ArtículosImperialismo e Internacionalismo

Declive en la hegemonía de Occidente. Cristóbal León Campos

Al tiempo en que Estados Unidos se dedica a agredir y amenazar naciones y gobiernos que no se someten a sus mandatos, a asesinar inocentes a lo largo del mundo, a calumniar a mandatarios que se atreven a denunciar las acciones imperialistas, a perseguir, encarcelar y deportar inmigrantes y a bloquear países como Cuba y Venezuela y de manera particular a Palestina, impidiendo la llegada de alimentos, medicinas, agua y muchas otras mercancías a la Franja de Gaza como parte del genocidio cometido en conjunto con el sionismo israelí, una realidad emergente tiene lugar al otro lado del mundo, donde el reacomodo geopolítico ha dejado evidencia de que el tiempo de cambio en la hegemonía ha llegado a su maduración; y que el hoy considerado imperio más poderoso de la historia humana vive su periodo final ante su decadencia anunciada años atrás.

La reunión de China, Rusia, India y poco más de una decena de países euroasiáticos durante la Organización de Cooperación de Shanghái, que pudiera entenderse como un conjunto no alineado o en contraposición de la hegemonía imperialista estadounidense, representa hoy un duro golpe estratégicamente planeado en respuesta a las amenzas, los aranceles desmedidos, las agresiones bélicas y la injerencia interminable de los Estados Unidos en gran parte del mundo y contra países que buscan alternativas de desarrollo alejados de las viejas y decadentes formas de dependencia y sometimiento a las que el imperio estadounidense y la Unión Europea han condenado a muchas naciones por el simple hecho de mantener relaciones económicas y políticas que representan una expresión de un multilateralismo que abre caminos alternos a la hegemonía decadente de Occidente.

Los acuerdos comerciales y las alianzas políticas reforzadas en Shanghái vienen a marcar una línea temporal que buscará ser también espacial, donde la caída del imperio estadounidense con una estridencia exacerbada por las posturas extremas de Donald Trump, quien no encuentra la fórmula perdida décadas atrás, pues la decadencia de hoy es sintomática de un declive anunciado por analistas del sistema-mundo como Immanuel Wallerstein, cuyas reflexiones fueron siguiendo las huellas del hundimiento de un barco a la deriva que se quedó sin rumbo, solamente con la brújula que les dio el poder, pero que ya no responde al mundo actual. El imperialismo estadounidense hoy solo goza de su poderío militar y ya no del consenso con otras naciones, Trump ha sido muy claro al mostrar su fuerza y declarar sus amenazas con aranceles y la movilización de fuerzas militares en el mundo, logrando mantener especialmente a la Unión Europea bajo su bota, sin que eso signifique lealtad real ni deseo consciente de ser parte de una caída que a toda luz se acelera.

Trump ha usado la vieja receta del poder por el poder, de la amenaza hostil y la conquista por la fuerza, un camino que ya anduvo el imperio estadounidense y que en otros momentos le fue útil para mantener y extender su hegemonía, pero hoy ese sendero se queda sin camino para andar, las alianzas geopolíticas de naciones no alineadas a sus intereses con países abiertamente en resistencia política e ideológica ante el capitalismo extremo son una sentencia de muerte a un “tigre de dientes de sable” herido y moribundo, y que como bestia herida busca morder sin medir consecuencias, pues el avance de China y Rusia en el mundo, sobre todo en América Latina y el Caribe, así como en Medio Oriente, donde Estados Unidos ha hundido a naciones enteras en la miseria, representa un reacomodo de la hegemonía a un nivel no avizorado por Estados Unidos y que hoy es ya casi inevitable, particularmente por los acuerdos económicos que representan un respiro para las naciones que aún buscan estrategias para su desarrollo, y a la vez significa el acceso directo para las potencias que se consolidan (China y Rusia) a las preciadas materias primas (petróleo, litio, etc.) que abundan en estas regiones, siendo esas mismas materias las que han generado las invasiones, los golpes de Estado y el derrocamiento de gobiernos impulsados por el imperialismo estadounidense, aunque en su momento fueran “justificadas” como la implementación de la modernización, el desarrollo y la democracia.

El empoderamiento de China y Rusia en el mundo no está exento de contradicciones, no sólo por los intereses particulares de cada uno de estos países, sino porque representa el establecimiento de relaciones de superioridad en las regiones, lo que ya se ve en los mercados infestados de mercancías o con una nueva forma de dependencia política, pues si bien enfrentar en conjunto al imperio estadounidense es ventajoso, también deja lagunas en las relaciones y acuerdos como iguales. De lo anterior, aún falta mucho por verse, pero lo que sí es claro, es que asistimos a un periodo acelerado de declive en la hegemonía de Occidente, donde el nuevo orden, ahora sí, surge para llevarse todo lo sólido que ya se “desvanece en el aire”.

 

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.