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El abrazo es venezolano. Farruco Sesto

Pido disculpas anticipadas por comenzar aludiendo a un recuerdo personal. Lo hago porque me sirve para orientar el sentido de estas reflexiones, alrededor de una afirmación muy sencilla pero contundente: el abrazo es venezolano. Quiero decir que es de aquí, que es algo de nosotros, que forma parte de nuestra identidad. Es cierto que muchos otros pueblos lo comparten, pero sin duda en nosotros alcanza la cuota más alta de expresividad.

El hecho al que me refiero sucedió durante la inauguración de la Villa del Cine en Guarenas, en 2006. El presidente Chávez estaba alegre con lo que veía. Después de un recorrido por las instalaciones, y a punto de comenzar el acto oficial, al ir a sentarnos en la mesa del presidium, el comandante se fundió conmigo en un abrazo. Poco antes me había dicho: tú pareces haber nacido destinado a hacerme feliz. En verdad, estaba muy contento.

Esto lo cuento sin pena alguna, porque es el tipo de condecoraciones, íntimas, espirituales si se quiere, que uno puede lucir con orgullo. Chávez era sin así. Sin poses, ni artificios. Expresaba lo que sentía en el momento. Un ser de luz, como le dice William Fariñas. Un hombre de luz.

Fue a partir de esta experiencia que me fui dando cuenta de que, con el abrazo, el comandante se manifestaba como lo hace el pueblo venezolano generalmente cuando se privilegia la confianza y el cariño. Forma parte de nuestra cultura profunda. No es el apretón de manos convencional. No es un toquecito en la espalda. Con un abrazo los venezolanos decimos: aquí estoy yo sin puñales escondidos, sin reservas, somos uno, nos encontramos, nos entendemos, somos hermanos.

Esto viene de lejos, creo yo, por la condición que nos caracteriza de ser gente de una sola cara. Incluso en lo complejo de las distintas situaciones de la vida, y sin caer en la ingenuidad, somos dados a las relaciones humanas que se conectan a través de la sinceridad, sin oscuridades inventadas, ni artimañas de ningún tipo. La disposición al entendimiento perfecto. Y de allí el abrazo, cuando corresponde, donde toda posible distancia desaparece tanto simbólicamente como realmente, en un saludo humanamente perfecto

Si uno investiga en la memoria gráfica de internet, se va a encontrar a Chávez abrazando a Lula, a Fidel, a Daniel Ortega, a Correa, a Néstor Kirchner, a Evo, pero también abrazando a mucha gente de su pueblo. Particularmente niños y ancianos que estimulaban su ternura. Lo mismo que trabajadores, campesinos, indígenas, soldados. Y si acaso no está la foto oportuna en las redes, lo está en la memoria de las personas que guardan ese recuerdo inolvidable en su corazón.

Porque nosotros y nosotras somos así. Nos abrazamos porque somos cálidos por naturaleza, porque somos alegres y amorosos. Y más en revolución. Somos sencillos, simplemente y confiamos en la buena fe. Nos podemos mirar a los ojos sin temor.

Allá los traidores y los que esconden segundas intenciones. El venezolano de la calle, y eso es tomado de allí por los dirigentes que son también pueblo, hace del abrazo fraternal un gesto de homenaje cotidiano a la igualdad y al acercamiento sin trampas ni engaños. A la manifestación de un afecto, o de una disposición al mismo, sin condiciones.

Es como si nosotros hubiéramos inventado el abrazo. Como si hubiera nacido en esta tierra, a tal punto lo hemos hecho nuestro como un símbolo de entendimiento completo. Mucho más que un saludo. Ven acá, hermano, un abrazo.

Tengo también enmarcada en la pared detrás de mi escritorio, una pequeña fotografía donde el presidente Maduro se funde en un abrazo con Diosdado Cabello. Si mal no recuerdo, la foto fue tomada después del acto de toma de posesión de la Presidencia de la República en 2013, en una especie de pequeña tarima que estaba al lado del edificio de la Asamblea Nacional, casi en la esquina de Capitolio. Es una imagen sumamente emotiva. La veo y me digo: Aquí hay un cariño y una confianza tan profunda, en estos dos hijos de Chávez, que con seguridad no habrá fuerza capaz de separarlos. Con ese abrazo, estos dos líderes nuestros, fundamentales, lo dicen todo. La lealtad profunda a un legado, a un proyecto, a un pueblo, a una patria. Es la mejor expresión de unión que pueda reflejarse en una imagen, porque no da lugar a interpretaciones. Yo estaba allí y fui testigo de los hechos.

Pasó el tiempo y esa unión sigue más fuerte que nunca. Como la unión de nuestro pueblo y de sus vanguardias, como la unión de los patriotas, como la unión cívico militar, que es estructural y totalmente compacta.

Ahora nos llena de alegría una nueva imagen que ha sido tomada estos días , también por cierto en Guarenas, el lugar donde comencé estas reflexiones. Me refiero a la del abrazo de Nicolás Maduro y Elías Jaua, dos personas de nuestro afecto más profundo en términos tanto políticos como humanos. El significado en lo político de este encuentro que terminó en abrazo, nos deja satisfechos, con todo y sus circunstancias personales. El significado de este abrazo en lo humano, nos dice que no podría ser de otra manera.

(Publicado en Correo del Orinoco, el 27 de junio de 2024)

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