Comunicado del Frente Antiimperialista Internacionalista con motivo del día Internacional de la Mujer Trabajadora
“¡Despertemos, despertemos humanidad, ya no hay tiempo! Nuestras conciencias serán sacudidas por el hecho de estar solo contemplando la autodestrucción basada en la depredación capitalista, racista y patriarcal!
He abogado y todavía abogo a favor de cambios revolucionarios en la estructura y los principios que gobiernan los Estados Unidos. Defiendo la autodeterminación de mi pueblo y de todos los pueblos oprimidos dentro de los Estados Unidos. Abogo por el final de la explotación capitalista, la abolición de las políticas racistas, la erradicación del sexismo y la eliminación de la represión política. Si esto es un crimen, soy totalmente culpable”
Con ocasión del Día de la Mujer Trabajadora, queremos hacer una reivindicación internacionalista y antiimperialista del feminismo. Es imposible hacer frente a la explotación capitalista y al sometimiento despótico de los pueblos del mundo, sin contar con una teoría y una práctica feministas. Sin las mujeres, el componente patriarcal de la explotación y la dominación imperial pasarían desapercibidos, y una omisión como esa tendría resultados desastrosos para la lucha. La idea de que «la revolución será feminista o no será» no es una mera consigna, sino una advertencia muy seria. Pero junto a esto es necesario afirmar que «el feminismo, será revolucionario o no será», pues no es posible plantear en abstracto la liberación de las mujeres sin enfrentar al mismo tiempo una lucha feroz contra la explotación capitalista y la dominación imperial, sin luchar hombro con hombro junto con los hombres por construir una sociedad donde la dignidad humana expulse para siempre la alienación mercantilista.
La revolución tiene que ser feminista no solo porque las mujeres constituyen la mitad de las clases trabajadoras, sino además porque muchos de los aportes del feminismo permiten comprender en qué consiste la revolución contra el capital. El feminismo muestra con claridad cómo se hacen invisibles las relaciones de poder, cómo naturalizamos las injusticias, cómo nuestro sistema económico une indisolublemente prosperidad y violencia. Por eso el feminismo de clase es una amenaza para el orden vigente, y por eso hay intentos desesperados y peligrosos, de desactivar su potencia política, de integrar el feminismo en abstracto en la ideología dominante, despojándolo de su radicalidad y frustrando en la práctica sus objetivos.
Frente al imprescindible enfoque global para entender el imperialismo, la ofensiva ideológica del capital se afana en parcializar la realidad y colocar en primer plano de la escena alguna de sus consecuencias escindida de sus causas. En esta tarea central de la lucha ideológica, el feminismo burgués – en este caso en su versión específicamente imperialista – es un actor privilegiado.
Su complicidad ha facilitado la ocultación de que en los países atacados militarmente por EE.UU y la UE, Afganistán, Iraq y Libia, la situación de las mujeres con los gobiernos depuestos era incomparablemente mejor desde todos los puntos de vista. Algo parecido tenían preparado para Siria, país en el que los planes del imperialismo han sido derrotados.
Los Estados destruidos por “occidente” eran explícitamente laicos y poseían legislaciones protectoras de los derechos de las mujeres que se reflejaban en indicadores de desarrollo social claramente mejores que los de los socios regionales de las potencias atacantes (Kuwait, Arabia Saudí, Qatar, ..etc). A pesar de ello, el “empoderamiento de las mujeres” aparece como uno de los ejes centrales de la reconfiguración de la región pretendida por la triada EE.UU., UE e Israel y que denominan: “El Gran Oriente Medio”1. Buena parte de las ONG,s de Cooperación, que centran sus actividades en la “línea de género”, utilizan los fondos que reciben de los gobiernos para arropar ideológicamente las guerras imperiales con el discurso de la guerra humanitaria y de los derechos, sobre todo, de las mujeres. Muchas de ellas contribuyeron a la difusión de la mentira construida de que la invasión de Afghanistán tenía algo que ver con el burka o de que la guerra declarada por el imperialismo euroestadounidense y sionista contra los pueblos de África y Oriente Medio tenga como objetivo acabar con la opresión de las mujeres en sus países respectivos.
Todo ello, a pesar de que los aliados sobre el terreno de “la coalición internacional” en todas sus versiones: Daesh, Al Qaeda, Al Nusra,… etc, exhiben en la teoría y en la práctica la más brutal regresión civilizatoria, especialmente en lo que a emancipación de las mujeres se refiere.
En todo este largo y desolador proceso de destrucción que el imperialismo ha llevado a cabo – y que se ha abatido con especial ensañamiento sobre las mujeres – ninguna voz procedente del feminismo se ha alzado.
Cerca de un millón de mujeres muere anualmente durante el embarazo, aborto, parto y puerperio, el 99,5% en países “en desarrollo” y por causas perfectamente prevenibles, ligadas indisolublemente a la pobreza. Nada se dice sobre ello, mientras arrecian en las “democracias occidentales” campañas protagonizadas por organizaciones feministas contra el uso del velo. La luchadora comunista Ángela Davis, autora del antológico libro “Mujeres, raza y clase” se preguntaba: “¿Cómo es posible que habiéndose gestado el feminismo americano, como movimiento y teoría política, en el seno de las luchas abolicionistas y obreras de finales del siglo XIX, la voz y las reivindicaciones de las mujeres negras hayan sido sistemáticamente invisibilizadas por el feminismo blanco liberal?”2.
El escándalo es de tal magnitud que asociaciones de mujeres árabes y africanas levantan cada vez más la voz contra: “esas salvadoras blancas, de clase media… que defienden el derecho al aborto, pero no denuncian la esterilización involuntaria de mujeres del tercer Mundo” .. (….) Así mismo, denuncian que la campaña occidental contra la ablación del clítoris crea la impresión de que ésta constituye el eje de la opresión de la mujer musulmana y de hecho distrae la atención de los verdaderos problemas de la desigualdad de las mujeres que no han hecho sino aumentar desde que sus países estrecharon vínculos con EE.UU. e Israel3.
La solidaridad internacionalista exige considerar como nuestras todas las luchas emancipatorias, y principalmente la de las mujeres como grupo especialmente oprimido. Ese internacionalismo de combate requiere también la denuncia de la ofensiva ideológica de las clases dominantes, que utiliza el feminismo burgués como instrumento, con el objetivo de extender la desorientación de la conciencia, especialmente entre las mujeres, y bloquear la resistencia de los pueblos.
Los estados euro-estadounidenses, asesinos de todos los proyectos emancipatorios de los pueblos – necesariamente anti-imperialistas – de Rosa Luxemburg, de Patrice Lumumba, del Che Guevara, de Salvador Allende, de Tomás Sankara, de Amilcar Cabral, de Berta Cáceres y de tantas mujeres anónimas, son los responsables del saqueo, la muerte, el sufrimiento y la opresión que sufren las poblaciones, y especialmente las mujeres.
La denuncia de los crímenes del imperialismo – que ejecutan nuestros gobiernos con nuestros recursos y en nuestro nombre – y de sus armas ideológicas de confusión y de división es nuestro primer deber.
En este día, por tanto, queremos en primer lugar recordar que, de entre todas las víctimas del capitalismo y la barbarie imperialista, las mujeres lo son de forma agravada simplemente por el hecho de serlo. Pero además, por otra parte, queremos reivindicar y hacer visible el esfuerzo tantas veces ignorado de las mujeres que resisten. Aquellas que mantienen viva la esperanza cuando todos ya se han rendido porque para ellas la vida siempre ha sido sinónimo de lucha. A las mujeres guerrilleras que combaten codo a codo con sus compañeros. A las madres que enseñan a sus hijos e hijas que ante el invasor no se pone la otra mejilla. A las mujeres que sostienen los lazos comunitarios cuando la bota del imperio trata de hacerlos añicos. A las que no se dejan callar o ningunear, y que siempre piensan por sí mismas. A las que si caen se levantan y además ponen en pie de nuevo a quienes las rodean. A las que tienen un nombre, pero lo olvidamos (Louise Michel, Rosa Luxemburg, Pasionaria, Nadezhda Krupskaya, Federica Montseny, Lakshmi Sehgal, Celia Sánchez, Assata Shakur, Leila Khaled, y tantas otras). A las que de golpe dejan de ser anónimas porque sus casos se vuelven simbólicos, como Ahed Tamimi. Y especialmente a todas aquellas cuyos nombres jamás conoceremos pero sin cuya lucha jamás alcanzaremos la victoria.
¡No pasarán!
Frente Antiimperialista Internacionalista, 6 de Marzo de 2018.