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Colonialismo cultural. Cristóbal León Campos

El 22 de septiembre de 1959 en Revolución, Retamar publicó una reflexión de suma importancia y vigencia intitulada “¿Va a enseñarse la historia de la América nuestra”, en la que menciona: “si admitimos que nuestra patria mayor y necesaria, la patria de cuya unidad depende en última instancia nuestra salvación como pueblo, nuestra sobrevivencia como conglomerado humano, es nuestra América, ¿cómo es que no se enseña en nuestras escuelas elementales la historia de esa América nuestra, de esa patria mayor?”. El planteamiento de Retamar no respondía únicamente a las transformaciones pedagógicas que en el seno de la Revolución cubana se presentarían; de manera general, él sabía que para la emancipación definitiva era y es necesario el replanteamiento del sistema educativo y cultural de nuestras naciones.

¿Cuándo hablaremos de la historia de nuestra América en las aulas escolares del continente? Esta pregunta pareciera en parte seguir esperando respuesta, pues si bien Cuba y otras naciones como la Venezuela Bolivariana han afrontado el replanteamiento de nuestra historia y su utilidad para las identidades locales y regionales, y también como elemento aglutinador en la tan necesaria unidad e integración latinoamericana, reconociendo que en coyunturas históricas diversos proyectos libertarios han asumido esta tarea vital, es de reconocerse que en el terreno de la educación, la memoria, la identidad y la cultura como un todo, sigue faltando mucho por andar para revertir los años de colonialismo interno y externo que aún oprime a nuestros pueblos.

La enseñanza de la historia en los países capitalistas latinoamericanos sigue teniendo un currículo colonizado, la ausencia de nuestra esencia es evidente, la permanencia de los resabios coloniales en la enseñanza se refleja en la mira puesta en occidente como eje del saber, el proceso descolonizador requiere de la producción de saberes propios; no se trata de negar lo universal, se trata de hacer universal los saberes originarios, se requiere tomar las ideas y expresar las nuestras, “Ni calco, ni copia” como dijera José Carlos Mariátegui, la filosofía es creación propia de Nuestra América, es su ser el alma enunciada con palabras. Leopoldo Zea, de quien escribiera Retamar y a cuya cruzada se sumó sin duda con su obra intelectual, trabajó durante décadas para integrar un conjunto de reflexiones que dieron forma a lo que hoy reconocemos como filosofía latinoamericana en términos académicos; sus esfuerzos se encaminaron a la articulación de los saberes, las ideas y los proyectos de unidad, integración, identidad e historia que expresan la cultura y la cotidianeidad en los países latinoamericanos; Zea -como reconociera Retamar- es impulsor de la lucha por el reconocimiento de nuestra filosofía como una corriente más de la filosofía universal.

Otra sería nuestra realidad si en las escuelas básicas se leyeran de manera permanente la Carta de Jamaica de Simón Bolívar; el ensayo Nuestra América de José Martí; los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana de José Carlos Mariátegui; El socialismo y el hombre en Cuba de Ernesto Che Guevara; y Caliban de Roberto Fernández Retamar, entre otras fundamentales obras, junto a nuestras historias libertarias y a las aportaciones fundamentales realizadas por infinidad de mujeres aún hoy invisibilizadas. Falta mucho camino, pero sí es posible superar el colonialismo cultural todavía imperante.

 

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