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Chile y el inicio de la Constituyente

El inicio de la Convención Constituyente en Chile estuvo marcado por la movilización-protesta proletaria-popular y la resistencia ante la reiterada represión del gobierno neofascista de Sebastián Piñera, dos elementos que han hecho posible este acontecimiento histórico del pueblo chileno. Desde las primeras horas de la mañana comenzaron las movilizaciones que pedían la liberación incondicional de todas-todos los presos políticos y la reparación del daño a las víctimas de la violencia de Estado, que ha dejado decenas de asesinados y miles de heridos. La organización ya extendida por casi todo el país dio señales de su fuerza y pluralidad, los diversos puntos de concentración aglutinaron las voces que hoy buscan ser escuchadas en la Convención y reestructurar a su país, poniendo en principio fin a los resabios legales aún presentes en la Constitución heredada de 1980, en donde la mano dictatorial de Augusto Pinochet sigue presente.

A pesar de los diversos intentos del régimen actual por desprestigiar y desfigurar el proceso de discusión y redacción de una nueva Carta Magna, el pueblo chileno ha tomando conciencia y aprendido la histórica lección que enseñó el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, mediante el cual fue derrocado Salvador Allende e instaurada la brutal dictadura de Pinochet, que tanta sangre derramó y tanto daño hizo al impulsar la implantación de la fase neoliberal del capitalismo global y la sumisión al imperialismo estadunidense. No debe olvidarse que justamente fue en Chile donde se comenzó con la desarticulación de todos y cada unos de los derechos del pueblo, atentando contra la salud, el trabajo y la educación, entre otros. Instaurándose una serie de procesos acelerados de sobreexplotación de la riqueza natural y de la fuerza de trabajo en toda nuestra América.

Las luchas sociales y los reclamos de los trabajadores y trabajadoras del campo y la ciudad, a lo largo de todo el continente, han enfrentado los efectos de esas medidas caracterizadas también por la desarticulación de la vida comunitaria, tal y como han denunciado los pueblos originarios en resistencia, y es justamente por eso por lo que es tan importante y significativo que en la primera sesión de la Convención Constituyente haya sido elegida, con 96 de 155 votos, Elisa Loncón, mujer mapuche, para presidir dicho proceso. Los sectores conservadores-neofascistas cultivadores del racismo aún imperante han recibido una serie de duros golpes en los últimos meses, siendo la elección de Loncón, uno más, pero con el doble simbolismo por la resistencia del pueblo mapuche a la que representa y en particular por la lucha de las mujeres de nuestra América.

La presidente de la Constituyente indicó en su primera intervención que: “Esta Convención transformará a Chile en un país plurinacional, intercultural y que no atente contra las mujeres, por los derechos de la Madre Tierra y que limpie las aguas […] este es un sueño de nuestros antepasados, se hace realidad y es posible refundar Chile, establecer una nueva relación entre las naciones que conforman este país […] Nos corresponde honrar a los muertos de los 500 años, de las naciones originarias y después del Estado de Chile, las mujeres víctimas del femicidio, por quienes murieron durante la dictadura, los de las revuelta del 18 de octubre, de la ocupación militar del Walmapu, por todos los muertos de las naciones originarias, para honrar la historia de grandes luchadores sociales”. Ante esto, el pueblo chileno ha demostrado estar consciente de que, sin la movilización constante, los alcances de la Convención Constituyente pudieran reducirse significativamente debido a la presión y manipulación del actual régimen y de los sectores ultraconservadores; los constituyentes tienen ahora la misión de organizar y articular durante casi un año la nueva Constitución que dé lugar a la esperanza y a los derechos reclamados por décadas de lucha y sacrifico.

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