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Un paso al Frente Antimperialista

“No
No aceptes lo habitual como cosa natural.
Porque en tiempos de desorden,
De confusión organizada,
De humanidad deshumanizada,
Nada debe parecer natural.
Nada debe parecer imposible de cambiar” (Bertol Brecht).

¿Cómo se hace una revolución? ¿Y una revolución socialista? No hay recetas, ni manuales, ni catecismos. No puede haberlos cuando se trata de cambiar “todo lo que debe ser cambiado” –que diría Fidel Castro-. Y lo que debe ser cambiado en cada momento histórico adopta formas específicas aunque la lógica que lo genera sea la misma. Hay importantes escritos y guías políticas de nuestros clásicos marxistas sin las cuales no podríamos orientarnos, ni podríamos avanzar pues estaríamos continuamente comenzando el camino, o tirando al niño con el agua sucia. Los clásicos empezando por K. Marx, J. Martí, V. Lenin, R. Luxemburgo y terminando con T. Eagleton –este último marxista todavía vivo-, han abordado el antiimperialismo y la construcción de poder popular como elementos clave de los procesos revolucionarios. Cada uno de ellos ha caracterizado el imperialismo como la expansión necesaria del capitalismo más allá de las fronteras nacionales; y el poder popular como acumulación de fuerzas necesaria para derrotar al Capital.

Ciertamente es una constatación histórica que las revoluciones socialistas triunfantes y los procesos revolucionarios inacabados, en la medida en que se han planteado derrotar al capitalismo –no sólo en tanto que modo de producción sino como generador de una forma de vida- se han visto abocados a la lucha antiimperialista. Esto ha sido así por varias razones, una de ellas, que en el momento en que las clases trabajadoras se constituyen como sujetos revolucionarios ya se ha producido una importante internacionalización del capital. Por otro lado, en la propia génesis del socialismo como teoría política y como práctica revolucionaria está implícita la hermandad de los pueblos, lo que obliga a la constitución de Frentes internacionalistas que despliegan su acción allá donde, en cada coyuntura, se recrudece la lucha. Sin duda, dos de los legados más importantes de la Revolución Rusa fueron el antiimperialismo y el internacionalismo.

Históricamente ha habido distintos tipos de Frentes. Los llamados Frentes Populares que se constituyeron en forma de alianzas de clases y coaliciones de partidos, compuestos fundamentalmente por partidos obreros pero también por partidos burgueses, con el objetivo de llegar a tomar el gobierno. Se trató pues de pactos electorales, como el del Frente Popular en España firmado en enero de 1936 (Izquierda republicana, PSOE, PCE, POUM y Esquerra republicana de Cataluña). También el Frente Popular de Francia creado en 1935 con partidos de izquierda (La sección Francesa de la Internacional Obrera, el Partido Radical, el Partido Comunista Francés) y al que se sumaron movimientos de intelectuales como la Liga de los Derechos del Hombre, el Movimiento contra la Guerra y el Fascismo y el Comité de Vigilancia de los Intelectuales antifascistas.

Como el propio término “Frente” indica había que construir una barrera inexpugnable para que “no pasara” el fascismo. Se trataba de aglutinar fuerzas en torno a un proyecto político de confluencia en un momento de emergencia. Y la emergencia venía de la amenaza que los fascismos suponían para el sistema político y jurídico que resultó de las revoluciones burguesas y, claro está, también para el movimiento obrero. Aún, el rostro imperialista de las democracias occidentales y el vínculo liberalismo-fascismo no resultaba evidente. El imperialismo era uno de los componentes asociados a los fascismos y para la mayoría de los partidos de izquierdas, especialmente la socialdemocracia, no se planteaban la inviabilidad de la democracia en un sistema capitalista.

Los Frentes populares no tuvieron éxito en frenar el ascenso de los fascismos en Europa, desde mi punto de vista, por su carácter coyuntural de alianzas electorales, y por no vincular el ascenso de los fascismos con la lógica de acumulación capitalista; los fascismos eran algo distinto y antagónico al orden burgués. De igual modo, fracasaron en la contención de la fuerza bélica que desplegó el Capital internacional para acabar con proyectos populares al interior de los Estados nacionales europeos. Sin embargo, los Frentes populares o Movimientos de liberación nacional que se conformaron tras la Segunda Guerra Mundial para liderar los procesos de descolonización y liberación nacional consiguieron su objetivo (Argelia, Vietnam, Angola, Mozambique…) Una vez conseguida la independencia nacional estos Movimientos y Frentes se vieron abocados a confrontarse con la coalición internacional que había surgido de la II Guerra Mundial liderada ahora por la potencia emergente: Estados Unidos.

Sartre decía del colonialismo que era “un sistema” y que no había colonos buenos y colonos malos. Una vez desmantelado este sistema colonial europeo –no totalmente pero sí en parte-; Inglaterra y Francia se integraban como socios privilegiados del imperialismo estadounidense cuya supremacía militar le colocaba a la cabeza en la apropiación de materias primas y de mercados.

Si tuviéramos que describir a grandes rasgos la situación actual del mundo en términos económicos y políticos, podríamos decir, como plantean autores como Harvey, que el capitalismo contemporáneo ha entrado en un nuevo ciclo de acumulación por desposesión; y que para hacer posible este expolio, hacia el interior y hacia el exterior de los Estados nación, el fascismo se contempla como una salida inevitable para mantener el control y prevenir cualquier forma de resistencia. Cuando hablo del fascismo no me refiero a los partidos de ultraderecha con sus programas xenófobos, racistas y nacionalistas; hablo de las políticas públicas excluyentes, del endurecimiento de los códigos penales para aplastar toda forma de resistencia, del cierre de fronteras, de la precarización y flexibilización que someten a masas ingentes de trabajadores a vivir por debajo del nivel de la pobreza; y fuera de las fronteras europeas y estadounidenses, nos encontramos el desmantelamiento del Derecho Internacional y sus instituciones como Naciones Unidas, a la impunidad generalizada de las empresas depredadoras y contaminantes, de los mercenarios, los ejércitos interpuestos, los estados neocoloniales, etc.

Hoy, como entonces, la burguesía no le hace ascos a perder libertades y derechos si a cambio puede garantizar la acumulación económica. El imperialismo adquiere formas más diversificadas y el fascismo se camufla mejor en sociedades cada vez más fragmentadas y atemorizadas, atrapadas en la rueda del consumismo y el hiperindividualismo.

La política exterior europea hacia Oriente y hacia América latina no es más que la continuación de la política imperial que desde la II Guerra mundial está hegemonizada por Estados unidos. Se trata de una guerra de recolonización en la que existen intereses particulares, por ejemplo de Francia en África, o de España en América Latina, y reparto de papeles, unas veces interviene la OTAN, otras la coalición internacional occidental, pero en la que no existen contradicciones. La nueva fase de expansión y acumulación de capital a escala planetaria se hace mediante la guerra, llevando la guerra a aquellos lugares del planeta donde corren peligro los intereses económicos (el petróleo, el dólar, las corporaciones financieras, las comunicaciones…) o donde se encuentran resistencias de gobiernos y pueblos que defienden su soberanía.

En este contexto cabe plantearse la importancia de construir nuevos espacios de confluencia o Frentes en los que las experiencias pasadas nos sirvan de guía. Un Frente que esté a la altura de los retos actuales no puede ser una alianza coyuntural en un momento de debilidad de la izquierda. El Frente que es necesario para cambiar todo lo que debe ser cambiado ha de ser un Frente antiimperialista porque el corazón del capitalismo es imperialista y ha de ser internacionalista porque sólo siendo capaces de luchar por otros se es capaz de luchar por uno mismo; porque como dijera Fidel “revolución es humanidad”.

Sin embargo, un Frente antiimperialista en estos momentos no puede incluir a sectores socialdemócratas, a oportunistas, a reformistas…. Porque tal y como pasó con la Tercera internacional, en situaciones de guerra no caben oportunismos, ni medias tintas, ni suspender temporalmente los principios revolucionarios en vistas a acumular más fuerza para derrocar a gobiernos. Un Frente antiimperialista es una apuesta por la radicalización del pensamiento y la acción. Y hay que entender la radicalización en su sentido clásico de ir a las raíces, de buscar la claridad en los objetivos y los medios, el rigor en el diagnóstico, el anclaje en la realidad del presente y en su historia y, por supuesto, en el ejercicio de la acción colectiva.

Los Frentes populares y los Frentes antiimperialistas confluyen en su carácter antifascista pero localizan bien como enemigo común al Capitalismo y como proyecto futuro el Socialismo.

La primera tarea de un Frente, en tanto que herramienta de construcción de poder popular es hacer comprensible el mundo: Establecer las relaciones causales, las conexiones que nos permiten ver el lugar que ocupamos en la globalidad de un mundo complejo, entender nuestra implicación y asumir el compromiso del momento histórico que nos ha tocado vivir. Hoy, lo mismo que desde la intelectualidad, desde el arte y la cultura, o desde el mundo de la política institucional, se es incapaz de reconocer el rostro del fascismo tampoco se reconoce el alcance de la Guerra Mundo en la que estamos. De ahí, que la práctica de un Frente asuma el desvelamiento de lo que se nos oculta.

El internacionalismo es el alma de un Frente antiimperialista. Ha sido y sigue siendo la bandera de gobiernos revolucionarios como el cubano. Si tuviéramos que definirlo diríamos que consiste en conectar las islas del archipiélago en el que vivimos. No vivimos en continentes sino en islas que hay que articular y conectar, dicho de otra forma: llenar de revoluciones. La lucha antiimperialista e internacionalista es el camino más directo hacia la revolución porque es el camino para conectar las resistencias estableciendo prioridades y logrando la unidad de acción.

Deliner Berg el último superviviente de la Brigada Lincoln explicaba sus razones para ir a la guerra de España, entre ellas, decía que “Sentía que había un nosotros en todo el mundo; y yo soy parte de nosotros. Empecé a sentir que lo que estaba pasando allí [en España] me concernía”. En España lucharon casi 60.000 voluntarios de más de 50 países, hubo 15.000 fallecidos.

“Si hay hombres que contienen un alma sin fronteras
una esparcida frente de mundiales cabellos
cubierta de horizontes, barcos y cordilleras
con arena y con nieve, tú eres uno de aquellos.
(Miguel Hernández, “a los brigadistas “la voz del combatiente”)

El 2 de diciembre del 2017 se creó en el Estado español el Frente antiimperialista e internacionalista. Organizaciones y movimientos de solidaridad con Cuba, con Venezuela, con Palestina, con el Donbas, con Corea del Norte … Personas y partidos comunistas, internacionalistas, antiimperialistas, conscientes de vivir en un mundo en guerra permanente pero también conscientes de las múltiples formas de resistencia que es necesario conectar y alimentar; también conscientes de la pérdida de credibilidad de muchas organizaciones políticas clásicas, nos planteamos empezar un poco más atrás de lo que empezaron los Frentes antiimperialistas anteriores, empezar creando espacios de confianza, de pensamiento y prácticas conjuntas. Hay que construir formas organizativas nuevas, más flexibles y autónomas pero fuertemente cohesionadas ideológicamente.

Los objetivos de partida son ambiciosos pero también realistas: superar la fragmentación en busca de la unidad antiimperialista más amplia posible, convertirse en un punto de referencia que en momentos coyunturales clave como las agresiones imperialistas en Oriente o hacia América Latina, trazar con claridad las respuestas al imperialismo…. Para todo esto es necesario hacer visible la Guerra, las causas, sus consecuencias y la implicación de nuestros gobiernos.

Un Frente Antiimperialista e internacionalista significa desarrollar una estrategia compartida que nos lleve a unir nuestras luchas parciales haciéndonos capaces de enfrentar al monstruo imperialista. Se trata también de hacer confluir las resistencias entendiendo que luchar contra el imperialismo es a su vez luchar por el socialismo.


Texto originalmente publicado en la revista “Propuesta Comunista”, Revista política del PCPE, nº 75, 2018-1

1 Comment

  1. Excelente. Os quiero

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