A vueltas con la comuna. Farruco Sesto
Quiero insistir hoy en la cuestión de la comuna, para referirme a un tema que me motiva (o tal vez me preocupa) especialmente. Me refiero al de la comuna en condición urbana.
Creo que, a ese tema en particular, hay que dedicarle mucha reflexión teórica para, al mismo tiempo, irla enriqueciendo a través del análisis de las experiencias concretas que deben promoverse con intensidad en toda Venezuela.
¿Por qué lo digo? Porque, en este caso al que me refiero, el de la formación de la comuna en las áreas “formales” de la ciudades medianas o grandes, obligatoriamente partimos de una complejidad inicial que viene dada por sus desconexiones estructurales en lo social.
Dicha complejidad no es la misma que la que podemos encontrar en los pequeños pueblos de economía campesina, pescadora, minera, o, digamos, en situación rural, donde, por su afinidad productiva y cultural en términos generales, y también por su escala territorial, nos resulta mucho más fácil imaginar la creación de una comuna y, con toda seguridad, bastante más fácil de organizar y poner en marcha.
Es lo mismo que en los barrios o en las urbanizaciones populares, (léase San Agustín del Sur, por ejemplo, o 23 de enero, en Caracas) donde afinidades previas que se constituyen como identidad colectiva, seguramente van a facilitar, como en los pequeños pueblos y comunidades rurales, la formación de la comuna.
Éste es, en definitiva, un asunto relacionado con la naturaleza de las relaciones humanas preexistentes que, según como estén establecidas, van a facilitar, o no, la creación de la comuna.
Porque en la ciudad formal, la del capital, la que es producto de reglamentaciones y desarrollos condicionados por el negocio inmobiliario, y que se basan en una concepción del hábitat que prescinde de la expresión comunitaria ¿Qué tipo de vínculos hay entre sus habitantes que se pudieran aprovechar para la constitución de la comuna? En realidad, ninguno. He ahí el nudo de la dificultad: la desvinculación de los habitantes entre sí, la desagregación espiritual tan profunda entre ellos, que pareciera que no fueran partícipes de un proyecto de vida en común, tal como debe serlo toda ciudad digna de ese nombre.
He ahí el problema que se va a presentar en cada caso donde se plantee la creación de una comuna en situación urbana. Por eso digo que se necesita mucho pensamiento para ir desenvolviendo las claves de la solución. ¿En qué consisten esas claves? Confieso que no lo tengo claro. Lo que si tengo claro es que se necesita un replanteamiento total y absoluto de las relaciones humanas. Tal vez habrá que hacerlo con más transformación revolucionaria. ¿Pues no es ese, al fin y al cabo, el objetivo principal de toda revolución.
(Publicado en Correo del Orinoco, el 18 de agosto de 2022)