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El futuro ya no será lo que era. Ni el pasado va a volver

Los medios mundiales anuncian la “buena nueva” de las vacunas contra el covid-19 y la victoria del candidato demócrata en las elecciones presidenciales de Estados Unidos como la vuelta a la normalidad del mundo, ese maravilloso mundo que prevaleció antes de la elección de Trump, cargado de crisis financieras, deterioro económico, invasiones en Asia, golpes de Estado “de colores” (o su intento) en casi todos los continentes, grandes éxodos de población causados por las imposiciones económicas, las políticas neocoloniales y las guerras desatadas por el “mundo libre”, autodenominado “occidental”.

WikiLeaks parece dispuesta a hacer público el conjunto de sus informaciones sobre la suciedad de ese mundo. Por eso se lleva persiguiendo y torturando a Assange durante años, por la misma razón que nuestra “prensa libre” y la mayor parte de sus profesionales, tan celosos cuando se trata de represiones en los “países malos”, miran para otro lado sin mostrar el más mínimo atisbo, no ya de solidaridad y justicia, sino ni siquiera de corporativismo y apoyo a un colega.

Se olvidan nuestros media, además, de que Trump es un engendro político posibilitado por las propias políticas demócratas que han financiarizado la economía, deslocalizado la producción disparando el desempleo y arruinando a medianos productores, granjeros, agricultores y comerciantes, endeudado a su población a cotas insostenibles, sembrado de bombas el mundo (Obama invadió o bombardeó 7 países) y siendo las primeras en alzar el muro de México. De manera que si Trump es ese engendro apoyado por mucha gente que no podía aguantar más las políticas aberrantes del Imperio en decadencia, sus réplicas mundiales (los Bolsonaro, Johnson, Orbán, Duque, Duterte, Le Pen, y los pequeñitos como Abascal…) son síntomas de procesos similares, de un capitalismo decididamente antisocial. Ante todo es así con ese paradigma del neoliberalismo-financiero global que es la UE y cuyo desmoronamiento sólo se ha detenido de momento porque nadie sabe bien hacia dónde ir.

Christine Lagarde y Ursula von der Leyen se esfuerzan por proporcionar recetas salvadoras: dar a la UE un nuevo significado a través de un “Green Deal”, relanzar la economía mediante la puesta en marcha del euro digital, completar la Unión Bancaria y lanzar una Unión de Mercados de Capitales, crear una «ventanilla única» para la Unión Aduanera…, pero la verdad es que su suicida subordinación a la potencia estadounidense en decadencia, lleva a la UE a carecer dramáticamente de estrategia propia, rodeada de fuerzas continentales que sí la tienen. Tres ejemplos:

  1. La estrategia de EE.UU. es apartar a toda costa las economías europeas del mercado asiático y del gigantesco desarrollo potencial de una Eurasia articulada. Por una parte, les hace seguir bloqueos y agresiones comerciales contra Rusia que sólo perjudican los intereses económicos europeos, impidiéndoles el acceso a la inmensa riqueza del mayor territorio del mundo. Por otra, intenta abortar cualquier conexión de Europa con la Ruta de la Seda china (“un cinturón una ruta”). Mientras, EE.UU. se procura, golpe a golpe, tres corredores con acceso a Europa occidental y oriental, así como a la Eurasia occidental (Bielorrusia, Ucrania, Moldavia y los Balcanes), constituyendo el particular “cinturón y ruta” estadounidense, con el dólar, petróleo, gas, armas y tropas circulando cada vez más a sus anchas bajo la mirada entre ladina y servil de la UE, con su Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Común, el sr. Borrell, dispuesto a servir de felpudo a quien quiera que ocupe la Casa Blanca. Y claro, EE.UU. se beneficia para sí de las inversiones dadas por Europa al conjunto de esa vasta región: “ayudas” económicas, inclusión en su mercado interno, protección financiera…
  • Turquía, Arabia Saudí e Israel se proponen reconfigurar toda Asia occidental, cada uno con su propio proyecto de expansión y de conexión con los planes de EE.UU. Y todos con el obstáculo de Irán enfrente. Entre los tres (más USA) están generando un auténtico caos de destrucción y barbarie en toda la zona, yihadistas y paramilitares por medio, cuyas principales consecuencias salpican directamente a Europa en forma de éxodos masivos y afectación de futuros abastecimientos energéticos.
  • Rusia y China cada vez fortalecen más vínculos para una posible Eurasia que estará a la cabeza del mundo, con su Banco de Desarrollo, su petro–yuan–oro, su Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras, su Asociación Económica Integral Regional que representa el 30% PIB mundial, su Fondo de Fomento, su sistema propio de compensación de intercambio, su Bolsa Internacional de Energía o su plan de infraestructura y desarrollo intercontinental, que lleva llamando a las puertas de Europa desde hace largos años.

Pero en lugar de abrirse al mismo, la UE acompaña como obediente subordinada a EE.UU. en sus guerras económicas, políticas y militares contra ese proyecto, cavando con ello su propia fosa (veremos si el recientísimo Acuerdo con China sobre inversiones -que la UE tenía concebido como una suerte de “Tratado de Libre Comercio”, sin percatarse de que a China ya no se le pueden imponer esas monstruosas condiciones- es el principio de un nuevo camino).

Actualmente, ya hemos visto, la UE se ha mostrado patéticamente incapaz de albergar ni siquiera una política sanitaria común ni de enfrentar la pandemia colectivamente. Desde que la elite capitalista se negara a pagar impuestos, los Estados han ido enflaqueciendo en sus funciones públicas, las cuales han ido siendo traspasadas al capital privado (otras dos de las razones para las que se constituye la UE). El impacto de la pandemia está poniendo a todos de acuerdo en la activación del cajero automático europeo. Nadie quiere pagar impuestos, casi todo el mundo mira indiferente a la destrucción del Estado social en manos de empresas privadas, pero ahora todos quieren ayudas del Estado (hasta Burger King y Mac Donalds nos piden solidaridad). Sin ingresos, con cada vez menos porciones de la economía en sus manos, ¿cómo pueden los Estados hacer ese milagro? Sólo hay una manera: a través de grandes millonadas de “dinero mágico”, sin valor alguno asociado a la producción, del mismo calibre que el que se han venido inventando para salvar a las Grandes Empresas y Bancos “demasiado grandes para caer” (alrededor de 15 billones de dólares sólo entre las principales economías mundiales) y hacer creer que el sistema capitalista sigue funcionando. Pero en lugar de ayudar a las sociedades, demasiadas de las enormes sumas de ese “dinero mágico” distribuidas por la UE van directamente a los bolsillos de las mafias. Comida basura, actividades contaminantes, grandes organizaciones criminales, gigantes tecnológicos, son los principales beneficiarios de la crisis, aparte de la Gran Empresa y la Gran Banca, con actividades a menudo difíciles de separar de las anteriores.

Mientras, desde principios de 2020 la pandemia ha empeorado trágicamente las condiciones de vida de la mayoría de la población mundial, ya seriamente golpeada por el último estallido de la Larga Crisis, en 2007-2008. Hoy que la economía se va descosiendo, ningún bombardeo de propaganda de los grandes media puede esconder el colapso práctico e ideológico de esa excrecencia del capitalismo degenerativo que es el neoliberalismo. Su escandaloso fracaso al lidiar con el covid-19 es manifiesto y refleja el declive de todo “Occidente”.

¿Alguien se ha parado a sacar conclusiones de porqué en China y Vietnam sí han intervenido bien frente al virus, y en Cuba, a pesar del incesante asedio que sufre desde hace más de medio siglo, se le tiene altamente controlado, al tiempo que exporta atención contra el covid-19 al resto del mundo? ¿Alguien ha reflexionado sobre el lío que se ha montado en Gran Bretaña ante el Breixit y el “bloqueo comercial” de unos días, y cómo estaría si llevara alrededor de 60 años totalmente bloqueada por el mundo “occidental”, como Cuba, o como Venezuela durante ya dos décadas, países que, entre otros, siguen asediados en plena emergencia sanitaria mundial por nuestras “democracias”?

Aquí, tras meses de sufrimiento de la pandemia, atravesamos una segunda ola y según nos dicen estamos a las puertas de una tercera. Los casi únicos mecanismos para combatirla han sido de nuevo los cerrojazos de negocios, el encierro de la población y los toques de queda (tácticas de guerra aplicadas a la sociedad). Todos estos meses desde la primera ola no se han aprovechado para aumentar significativamente las unidades de emergencia, que siempre nos dicen que “corren el riesgo de saturarse”. Ninguna inversión estructural seria en mejorar los servicios de salud pública, en revertir su obscena privatización, en mejorar las condiciones de trabajo de sus profesionales ni en reforzar permanentemente sus plantillas. En el maravilloso mundo del capital la medicina preventiva no tiene cabida (ya que no da beneficios a las grandes compañías farmacéuticas). Como circula por eso que llaman “redes sociales”, “pensar que las grandes farmacéuticas estén interesadas en la salud es como creer que las empresas fabricantes de armas están interesadas en la paz”. Y atención, sobre las vacunas la Coordinadora Antiprivatización de la Sanidad nos avisa en su página https://www.casestatal.org/es/2020/12/el-medicamento-como-negocio-y-dudas-razonadas-acerca-de-la-vacuna-de-pfizer-biontech/ de que “la UE y los gobiernos como el nuestro han colaborado decisivamente en la preparación del negocio destinando a la compra coordinada de vacunas, aun sin conocer resultados contrastados. Se han destinado para ello 1.200 millones de euros a sufragar por los estados miembros y adoptando el escandaloso acuerdo de que sean los gobiernos respectivos, con nuestro dinero, los que sufraguen las indemnizaciones por efectos nocivos de las vacunas” (también vale la pena ver el análisis de Ángeles Maestro sobre lo que se está haciendo con la pandemia, en https://blogs.publico.es/dominiopublico/35381/el-estado-de-alarma-instrumento-de-control-social-a-las-puertas-de-un-cataclismo/).

Este segundo (o casi tercer) cerrojazo está desquiciando las sociedades. Hay ya una sensación generalizada de abatimiento. Ya no circulan las bromas en “whatsapp”, ya no hay aplausos desde los balcones, el calor y la solidaridad vecinal se esfuman, la ciudadanía hace lo que puede por protegerse y a la vez no deprimirse del todo, pero los casos no dejan de multiplicarse. Buscamos cierta “libertad”, “contacto” y “capacidad de hacer” a través de mecanismos como los “Zoom meetings”, pero al final son estos últimos los que nos han engullido y multiplicado nuestra ansiedad y nuestro esfuerzo. Las elites y sus poderosos medios de difusión están empeñados en hacernos soñar con una recuperación venidera. Pero el pasado no va a volver. Esta pandemia es sólo un paso más de la decadencia de un sistema que se muestra crecientemente incapaz de mantener su economía a flote ni de preservar la salud de sus poblaciones, como ya expliqué al comienzo de 2020 (https://blogs.publico.es/dominiopublico/30412/empiezan-los-20-los-terribles-20/), antes de saberse que se nos venía tal pandemia. Ante el derrumbe económico que ahora nos cae encima, el colapso del hábitat, el tiovivo climático, la destrucción social, las sucesivas crisis sanitarias, de hambre, de pérdida de agua potable que azotan al mundo, el agotamiento de los bancos de pesca… ¿qué esperamos?, ¿quizás que sea el turismo el que salve a la humanidad?

No, el futuro no va a ser lo que era, viene un mundo diferente, con cada vez menos empleo en una economía digitalizada y automatizada, y con cada vez más riqueza concentrada en menos manos, Grandes Grupos que se fusionan, ministros y ministras que después de servir sus intereses ocupan altos cargos en ellos… Sin Banca ni Farmacéuticas públicas, con pensiones, coberturas y servicios menguantes, pero con cada vez más sofisticados sistemas de vigilancia, control y creación de “realidad”, la ciudadanía queda desamparada.

Y no, el pasado tampoco va a volver -ni el «viajero masa global» (desempleado y “despensionado”) va a reaparecer como rescatador de la economía-, a pesar de que nuestras “izquierdas integradas” se empeñen en querer regresar al keynesianismo y en prometernos que en adelante el capitalismo se hará bueno estando ellas, aunque sea de forma subordinada, en el gobierno (qué triste ironía, la mayoría de los PC europeos tiraron la toalla justo en la fase de derrumbe del capital. Hoy vemos a algunos de ellos intentando levantar la economía capitalista y dar imposibles recetas socialdemócratas, animándonos a “vencer juntos al virus” y a convencernos que “de esto sólo salimos juntos”, como si la sociedad no estuviera dividida en fuertes intereses de clase, y unos no se estuvieran forrando a costa de la desgracia de los más. Por supuesto que mientras dicen esas frases bonitas (y otras tan falsas como el mantra de “para no dejar a nadie atrás”), y no arredrados por sus propias contradicciones, practican el seguidismo de las directrices de la OTAN, de la UE y del orbe gran-empresarial).

Con los demócratas estadounidenses el mundo no será mejor. Tampoco con un capitalismo en caída libre que nos deja con cada vez menos medios de vida. ¿A nadie le parece que en vez de intentar desesperadamente reanimarle o blanquearle no es hora ya de emprender políticas valientes de ruptura, de movilización y lucha social, al estilo de lo que proponen Amaia Pérez y Gonzalo Fernández en https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/si-hamster-dejara-mover-rueda-capitalista-ii_129_6490108.html?  El ciclo de convulsiones y posiblemente de transformaciones se acelerará en 2021 a pesar de todas las pandemias. A demasiadas izquierdas les pillará, una vez más, con el pie cambiado.

(Publicado en Observatorio de la Crisis, el 2 de enero de 2021)

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