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Mafias

Son mafias. No otra cosa. Exactamente así, con esa contundencia, es cómo deben ser calificadas. Están por todas partes actuando e interactuando. Infinidad de ellas. A la luz y a la sombra. Y aunque cada una por su parte es una pieza con atribuciones específicas, la estructuración de todas ellas en conjunto como maquinaria general contra los pueblos, es lo que caracteriza su naturaleza.

Pues estas mafias a las que me refiero, a diferencia de las que pudiéramos denominar clásicas, tan bien descritas por novelistas como Mario Puzo, no son autosuficientes ni contenidas en sí mismas, sino que se relacionan unas con otras en una compleja red que alcanza hasta donde llega el poder de los estados controlados por las corporaciones.

Las hay de todo tipo. Es imposible evidenciarlas y nombrarlas a todas. Las más connotadas, por supuesto, son las financieras, las diplomáticas, las mediáticas, las de la industria de la guerra y sus derivados, las del entretenimiento y el espectáculo, las judiciales en sus distintas versiones y escalas, las parlamentarias con todo lo que su alrededor respira, las directamente políticas en el sentido más pragmático del término, las instituciones religiosas que trafican con la espiritualidad para sus negocios en este mundo.

También las químicas y farmacéuticas, las de la energía, las de la industria del cultivo y de la alimentación, y por ahí nos vamos yendo, las culturales para las que todo es mercancía, las informáticas hermanadas con las de inteligencia y, por supuesto, las mafias de las ONG incluyendo, desgraciadamente, a aquellas que comercian con temas tan importantes y sensibles como los derechos humanos o la conservación de la naturaleza.

Es así. Uno lo ve todos los días, si afina la mirada. Las distingue y trata de ubicarlas y entenderlas.

No hay manera alguna de pensar en organismos como la Interpol, la DEA, el FMI, por ejemplo, sin asociarlos a intereses mafiosos y manipulaciones imperiales. Y es porque sus acciones están ahí, casi a la vista, cada día que pasa con más descaro y menos vergüenza.

Nada que tenga que ver con el respeto a la letra y al espíritu de la legalidad internacional. Y mucho menos con un elemental sentido de ética política.

Son mafias, espantosas mafias, desalmadas mafias, que habrá que combatir y derrotar con sabiduría y constancia en cada uno de los escenarios posibles. Nadie ha dicho que la emancipación humana es tarea fácil.

(Publicado en Correo del Orinoco, el 2 de septiembre de 2021)

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