Ahogarse en miel
Lenin, en su «El Estado y la revolución», ya nos dio una lección impagable: advertía que la clase dominante, y sus representantes mediáticos, académicos y políticos, practican el arte de distorsionar a los revolucionarios y a las grandes ideas revolucionarias -«sometidas a persecuciones y acogida su doctrina con la rabia más salvaje»- y después de la muerte de quienes eran combatidos «se les convierte en iconos inofensivos (…) rodeando sus nombres de cierta aureola de gloria para consolar y engañar a las clases oprimidas».
El ejemplo del Ché es evidente. Y dentro de los movimientos de liberación de podrían poder decenas de ejemplos, siendo hoy el más notable el de los kurdos, o las kurdas, por ejemplo, con todo su rollete de autogestión cuando son simples peones geopolíticos de EEUU sin que esto permee, curiosamente, ni un ápice de su aureola «revolucionaria». O del BLM.
El capital ha invertido dinero, tiempo y esfuerzo en esta campaña. Han sido años de trabajo, de financiación de organizaciones, de asunción de un discurso clásico de la izquierda que ha sido vaciado de todo contenido (solidaridad, compromiso, compañerismo, igualdad…) que ha vaciado a la misma izquierda de sus pretensiones y aspiraciones hasta hacerse otro apéndice más de la burguesía.
Nosotros mismos asumimos alegremente todo esto. Somos como la abeja que se ahoga en miel.
Algo de eso es lo que pasa en Cuba. Desde hace tiempo ya no se acompaña eso de que toda difusión de conciencia tiene que ir acompañada de la acción. Ha tenido que producirse un estallido, en un momento muy concreto, para que se reaccione. Como se tiene muy cercano el ejemplo de China, es un buen espejo en el que mirarse. Allí la militancia del PCCh fue la primera en dar la cara contra el coronavirus, fue la primera en ayudar en el entorno social y en ayudar y completar las medidas impulsadas por el gobierno.
La concienciación ha sido siempre el primer paso para apoyar cualquier tema: o profundizando en él contribuyendo a su análisis y estudio, o trabajando activamente sacrificando tiempo en apoyo de la causa. Cuando eso desaparece, aparece el peligro. En Venezuela lo vieron y lo hicieron (tarde, pero lo hicieron).
En Cuba ha habido excesiva laxitud, confiando en el indudable éxito de las vacunas que muy pronto tendrán el ciclo completo de investigación y difusión. Pero el bloqueo (que sigue con Biden) y las consecuencias del coronavirus dejaban un fácil caldo de cultivo para la agresión. Y se ha utilizado. Ha habido gente que se ha dejado seducir hastiada de apagones y de dificultades económicas, gente agotada y desorientada por lo que está ocurriendo. Las manifestaciones son las más numerosas desde los años 90, cuando Cuba vivía (casi es un decir) asociada al colapso soviético. Entonces los militantes comunistas fueron la vanguardia en casi todo. Y el «período especial», duro, muy duro, se pudo superar. Ahora la militancia no ha actuado como vanguardia, ha estado adormecida y ha sido sorprendida. La reacción es buena, pero tiene que ser sostenida en el tiempo y, sobre todo, fortalecida hasta que las vacunas estén operativas.
Porque aquí voy a introducir una variante que me parece interesante: el hecho de que la vacuna Abdala esté a punto de ser operativa (con una eficiencia tan alta o más que la rusa Sputnik o la estadounidense Pfizer) puede convertir a la isla en un puntal entre los países que están siendo postergados en el reparto y distribución de vacunas (o sea, todos los no occidentales). Eso se traduce, también, en dinero con el que Cuba puede paliar su difícil situación. Y eso es lo que había que impedir.
Puede que sea casual o puede que no (y yo soy muy mal pensado), pero las manifestaciones se han producido en sitios donde más casos de COVID-19 ha habido. Se han producido en sitios que se corresponden con el estallido de la pandemia en Cuba. Díaz Canel ha hecho bien yendo allí y abordándolo in situ con la gente.
No tiene que haber un estancamiento entre el discurso y las actitudes. Cuba es fuerte y tiene en su mano una herramienta vital, algo que conlleva más fuerza para enfrentar el desafío. Pero para ello ya no basta con la resistencia, ni con contentarse con las votaciones de la ONU contra el bloqueo. Eso es contentarse con mirar el bote de miel, porque la abeja que no hace su labor y se contenta con mirarlo también se puede caer en él y ahogarse.
(Publicado en el blog del autor, el 12 de julio de 2021)