, ordenara a sus tropas colocarse en “un alto nivel de alerta”, ello a partir de considerar que sus fuerzas estaban expuestas a amenazas inminentes, aunque sin identificar, de parte de quién o de qué. Se indica por Sputnik que el 14 de mayo, Bill Urban, vocero del CENTCOM, denunció “amenazas creíbles y posiblemente inminentes a las fuerzas de EE UU en Irak.” Ciertamente todo apunta, de ser creíble la premisa, que alguna fuente o fuentes de inteligencia han indicado a los servicios secretos de Estados Unidos, que sobre Iraq puede desatarse alguna contingencia que conduzca a un enfrentamiento militar.

Entre Iraq y la República Islámica de Irán se produjo décadas atrás una guerra en momentos en que Saddan Hussein decidió, con el apoyo de Estados Unidos, atacar el gobierno del entonces Ayatollah Ruhollah Khomeini, líder espiritual iraní que encabezó la Revolución Islámica que derrocó al Sha Mohammad Reza Pahlevi en 1979. En Irán la guerra se denominó bajo el nombre de “Guerra Impuesta y la Santa Defensa”, la cual tuvo lugar entre el 22 de septiembre de 1980 y el 20 de agosto de 1988. Las operaciones militares se desarrollaron esencialmente a lo largo de toda la zona fronteriza entre ambos países. Fue una guerra muy cruenta. En ella se estima en decenas de miles los seres humanos que perdieron la vida, muchos a causa del uso de gases y armamento químico que fueron entregados por Estados Unidos a Iraq. Al final, la guerra llegó a un punto neutro entre los dos países, prevaleciendo en cada uno el mismo tipo de gobierno y para ambos lados de la contienda, las mismas fronteras.

Todo este entramado de posiciones e información, lejos de despreocuparnos por su lejanía geográfica, a lo que nos debe llevar es a observar con detenimiento el desarrollo de los sucesos en la región. Estos movimientos e información no son eventos aislados de lo que fue la decisión unilateral hace un año por parte del gobierno de Estados Unidos de renunciar y revertir los acuerdos negociados en el mes de julio de 2015 por el presidente Barack Obama con la República Islámica de Irán relacionados con su programa nuclear. Estos acuerdos, que fueron alcanzados gracias a la participación de la Federación Rusa, la República Popular China, y representando el interés de la Unión Europea, el Reino Unido de la Gran Bretaña y Alemania, son conocidos como Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC). Mediante el Plan se dispuso que, durante los siguientes 15 años, la República Islámica de Irán no podría acumular más de 300 kilogramos de uranio enriquecido al 3.67%; y que cualquier excedente que produjera, se enviaría a terceros países para ser almacenados, particularmente en la Federación Rusa.

Otro de los logros alcanzados mediante este acuerdo internacional fue que Irán se abstendría de desarrollar su potencial y capacidades nucleares con fines armamentistas; mientras que de parte de Estados Unidos y sus aliados, se renunciaba a muchas de las sanciones económicas impuestas contra el primero. Lo cierto es que, desde su etapa como precandidato a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump expresó su inconformidad con el tratado y desde su llegada a la presidencia, no ha cejado en su empeño por retirar a su país del mismo.

La decisión unilateral de Estados Unidos constituye no sólo un ejercicio irresponsable en sus obligaciones internacionales, sino también un desplante para sus socios europeos. De ahí el bajo perfil con el cual los países de la Unión Europea han reaccionado al presente a la decisión estadounidense; a diferencia de 2003, cuando ante el diferendo con Iraq, la Unión Europea cerró filas con George W. Bush y su interés por el derrocamiento de Saddan Hussein.

Las exigencias de parte del Reino Unido de la Gran Bretaña, la República Popular China y de la Federación Rusa a los efectos de que las partes cumplan con sus obligaciones bajo el Plan, colocan a estos tres países, que forman parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con su poder de veto, en una situación donde sería muy difícil para Estados Unidos presumir un consenso que legitime, a nombre de dicho Consejo de Seguridad, una acción armada contra Irán con el respaldo de tales países.

Un conflicto militar en la región, sin embargo, además de poner en jaque el suministro de petróleo a escala mundial; también repercutiría de inmediato en los abastos de tal recurso y el de gas natural para Europa y China y Japón. Tendría, además, como una acción de rebote, el efecto de intensificar el apetito estadounidense por las reservas de petróleo y gas natural de la República Bolivariana de Venezuela. Una globalización del conflicto involucrando a Venezuela, activaría a su vez al Comando Sur y la Cuarta Flota adscrita al mismo; como también a la Segunda Flota, localizada en Norfolk, Virginia, conocida como a Flota del Atlántico.

En el caso particular de Puerto Rico, también sufriríamos sus efectos. No olvidemos que, además del alto componente de soldados puertorriqueños dentro de las fuerzas armadas de los Estados Unidos, que como tales formarían parte de cualquier movilización de tropas, está el hecho de que desde finales del pasado año 2018, en Puerto Rico se estableció el Comando Regional del Caribe de la Reserva del Ejército de Estados Unidos. En la eventualidad de una situación que suponga la intervención militar de Estados Unidos en Venezuela o en cualquier otro lugar del Caribe, seguramente dicho Comando será parte de la planificación logística y participación, desde nuestro país, en tales escenarios.

El gobierno de la República Islámica de Irán ha advertido en más de una ocasión que no interesa involucrarse en un conflicto militar con Estados Unidos. Sin embargo, también ha indicado que defenderá hasta las últimas consecuencias, su independencia y su soberanía.

Todavía hay muchas oportunidades de que el diapasón de la guerra y el conflicto baje. Siempre será preferible una salida diplomática que evite mayores consecuencias negativas a la humanidad, donde el objetivo de los pueblos, independientemente a sus sistemas económicos, en sus relaciones políticas recíprocas, sea la paz.

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