Elecciones en condiciones de injusticia. Farruco Sesto
Lo tuvieron delante de los ojos y no lograron verlo. Es increíble. Me refiero a los observadores de la Unión Europea destacados para las pasadas elecciones de Venezuela, quienes tuvieron, repito, ante sus ojos de forma nítida y particularmente clara, el factor que impide que nuestras elecciones sean justas.
Pero ellos no lograron o no quisieron advertirlo y, mucho menos, escribirlo en su informe.
Y es que ese factor que hace que nuestras elecciones no tengan las condiciones necesarias para ser justas, es un hecho objetivo, tremendamente contundente. Veamos.
Seguramente todos recordamos de nuestra infancia un episodio a modo de juego, en el cual un compañero más fuerte te retorcía el brazo en la espalda, cada vez más duro, mientras te conminaba: “Di: soy un tonto. Di: soy un tonto”, y así seguía hasta que ya en el límite de tu resistencia eras obligado a ceder por la fuerza y exclamar: “sí, sí, soy un tonto, un tonto, lo que tú digas”.
Esa es exactamente la perfecta imagen que explica la situación de injusticia en que se dan nuestras elecciones. La de un pueblo al que le retuercen el brazo como estrategia imperial para que acepte el sometimiento y llegue a decir por fin: Ay, no soy chavista, no soy chavista.
Lo curioso del caso es que la imagen, que es la misma del juego al que me refería, no la inventé yo, sino que la trajo a colación el propio Obama, cuando en su entrevista en febrero de 2015 para el portal estadounidense Vox (tal como lo reseña Reuters) explicó que EEUU “en ocasiones tuerce el brazo a los países cuando no hacen lo que queremos” y que “si no tuviéramos esa dosis de realismo no alcanzaríamos nuestros objetivos”. Más claro, agua.
Lo bueno de todo esto es que, para sorpresa del mundo entero, y sobre todo de sus agresores, Venezuela no se ha quebrantado, ni ha cedido, ni renunciado a su camino. Cuando el imperio más perversamente poderoso de la historia es el que nos retuerce, ya no el brazo sino la propia vida, nuestro pueblo no deja de demostrar una entereza y una dignidad que hacen historia. ¡Inmenso y bravo pueblo, el nuestro!
Pero esto no parecen verlo los informantes de la UE. La realización de esas elecciones en tales injustas condiciones de agresión inaudita no parece decirles nada. No es para ellos, o no parece serlo, un dato importante de la realidad que deba ser reseñado.
Y es que son unos pillos. Unos mandados. Unos mercenarios. Unos pobres diablos y diablas de la policía imperial. Así lo digo sin que me quede nada por dentro. Y digo también: ¡Vaya Unión Europea tan desalmada, anacrónica y sumisa a los intereses de los EEUU! ¡Que poco interesante nos resulta a quienes apostamos por la dignidad del ser humano y la soberanía de los pueblos!
(Publicado en Correo del Orinoco, el 2 de noviembre de 2021)