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El coronavirus y la conciencia colectiva

La pandemia desatada a raíz de la propagación del coronavirus (COVID-19), registrado por primera vez en la población de Wuhan en China a fines del 2019, pone en la agenda global varios asuntos con diferente escala de impacto e importancia, que nos obligan a una reflexión común por el bien de la humanidad, pues la pandemia más grave la venimos enfrentado desde tiempo atrás manifiesta en la desintegración del bienestar al interior de las sociedades de casi todo el mundo.

En primer término surge la denuncia del gobierno chino contra los Estados Unidos, atribuyéndole ser quien propagó el virus con el objetivo de embestir en el marco de la guerra comercial que desde meses anteriores alcanzó su clima más álgido, acusación que puesta en contexto de una revisión histórica no resulta descartable, pues se sabe que Estados Unidos ha usado deliberadamente sustancias, virus y otras armas biológicas en diferentes momentos sin importarle el daño causado a la población civil, recuérdese tan sólo el napalm y las bombas atómicas para tener algo de memoria. En este mismo sentido de utilidad geoestratégica, queda también en la mesa la interrogante del ¿por qué sí Estados Unidos asegura continuamente estar preocupado e interesado en el bienestar humano no pone fin a los bloqueos económicos impuestos sobre Cuba y Venezuela permitiéndoles la adquisición de medicinas y demás requerimientos para enfrentar una pandemia como la que se vive? De la interrogante anterior podemos desglosar un tema muy particular, ya que es justamente Cuba el país que está dando apoyo internacionalista y humano a China y otras naciones que se ven gravemente afectadas por el avance del coronavirus, por la parte contraria, el gobierno estadounidense de Donald Trump, pretende hacer propiedad privada para comerciar a gran escala de una posible vacuna desarrollada en laboratorios de una empresa alemana, entonces vale la pena preguntarse ¿quién es el país con una política humanitaria basada en principios de bienestar colectivo y quien es la nación soberbia dedicada a cultivar su interés particular en detrimento del resto del mundo? La respuesta es simple y está a la vista de todos.

Por otra parte, es necesario llamar la atención sobre los sistemas de salud que se tienen en los países afectados, se cree comúnmente que los países europeos tienen un mejor sistema de salud que las naciones del resto del mundo, pero la evidencia dice otra cosa, para los casos de Italia y España, ambas naciones con larga tradición histórica enfrentando hambrunas, guerras devastadoras, epidemias y pandemias, se esperaría que esta situación no les sorprendiera ni rebase su capacidad de atención, sin embargo, el colapso esta en la esquina, llegando al grado de tener que salir la policía a patrullar las calles para evitar la propagación del virus, aspecto último que nos lleva directamente a otro hecho acontecido, la falta de conciencia social conduce en estas naciones al incremento masivo del contagio, es decir, la indiferencia de la grandes sectores de la población a la medidas sanitarias causaron una explosión expansiva en la media de contagio que dimensionó a gran escala el virus, provocando la pandemia y el colapso de los servicios medidos, algo que ahora en América Latina se busca evitar activando las medidas antes de que sea demasiado tarde.

Pero ojo, la falta de conciencia dimensionó el contagio, pero atrás de ella queda la clara inexistente estrategia continua de los servicios de salud para estar preparados ante estas eventuales situaciones y tener formas estudiadas y divulgadas para contener y enfrentar las ya comunes pandemias del siglo XXI. Nuevamente resalta y deja en evidencia a otros países, la forma en que Cuba enfrenta esta situación, con un estructurado sistema de salud que, si bien no tiene los recursos millonarios de los países desarrollados, puede hacer frente sin colapsar y además enviar ayuda a quien la solicite sin importar diferencias de ningún tipo, incluidas las políticas, pues la guía humanitaria de Cuba está por encima de las agresiones por parte de muchos de los que hoy piden su ayuda.

Otro asunto que se ha revelado y ya se ha esbozado, es la responsabilidad social del colectivo de la población, porque es verdad que ni el mejor sistema de salud del mundo podría hacer frente a una amenaza como la actual, sin la participación consciente de la ciudadanía, que más allá de las diferencias de toda índole, se compromete con su bienestar, asumiendo su rol de cautela evitando el pánico y el miedo, y esto no significa que se esté o no de acuerdo con las razones del surgimiento del virus, su tratamiento o su posible utilización manipuladora, pues ser participes de la no propagación no nos quita para nada el desacuerdo o la crítica fundada en la evidencia, simplemente nos ocupa ante una situación compleja que no permite juegos si queremos el bienestar humano, desde luego que esto último, igualmente nos conduce a un tema aún más amplio y complejo, habiendo quedado desenmascarado el hecho de que somos los humanos quienes atentamos contra nosotros mismos, pues el COVID-19 no es una simple mutación biológica, sino que es el resultado de la interacción humana con su entorno, forzosamente nos lleva a preguntarnos ¿hasta cuando sostendremos estas prácticas que nos llevan a ponernos en peligro?, la gran amenazada del siglo XXI es la falta de sensibilidad humana, la competencia entre potencias y el resquebrajamiento de los derechos humanos como la salud.

En este panorama que pudiera conducirnos a la desmoralización, tenemos que abrir los ojos y la conciencia para darnos cuenta que pasados los errores, lo que está salvando a los países afectados, es la solidaridad y la puesta en marcha del sentimiento humano de sobrevivencia colectiva, acciones que rompen la lógica sistémica del individualismo y el egoísmo, regresando al punto inicial de los pueblos; la organización social y colectiva es la fórmula de salvación para la humanidad ante las crisis venideras. Sólo la conciencia humana puede revertir la amenaza continua que afrontamos en estos tiempos.

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