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Guía para informarse sobre África

Hoy en día, es un reto descomunal estar bien informado, no solo sobre África, sino sobre todo el mundo, sobre nuestro propio entorno, sobre los acontecimientos y hechos globales y locales. Lo peor de esta situación es que una gran mayoría de la sociedad actual no tiene ninguna posibilidad de estar bien informada. Esta imposibilidad viene dada por varios factores, unos externos y otros internos a cada persona.

El primero y fundamental de los externos es el que se puede ilustrar con el viejo chiste: “¿cómo esconder un elefante en la Gran Vía? Respuesta: Metiendo un millón de elefantes más». Así se esconde el elefante que es la información veraz y de calidad, la(s) fuente(s) de información fiable(s), metiendo un millón de elefantes más, un millón de fuentes más.

Todo se complica con los factores internos. El número uno de los mismos es la disonancia cognitiva que sufrimos con respecto a la cultura liberal hegemónica (inunda la escuela, las homilías, la universidad, el entretenimiento, la cultura, la literatura, la tele, los periódicos y la radio, las tertulias y discursos de cuñados y expertos a la par, las sentencias judiciales, las leyes y mucho más) esa hegemonía cultural que nos hace creer que no hay mejor alternativa que el sistema en que vivimos.

El número dos es la falta de herramientas cognitivas o intelectuales para diferenciar al elefante que queremos ver del otro millón de elefantes que no nos dejan ver al que nos interesa, como la falta de mente crítica y de capacidad de discernimiento. No tenemos estas herramientas ni a nivel personal ni colectivo, todo lo contrario, estamos preparados para pensar -o creer que pensamos- que tener ante la vista 1.000.001 elefantes es positivo, que de hecho es mejor 1.000.001 que 1, y que da igual un elefante que otro, todos son iguales, sin cuestionarnos ¿entonces por qué se ha hecho el esfuerzo de meter un millón de elefantes? ¿Qué intereses hay detrás de este esfuerzo de ocultar el primer elefante? y ¿de quién son los intereses que hay detrás del esfuerzo de meter un millón de elefantes y hacernos creer que todos son iguales? Si son todos iguales ¿por qué meter un millón extra?

Sin duda, la disonancia cognitiva y la falta de mente crítica y de capacidad de discernimiento de la mayoría de los miembros de la sociedad son más peligrosas que el millón de elefantes extra en la gran vía de la información de calidad. Muchos teóricos a lo largo de la historia ya han estudiado el hecho de que se domina mejor a la gente por la manipulación de sus mentes que por la violencia. No vamos a abundar en ello. Llegados a este punto, los que acusan de conspira-paranoicos a quienes insistimos sobre esto, pueden no seguir leyendo, blandiendo su “¡¿Pero quién?! ¿Quién quiere dominar la mente del mundo entero?» Porque no creen que exista una oscura élite malévola de ricos riquísimos malvados que planifica y se beneficia del MAL en el mundo. No estamos narrando un comic. Esos no son los términos. La cuestión una falacia de incredulidad personal, pero eso es otro tema que nos alargaría y desviaría demasiado.

Los profesionales de la información

Para complicar más las cosas, vamos a añadir otro factor que tiene que ver con los profesionales de la información: dado que son miembros de esta sociedad, se han educado e informado en las mismas fuentes que el resto de los mortales, tienen la misma disonancia y la misma falta de mente crítica que el resto de la sociedad. No están preparados más que para reforzar la hegemonía cultural, no para cuestionarla, o diferenciar el elefante / información de calidad, del resto del millón de elefantes. De hecho, ellos mismos son el millón y un elefantes de la gran vía de la información, a veces conscientes, muchas veces inconscientes. De esta pertenencia a la misma sociedad sin capacidad crítica vienen “criterios periodísticos” como ese chirriante “hay que dar voz a todas las partes en un conflicto”, o la famosa equidistancia.

A partir de aquí vamos a obviar la profesionalidaden este mundo cuyo desarrollo tecnológico puede convertir a cualquiera en fuente de información, o uno de los un millón y un elefantes que para la sociedad son iguales, y hablaremos de informadores y/o comunicadores. Éstos han llegado a un nivel casi demente de mimetización de narrativas de efecto espejo. Esto es: acusar al de enfrente de cometer un error/mala praxis que uno mismo comete. Error cuando es por desconocimiento; mala praxis cuando es por mala intención. Así vemos a diario a informadores y/o comunicadores acusándose unos a otros de mentir, rasgándose la camisa y gritando “¡fake news!” cuando su mera discusión podría considerarse en alto porcentaje fake, pero fake periodismo; vemos a ignorantes acusando de ignorantes a los de enfrente; vemos a fascistas acusando de fascistas a los de enfrente; vemos a charlatanes acusando de charlatanes a los de enfrente; vemos a violentos acusando de violentos a los de enfrente; vemos a antidemócratas acusando de antidemócratas a los de enfrente… y la sociedad ahí, arrastrada a esa vorágine, atendiéndoles a todos ellos para “informarse”, jaleando y echando espuma por la boca, totalmente desinformada, hasta más allá de los confines de la más mínima posibilidad de recuperación de su razón o humanidad.

Los medios corporativos y los alternativos

No vamos a entrar en la archiconocida concentración de medios en pocas manos. Actualmente, todos los medios en España pertenecen a dos grupos. Todos los medios del mundo pertenecen a seis grupos (que a su vez dominan a los dos españoles). Hay más medios que nunca, pero menos propietarios que nunca. Aquí lo que nos interesa es ¿quién reparte el carnet de respetable o no respetable? y ¿Quién reparte el carnet de corporativo o alternativo? La mente crítica mira más allá del carnet en la solapa de cada medio.

El periodista y crítico televisivo John Corry define ese marco moral e intelectual infranqueable, dentro del cual todos los medios y periodistas deben moverse si quieren tener prestigio y/o influencia, como la “CULTURA”. Dentro de ese marco/CULTURA, las noticias, dice Corry, son pura ficción. Pues bien, dentro de esa cultura están la inmensa mayoría de medios, al menos los de fácil acceso para la sociedad sin las herramientas de que hablamos.

Los corporativos o mainstream, los principales, los grandes, los ubicuos de toda la vida, estos que durante tantos años han gozado de un respeto sacrosanto son todos, sin excepción, malas fuentes de información. Fiabilidad, cero. Su objetivo o preocupación final no es que la gente esté informada, por el bien de la humanidad. Se dice que venden público a los anunciantes, que a su vez les mantienen. Pero es que además, no informan, sino que venden noticias que si no tienen un buen lustre, mejor no sacarlas a la venta, como las naranjas. Su credo podría ser “No defiendas lo indefendible, habla de lo que todos hablan, sé crítico pero sin pasarte, sé políticamente correcto, ataca solo a los que está de moda atacar, equidistancia y todo irá bien». Entre ellos no se llevan la contraria en lo esencial, su agenda está marcada desde arriba y es la misma, aunque abastecen a la perfección de la necesaria “ilusión de variedad” que tiene el público. Pero la información y análisis de lo que de verdad es bueno para la humanidad, no aparece en ninguno de ellos. Y no hablamos de las visiones buenitas de la realidad, sino de las visiones realistas de la realidad.

Los que se llaman alternativos ¿qué tienen que les haga fiables? Si algún medio se declara alternativo sólo porque no recibe dinero ni del gobierno ni de la corporatocracia no inspira confianza, de entrada, por tamaña ingenuidad. Su credo de “Aquí nadie cobra por este trabajo”, no es suficiente para creer que hacen un buen trabajo. El hecho de que en muchos de ellos cualquiera pueda colaborar, hace dudar ¿no hay un criterio? Así, podemos encontrar portales de información alternativa que ofrecen una información -o análisis- muy elaborada, documentada y argumentada, al lado de otra que es todo lo contrario, bajo el mismo cartel luminoso para atraer público. Y así, encontramos una miríada de fuentes de información que expiden todo tipo de posturas infundadas ante cualquier acontecimiento, desinformación descarada, manipulación, sandeces y maldades sin fin, sin argumentos, ni cultura -ni preocupación por ella-, sin contrastar nada, sin documentos, sin nada más que veneno o miel, depende de los gustos de quien lo lea.

Es muy fácil creer lo que nos gusta sin cuestionar, pero frente a la información, la recomendación es buscar las fuentes, los argumentos, las pruebas histórico científicas, perseguir el discernimiento de la verdad sobre la mentira siempre que sea posible, aunque duela la disonancia cognitiva o el desmantelamiento de las propias convicciones, que muchas veces son solo prejuicios.

África

Y con África, peor. Todos estos problemas de comunicación e información, al tratar con el continente africano, se multiplican.

Para aproximarnos a África de un modo igualitario, lo primero que tenemos que hacer es desaprender la historia e imagen “oficial” del continente y sus pueblos. El sistema educativo oficial nos ha enseñado que África es inferior, incapaz e inerte, esa parte del mundo por la que hay que sentir pena y a la que buenas almas caritativas siempre están ayudando, sin obtener resultados. Los africanos necesitan que les enseñemos a vivir, respetarse, desarrollarse, ¡hasta a quererse!… nosotros, los platónicos locos por la razón ante todo… Esta imagen generalizada es perpetuada por los medios de comunicación, que solo transmiten una imagen de África a través de los ojos de blancos salvadores (ONG, misioneros, trabajadores humanitarios, etc). Es tan eurocéntrico culpabilizar a las víctimas del sistema imperante… Hay que desechar de la mente todo esto sin dejar resquicio. Pero, si se quiere desaprender, desmantelar prejuicios negativos, hay que hacer un esfuerzo consciente para ello, no nos va a caer del cielo. Hemos de luchar contra esta mirada de superioridad -a veces malvada, a veces buenista— y dejemos de confundir occidentalización con desarrollo o civilización, en serio, no hay nada más lejano a la realidad.

Lo primero que hay que tener en cuenta para informarse sobre África es acudir a los propios africanos. A estas alturas ya es obvio que no se trata tanto de dónde informarnos sobre África, sino de cómo hacerlo. El 85% de los informadores y/o comunicadores africanos se abastecen ellos mismos de las grandes agencias corporativas occidentales, concretamente en Associated Press y Reuters, según el profesor Eric Chinje. No podemos exigir a los informadores y/o comunicadores africanos lo que no somos capaces de lograr nosotros mismos, una información de calidad, veraz e independiente.

Las herramientas que podemos utilizar para informarnos sobre África son las mismas que para informarnos sobre nuestro entorno: La mirada crítica, el sentido común, combatir los sesgos y prejuicios propios, buscar el fundamento de lo que se dice, los argumentos, todo lo que nos permita una aproximación a discernir la verdad de la mentira, lo banal de lo importante.

Dicho esto y después de muchos años de estudio, observación y relación con África, hemos osado elaborar este listado, con mil disculpas de antemano porque seguro que faltan muchas fuentes y algunas de las que están no son tan buenas como nos pareció cuando las incluimos aquí. Son blogs, medios, nombres propios, grupos, africanos y no africanos… cuya visión sobre el continente nos inspira confianza. Habrá millones más, pero este es un buen principio.

A su disposición:

Personas:

  • Firoze Manji

  • Issa Shivji

  • Horace Campbell

  • Jean Pierre Mbelu

  • Charles Onana

  • Benedicte BK Kumbi

  • Patrick Mbeko

  • Yash Tandon

  • Musavuli Boniface

  • Kalundi Serumaga

  • Henry Makori

  • Theogene Rudasingwa

Personas no africanas:

  • Arundathy Roy

  • Vijay Prashad

  • Marimba Ani

  • Cynthia McKinney

  • Judi Rever

  • Ann Garrison

  • Pierre Pean

  • Jonh Pilger

  • Nick Turse

  • Sam Husseini

  • Hugo Turner

  • Juan Carrero Saralegui

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