Atilio Boron analiza el triunfo de Milei: “fue una construcción mediática prolijamente planificada”
Como es habitual en materia de análisis político o electoral en América Latina y el Caribe, a pocas horas de conocerse el triunfo de Javier Milei en las presidenciales argentinas acudimos a entrevistar, en exclusiva por Correo del Alba, al reconocido cientista político e intelectual Atilio Boron, con quien reflexionamos acerca del triunfo de la extrema derecha.
Milei es lo que se denomina hoy en el campo político un outsider, ¿qué pasó con su figura tan controversial, que apoyaron los jóvenes en su mayoría hombres, que subió como espuma? ¿La vieja guardia peronista no lo vio venir? ¿Hay responsabilidad de esta en los resultados de este 19 de noviembre?
Vayamos por partes. Primero, Milei era un outsider en el campo político más no así en el mediático. Mariana Moyano, la periodista lamentablemente desaparecida hace pocas semanas, comprobó que aquel fue el economista más consultado por programas de radio y TV en 2018. Según esta fuente, en ese año le hicieron 235 entrevistas y tuvo 193 mil 547 segundos de aire. Ningún personaje de la vida política ni de lejos se acerca a estos guarismos, y lo mismo ocurrió en los años subsiguientes. En otras palabras, fue una construcción mediática prolijamente planificada.
Segundo, el papel de la juventud, víctima principal del proceso de informalización, “desalarización” y precarización laboral. El segmento comprendido entre los 18 y los 29 años de edad, un total de ocho millones 337 mil 914 personas, representan el 24.29% del padrón electoral nacional. A lo anterior es preciso sumar un millón 163 mil 477 jóvenes de entre 16 y 17 años que están habilitados para emitir su voto. A nivel nacional, este segmento etario representa nada menos que un 3.3% del total del padrón, una proporción casi igual a la provincia de Entre Ríos. Por consiguiente, estamos hablando de poco más del 27% del electorado formado por jóvenes que encontraron poco o ningún aliciente para inclinar su voto a favor del candidato oficialista, o que tenían recuerdos muy vívidos de los acontecimientos del 19 y 20 de noviembre de 2001 y mismo de la época de oro del kirchnerismo. No fueron enamorados por la propuesta oficial, cosa que era evidente hasta para un ciego con solo comparar el fervor juvenil que había en los actos de Milei –cuidadosamente montados, sin duda; pero idóneos para suscitar el entusiasmo de los jóvenes–, con el empaque y el cierto desgano que prevalecía en casi todos los actos que los aparatos del Frente de Todos organizaron para Massa.
Para finalizar con esta pregunta, es obvio que la vieja guardia peronista, ensimismada y atrincherada en la defensa de sus intereses corporativos y sectoriales, hace mucho tiempo que no ve venir lo que se viene, ni demuestra tener la menor comprensión de lo que es y cómo hoy funciona la sociedad contemporánea. No es la única pero, sin duda, la principal responsable de este desastre.
¿Cuánto de lo prometido por Milei en su campaña es posible de realizar en la Argentina actualmente?
Es difícil hacer un pronóstico. Hay áreas en las cuales la resistencia social, espontánea, desde abajo, será muy fuerte. Pienso en el caso de que se intente avanzar en la privatización de la seguridad social, dado lo catastrófico de la experiencia de las AFJP en todo el mundo. En otras tal vez no tanto, por ejemplo si el objeto de esa política fuese Aerolíneas Argentinas; pero allí también podría haber sorpresas. Con YPF la cosa será bastante más complicada, porque las provincias son las dueñas de las riquezas del subsuelo, y eso implicaría abrir un debate de difícil pronóstico para el Gobierno dada la composición de ambas cámaras del Congreso. En resumen: habrá que ver caso por caso y medir en cada instancia la correlación de fuerzas prevaleciente.
Son muchos los factores que inciden en esta disparidad de reacciones. Uno, el hecho de que buena parte de las organizaciones sociales y fuerzas partidarias están muy debilitadas y deslegitimadas. Dos, la descomposición del universo popular, fragmentado en una miríada de situaciones laborales signadas por la absoluta precariedad, la falta de representación sindical y la total ausencia de la legislación protectora que beneficia a un sector cada vez más minoritario de la población económicamente activa. Tres, la puja al interior del heterogéneo bloque dominante en donde las fracciones vinculadas a la especulación financiera tienen una gravitación mayor que aquellas ancladas en la producción industrial e inclusive en el agronegocio. Los variables resultados de esta disputa entre fracciones de las clases dominantes serán muy importantes a la hora de facilitar o dificultar el cumplimiento de las promesas de campaña del nuevo presidente.¿Es Milei un cambio de paradigma que representa más a la juventud que se ha venido formando acompañada de las redes sociales que circunscriben la realidad a sus intereses nada más?
Es un emergente de esa situación de extrema vulnerabilidad de una juventud brutalmente golpeada por la pandemia y la cuarentena y, más encima, por una política económica que profundizó la exclusión económica y social y aumentó la pobreza hasta niveles inéditos, salvo en los breves episodios hiperinflacionarios de mayo-julio de 1989 y enero-marzo de 1990. Para esa categoría social la experiencia del gobierno de Alberto Fernández y de su ministro de Economía, Sergio Massa, fue un desastre sin atenuantes. No hubo para esa juventud ni políticas económicas de recomposición del salario (salvo para una minoría, y así todo insuficiente), ni una épica que les permitiera concebirse como militantes de una causa nacional, y mucho menos un aparato comunicacional que potenciara sus reclamos a la vez que hiciera oír la voz de los gobernantes. El resultado: una corrida casi masiva hacia alguien que, astutamente, fue presentado por los poderes dominantes como lo fresco, juvenil, novedoso, pese a tratarse de un señor de 53 años. ¿Sorprendente? No para quienes estudiamos el papel de las redes sociales, los algoritmos y las nuevas técnicas del neuromarketing político. O para quienes, como yo, hemos estado predicando en el desierto la necesidad de librar la batalla de ideas a la que habíamos sido convocados por Fidel desde finales del siglo pasado y que la izquierda en general tanto como el movimiento nacional-popular subestimó irresponsablemente. Resultado: triunfo de la “antipolítica”; identificación de la “casta” y el Estado como agentes predatorios, ocultando el papel de la burguesía y las clases dominantes como agentes de la explotación colectiva; exaltación del hiper-individualismo y su correlato, abandono cuando no repudio de las estrategias de acción colectiva y de las organizaciones de clase, territoriales o laborales, confiando en la “salvación” individual y condenando a quienes participaban de protestas colectivas, todo en beneficio de la irracional exaltación de un hábil demagogo patrocinado por los capitales más concentrados.
Ante esta configuración cultural era casi imposible, máxime con una inflación rondado el 13% o 15% por mes, que un Ministro de Economía responsable de esa situación pudiera ganar en las elecciones. Habida cuenta de estos antecedentes la votación lograda por Massa es realmente asombrosa.
¿Podrá terminar en los años de gobierno con el Estado de Bienestar que ha caracterizado a la Argentina desde mediados del siglo pasado con Perón y Evita?
En parte está contestado en la primera pregunta. Pero debemos añadir a la Argentina de Perón y Evita los importantes avances económicos y sociales durante los años del kirchnerismo, aunque es evidente que por elogiables que estos hayan sido fueron insuficientes para enfrentar con éxito los estragos que la acumulación capitalista produce en todo el mundo y muy especialmente en un país con un Estado tan débil e ineficiente como la Argentina.
Nótese que, tal como la asegura un informe de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), entre 2016 y 2022 la transferencia de ingresos del trabajo al capital ascendió a los 87 mil millones de dólares, de los cuales 48 mil millones de dólares se trasladaron en 2021 y 2022, años en que gobernó una coalición “nacional y popular”. El resultado: gravísimo deterioro del salario que, incluso, llega a estar en la economía formal por debajo de la línea de la pobreza. ¿Podía esperarse otra cosa que la frustración y el enojo de amplias franjas del electorado ante esta dolorosa realidad económica? ¿Qué anticuerpos tenían como para haber evitado caer seducidos por un discurso disparatado, plagado de mitos absurdos (¡como por ejemplo, que la Argentina de inicios del siglo XX era el país más rico del mundo, entre tantos otros dislates!), pero que vociferaba la necesidad poner término a una situación intolerable dejando de lado todo lo viejo y execrando a una supuesta “casta” que, mirando su propio beneficio, los había condenado a la pobreza y la indigencia?
¿Cómo visualiza la oposición a Milei, habrá un movimiento que vigile su programa?
Dependerá de la reorganización y rearticulación del campo popular, de sus propuestas concretas de lucha, del carácter de su estrategia defensiva ante los previsibles ataques de un gobierno obsesionado por recortar derechos laborales y sociales y provocar un maxi-ajuste de la economía. También de la emergencia de liderazgos creíbles y dotados de un gran poder de convocatoria, capaces de atraer a los millones de persona hundidas en la miseria y la inseguridad por la ilimitada voracidad del capital.
El sistema de partidos ha saltado por los aires y, peor aún, las fuerzas políticas y las identidades que marcaron gran parte de la vida política argentina desde mediados del siglo pasado y hasta hace unos pocos años –el radicalismo y el peronismo– han entrado en una crisis de inéditas proporciones. Probablemente reaparezcan, en clave neoliberal y bajo formas mutantes y, probablemente, aberrantes que poco o nada tendrán que ver con el ADN que los constituyó.
El radicalismo orgánico se desvaneció y sus votantes se lanzaron con todas sus fuerzas a votar a quien había insultado groseramente a los dos más importantes líderes de esa fuerza política: Yrigoyen y Alfonsín. Y el aparato del peronismo, y los votantes de esa corriente, solo en una minoría apoyaron la candidatura de Massa. Basta ver lo ocurrido con provincias usualmente baluartes de la votación peronista (La Rioja, Salta, Tucumán, Chaco, Catamarca, Santa Cruz y en menor medida otras) para comprobar que ese electorado ya está disponible para cualquier demagogo o cualquier arreglo cupular que decidan los grupos que en cada provincia se apoderaron de ese sello. Ni los radicales ni los peronistas son hoy por hoy fuerzas políticas con una organización, liderazgo y estrategias de lucha política de alcance nacional. Se han fragmentado en 24 partes, una por cada provincia, y dispuestas a negociar su voto según las circunstancias.
¿Cómo es y cómo será la relación de Milei con las Fuerzas Armadas?
Creo que será muy buena. La vicepresidenta Victoria Villarruel es una desembozada apologista de la dictadura genocida, admiradora del dictador Jorge Rafael Videla y sus compinches en la violación de los Derechos Humanos; será ministra de Defensa y Seguridad.
La socialización política reaccionaria de las Fuerzas Armadas, tarea para la cual el Comando Sur y los diversos tratados de colaboración militar entre los Estados Unidos y la Argentina juegan un papel muy importante, seguramente les abrirá el camino para encargarse de la represión que necesariamente exigirán las políticas ultraneoliberales de Milei.
En línea con lo que dijera e hiciera Patricia Bullrich como ministra de Seguridad del gobierno de Macri, Milei le otorgará luz verde a las Fuerzas Armadas y las policías para descargar su potencial represivo contra el “enemigo interior” con total impunidad. La “Doctrina Chocobar”, era un protocolo que habilitaba a las fuerzas federales a disparar sin dar la voz de alto contra cualquier sospechoso, lo que implica un gravísimo retroceso en materia de respeto de las garantías individuales y la vigencia del Estado de Derecho. Fue dejada sin efecto por una de las primeras iniciativas del gobierno de Alberto Fernández, pero desgraciadamente parecería ser que dicha doctrina estará de regreso con el nuevo gobierno.
No obstante, habrá que ver cómo reaccionan las fuerzas de seguridad en el momento en que deban toparse con millares de jóvenes, mujeres y niños reclamando justicia más allá de que las enseñanzas de la historia contemporánea de América Latina demuestran que la confusión entre seguridad interior y defensa exterior suele ser la madre de gravísimas violaciones a los Derechos Humanos, como ocurriera en México en los años anteriores al gobierno de Andrés Manuel López Obrador. En los Estados Unidos o en los países europeos ambas funciones están claramente delimitadas. El nuevo gobierno argentino parece dispuesto a hacer una apuesta de más que obvias funestas consecuencias. Pero, en este como en otros temas, como las políticas de recortes o anulación de derechos, sería un error subestimar la reacción de la sociedad argentina, que en varias ocasiones ha dado muestras de oponerse a feroces dictaduras o salvajes planes de ajuste económico. La historia argentina ofrece numerosos ejemplos de resistencia y si bien la sociedad ha cambiado mucho en los últimos tiempos no sería extraño que esa rebeldía reapareciera una vez más con fuerza volcánica, aún en ausencia de apropiadas estructuras organizativas. El “Cordobazo” de 1969 y la insurgencia popular del 19 y 20 de diciembre de 2001 son espectros que sin duda perturbarán el sueño de quienes pretendan destruir las conquistas económicas, sociales y culturales que el pueblo argentino obtuvo mediante grandes luchas.
El triunfo de Milei, geopolíticamente hablando, ¿cómo podría afectar a la Región?
Perjudica en primer lugar a la Argentina, porque en consonancia con lo que pide Washington convertirá a este país en un ariete para reducir la presencia de China en la Región, aún a costa de perjudicar los intereses nacionales de la Argentina, de sus sectores exportadores y de la mano de obra a estos vinculada. La de Milei es, probablemente, una victoria “soñada” por el establishment norteamericano. porque encuentra en el sur del continente a un fanático dispuesto a ejecutar sin chistar las menores sugerencias provenientes de Washington: cerrilmente anticomunista (en una definición de tal vaguedad que va desde Lula hasta el Papa Francisco, pasando por China, Cuba, Venezuela y Nicaragua); alineado incondicionalmente con el Imperio, justificador del genocidio en curso en Gaza, admirador del Estado terrorista israelí y de la sociedad norteamericana, Milei desde la Casa Rosada alentará con su ejemplo similares comportamientos entre los líderes de la derecha de países vecinos.
Tal vez, y otra vez hay que tener en cuenta los clivajes al interior del bloque dominante, podría llegar tan lejos como para no solo excluir a la Argentina de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), sino inclusive rechazar o postponer sine die la decisiva incorporación de nuestro país al BRICS plus, que debería concretarse el 1 de enero del próximo año.
En pocas palabras, la cruzada en contra del “enemigo chino”, según los documentos del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, ha encontrado su profeta en estas lejanas y turbulentas tierras del Sur. Y, desde el punto de vista geopolítico, con Milei en la presidencia de la Argentina se resiente la gravitación en el tablero internacional de Latinoamérica y el Caribe.
(Entrevista realizada por Juan José Peralta Ibáñez para Correo del ALBA, el 20 de noviembre de 2023)