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El reciente acuerdo negociado entre la Republica Islamica de Iran, la Republica Popular China y la Federacion Rusa: ¿jaque a Estados Unidos y la Unión Europea?

Miguel Henrique Otero publica en El Nuevo Día (de Puerto Rico, nota del editor) el pasado 30 de agosto una columna que tituló Irán: el socio terrorista. Desde su primer párrafo, el autor deja ver su impreciso conocimiento sobre el país del cual escribe, cuando señala que desde el derrocamiento del Sha Mohammad Reza Palevi, quien gobierna el país, luego del triunfo de la Revolución Islámica encabezada por el Ayatola Ruhollah Musavi Jomeini, es una “teocracia al margen de la ley”. Pierde así de perspectiva que la instauración de un gobierno bajo la Ley Islámica no es uno “al margen de la ley”, sino precisamente, uno que se afinca o afianza en la Ley Islámica, con la cual podríamos diferir, pero no afirmar la inexistencia de un marco normativo legítimo.

Claro está, el escrito, más que establecer su denuncia en torno a lo que considera es una “teocracia al margen de la Ley”, a lo que incita al final del mismo, es desnudar su aversión y crítica al gobierno constitucional del presidente venezolano Nicolás Maduro Moros por sus intercambios comerciales y económicos con el gobierno iraní.

Mientras el autor se recrea en afirmar lo que a su juicio periférico es el llamado carácter terrorista de la República Islámica de Irán, deja de posar su mirada, posiblemente de manera motivada, en aspectos de mayor significado que al presente involucran dicho país. Nos referimos al acuerdo recientemente alcanzado por la República Islámica de Irán con sus actuales socios, la República Popular China y la Federación Rusa, el cual coloca a la defensiva todo el engranaje agresivo de Occidente, particularmente de los Estados Unidos, la Unión Europea e Israel, contra el gobierno y el Estado iraní.

La República Islámica de Irán se constituye en abril de 1979 como resultado del proceso de lucha revolucionaria que libró su pueblo contra la decadente monarquía impuesta tras un Golpe de Estado promovido por Occidente contra el gobierno establecido luego de su independencia. Su actual estructura de gobierno la conforma un Consejo de Guardianes, el máximo cuerpo político consagrado en la Constitución del país. Existe un Líder Supremo, responsable del cumplimiento de las políticas generales de la República, quien también es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y la seguridad del Estado, el cual es nombrado por un Consejo de Expertos, compuesto por 86 religiosos. El Consejo de Guardianes, también conocido como Cuerpo de Guardianes de la República, lo integran doce (12) teólogos, seis (6) nombrados por el Líder Supremo y otros seis (6) nominados por el Parlamento y nombrados por el Poder Judicial. El presidente del país es la segunda persona de mayor rango después del Líder Supremo. Todos los candidatos a la presidencia del país deben tener el visto bueno del Consejo de Guardianes previo a formalizar sus candidaturas. El parlamento, conocido como Asamblea Consultiva Islámica, lo integran 290 diputados. Toda ley aprobada por el parlamento, tiene que ser ratificada por el Consejo de Guardianes y el presidente del Tribunal Supremo y el Procurador General de Justicia lo designa el Líder Supremo.

Ciertamente se trata de un modelo ajeno y posiblemente muy distante, de lo que son nuestras instituciones. Sin embargo, independientemente a sus diferencias con los que son los modelos parlamentarios o presidenciales en Occidente, no por ello deja de ser una estructura de gobierno teocrático “dentro” y no “fuera” de la Ley Islámica.

La República Islámica de Irán es un país grande, de hecho, es el octavo a escala planetaria. Cuenta con una población que sobrepasa los 70 millones de habitantes. Tiene fronteras terrestres con Afganistán, Armenia, Azerbaiyán, Iraq, la República Islámica de Paquistán, Turquía y Turkmenistán; tiene también fronteras con el Mar Caspio, la Federación Rusa y Kazajistán; y mantiene límites marítimos en el Golfo Pérsico con al menos seis (6) monarquías pro occidentales del Medio Oriente, a saber: Kuwait, Arabia Saudita, Bahréin, los Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Omán, para un total de 16 espacios fronterizos.

Como indicamos, mientras Henrique Otero se entretiene en su columna periodística describiendo el alegado carácter terrorista de la República Islámica de Irán, se da a conocer el resultado de cuatro años de negociaciones secretas entre dicho país, la República Popular China y la Federación Rusa. Estas negociaciones han de concluir una vez ratificado el pacto con un importante tratado a veinticinco años plazo, que revolcará la geopolítica y la geoeconomía de Asia, así como también la correlación militar en una región que se extiende por Asia Central, Asia, el Golfo Pérsico y el Mar de China.

De entrada, el acuerdo negociado supone de parte de República Popular China a la República Islámica de Irán una inyección económica de más de $400,000 millones. La misma será destinada a mejorar la infraestructura iraní mediante inversión en hidrocarburos, petroquímicas y gas; desarrollo de carreteras y sistemas de líneas ferroviarias; puertos y aeropuertos; la modernización de la flota comercial y las industrias manufactureras; la compraventa de servicios; el desarrollo tecnológico y las comunicaciones, incluyendo las tecnologías de quinta generación; instalaciones militares; y el desarrollo y ampliación de la capacidad armamentista en los sistemas de defensa de Irán.

Actualmente, conforme lo dispone el Artículo 44 de la Constitución de Irán, su economía se sostiene básicamente a partir de tres sectores: las empresas propiedad del Estado, las empresas cooperativas y las empresas privadas. Aquellas empresas básicas de las cuales depende el país, son controladas por el Estado, incluyendo las que producen el petróleo y sus derivados y las empresas de gas natural. Con el desarrollo de la infraestructura propuesta, si se mantiene el cumplimiento con los términos de la Constitución, podríamos asumir que gran parte de la nueva infraestructura estaría en manos del Estado.

Otro elemento presente en el acuerdo es el uso de las monedas nacionales de los distintos Estados en el proceso de intercambio comercial. Lo anterior les aleja del dólar, a la vez que estabiliza en dicho intercambio comercial el uso de las respectivas monedas nacionales y golpea a estructuras como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que hoy se benefician de las sanciones impuestas a Irán. Así lo describe el Dr. Hussein Majdoubi en su artículo titulado Beijing y Teherán hacia el mayor acuerdo geopolítico del siglo XXI, allanando el camino para la ‘Era China’ del pasado 22 de agosto.

El acuerdo ha sorprendido a Occidente. Indica Alfredo Jalife-Rahme, en un artículo publicado en la página electrónica de Sputnik, titulado Irán y China: contra EE UU y con la bendición de Rusia, que tanto Barak Obama como Donald Trump incurrieron en errores estratégicos que terminaron promoviendo, a pesar de ellos, este acuerdo. Con relación a Obama, el autor destaca la responsabilidad por “haber arrojado a Rusia a los brazos de China”, propiciando así “una asociación estratégica cuyos alcances y envergadura son conocidos por el gran público”. En el caso de Trump, indica, “azuzado por su gran aliado el primer ministro israelí”, haber roto el acuerdo negociado bajo la Administración Obama y el denominado “5P+1” (los cinco integrantes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania), para regular el uso con fines civiles del desarrollo nuclear de Irán; a lo que se suma, haber ordenado el asesinato del principal jefe militar de la Guardia Republicana de Irán, el general Soleimani y su acompañante iraquí, Abu Mahdi al Mohandes. Con este acuerdo, indica el autor, Irán accede al país con mayor desarrollo en armas hipersónicas, la Federación Rusa y la mayor economía del mundo, la República Popular China.

Dentro del acuerdo próximo a ser ratificado, la integración de estos tres países crea un mercado de alrededor de 1,500 millones de habitantes; 29 millones de kilómetros cuadrados; representativo del 22% del PIB mundial. Vinculando a Irán a lo que China impulsa como la “Ruta de la Seda”, quedarían entrelazados, además, otros países con alta población como es el caso de la República Islámica de Paquistán; y otros países que, desde la región de Asia Central, a través Iraq, Siria y Turquía, tendrían acceso a Europa. En fin, el acuerdo le permite a China acceder a las fronteras de no menos de 30 países.

Se indica también que el pacto alcanzado incluye concesiones de parte de Irán para el establecimiento en su suelo de al menos dos puertos a los cuales tendría acceso la armada china, incluyendo la ubicación de personal militar chino en dicho país. Si como muestra un botón basta para observar el avance en el intercambio militar entre estos tres países, tan sólo hay que examinar los recientes ejercicios navales conjuntos entre la Federación Rusa e Irán, donde además, participó un destructor portador de misiles de la República Popular China.

Una mayor presencia, o una presencia permanente de las fuerzas armadas de la República Popular China y de la Federación Rusa en suelo iraní; unido a la capacidad militar que ha desarrollado Irán a partir de sus esfuerzos propios sin depender de Occidente, es un disuasivo adicional a un posible ataque estadounidense en forma unilateral o en conjunto con las fuerzas de la OTAN e Israel sobre territorio iraní. La presencia militar, naval y aérea de Rusia y China en Irán, les proveería, además a estos países, un mayor acceso a la región de Golfo Pérsico y el Estrecho de Ormuz, por donde transita gran parte del petróleo que va a Occidente, como también una aproximación mayor a la Península Arábica, donde se encuentra localizada la sede de la Flota estadounidense en esta región.

Otro artículo, publicado en la página electrónica de Asia Times el pasado 20 de julio de 2020, titulado China-Iran pact won’t be trouble-free for either side, bajo la firma de Yun Sun, indicaba que el deterioro de las relaciones entre Beijing y Washington en los años recientes, han llevado a China a tratar de forjar lazos con lo que llama “socios no deseables”, donde han terminado siendo “fuerzas amigas” para China, la Federación Rusa y la República Islámica de Irán. Señala la importancia que reviste Irán como poder con influencia regional y ambiciones en el Medio Oriente, indicando que estas despiertan en el plano estratégico el interés de China en dicho país.

Se indica que este acuerdo constituye “una amenaza directa a la hegemonía occidental” que pudiera estimular a otros Estados a hacer algo similar. Así ya lo percibía el Instituto Humanitas Unisinos, en una publicación titulada Rusia-China-Irán: una alianza destinada a romper hegemonías, que fuera publicada el pasado 2 de septiembre de 2016, cuando entonces hacía referencia a la visita del Canciller iraní a seis países de América Latina. Señala también el escrito que China, con sus acercamientos a otros países, también persigue “descomprimir el foco de tensiones que se vive en el Mar Meridional de China”, particularmente con sus vecinos Japón, Corea del Sur y Australia.

El reciente acuerdo le provee a Irán una especie de salvavidas económico en circunstancias en las cuales este país sufre los rigores de las sanciones impuestas al amparo de las gestiones impulsadas por Estados Unidos y la Unión Europea sobre su deteriorada economía. Bajo el reciente acuerdo, China tendría amplios descuentos en el precio de los hidrocarburos de Irán; a la vez que Irán, se beneficiaría con la construcción de la nueva infraestructura necesaria para la modernización del país, la cual como indicamos, no le es posible desarrollar temporalmente producto de los efectos de las sanciones económicas y del bloqueo impuesto.

La inversión que haría China en Irán abarcaría cerca de un centenar de proyectos estratégicos, que incluyen también suministrar a este último armamento moderno para garantizar una mayor seguridad para el futuro del país.

Ciertamente, estos acuerdos han de ser ratificados antes de entrar en vigor. A la reacción de Estados Unidos y la Unión Europea se suman algunas voces de oposición en la República Islámica de Irán preocupadas por las concesiones militares que este tratado supone en el marco de la soberanía de Irán. Sin embargo, más allá de tales voces, lo cierto es que las decisiones a tomar por parte de Irán han de darse a partir de las necesidades que tiene el país para su desarrollo, su defensa y su necesaria modernización en cuanto a infraestructura y comunicaciones. Ese y no otro será el eje en torno a cual se desarrollen los debates futuros sobre este histórico acuerdo creando el eje económico-político-militar de Beijing-Teherán-Moscú.

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