Días de crítica. Farruco Sesto
En días como estos llueven las críticas y las contracríticas que a todos nos afectan de una manera u otra y nos ponen a pensar. Supongo, pues, que de eso se trata.
En principio, y por principio, bienvenida la crítica, siempre que sea en el escenario adecuado, así como el debate oportuno.
Pero debo advertir, y esto lo digo un poco para desahogarme y por sí alguien se siente identificado conmigo, que yo no practico ni recibo la crítica desde una posición neutral. No puedo hacerlo. Con el paso del tiempo he llegado a comprender y a aceptar que en mi caso no cuadran ni el equilibrio ni mucho menos la equidistancia. Mi corazón está en el lado en que está y mi cabeza lo acompaña.
Quiero decir con esto que me relaciono con la crítica desde mi propia subjetividad. La tomo como una comida que me cae bien o me cae mal.
O como una pieza de arte que me cautiva o que rechazo. Ah, pero no de una manera caprichosa o mudable, sino con base en la filosofía de la praxis a la que me adscribo. Pues habiendo tratado de cultivarla a lo largo del tiempo con extremo cuidado, mi subjetividad, así lo digo, se nutre de la conciencia, del conocimiento y del sentido de la ética que para bien o para mal, forman parte indisoluble de lo que soy.
Y como esto lo he hecho en colectivo a lo largo de la vida, esta subjetividad mía a la que me entrego y en la cual confío como instrumento de trabajo, valora el sentido de pertenencia a una organización política, a un pueblo en revolución y a un proyecto que nos hemos dado entre muchos. Y ello no le
quita valor, así lo creo, sino que por el contrario la enaltece.
Quiero decir entonces que, a partir de esta toma de posición, agradezco profundamente la crítica política que nos ilumina y hace más fuertes, pero rechazo la que me corroe el alma. Y eso lo noto enseguida, su naturaleza, hasta en los aspectos formales, incluyendo el estilo y el tono de quien la
formula. Pues tengo una intuición de la cual me precio para saber de dónde viene y qué es lo que persigue.
Bienvenida la crítica, pues, que lejos de desalentarnos y fragmentarnos, refuerza la unidad y, sobre todo, la moral de combate, para hacernos más fuertes. Y maldita sea la que nos disuelve o apaga.
Espero que se entienda lo que quiero decir.
(Publicado en Correo del Orinoco, el 9 de diciembre de 2021)