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Fidel y Chávez: la Revolución como objetivo. Farruco Sesto

Revolución es sentido del momento histórico, es cambiar todo lo que debe ser cambiado
Fidel Castro 1.05.2000

No se trata de una revolución pasajera, no se trata de una revolución de mentira, Se trata de una revolución socialista
Hugo Chávez, 12.02.2008

De Fidel y Chávez, o dicho un poco más formalmente, de los comandantes Fidel Castro y Hugo Chávez, creo que se debe valorar de modo especial, por encima de cualquier otra consideración, el hecho de que hayan dedicado toda su existencia, desde que surgieron tempranamente a la vida política, a promover y convertir en contundente realidad la idea de Revolución. Cada uno de ellos dentro de sus especiales circunstancias. Y todo por amor a la humanidad, concretada, en sus casos, en Cuba y Venezuela.

Voy a tratar de argumentarlo.

En una sociedad estructuralmente injusta, así lo pienso, solo hay una manera plenamente digna, y sin matices, de ejercer la política: hacerlo para transformar el mundo, para ennoblecer la vida, nada menos que eso, en la escala donde se tenga que actuar. Es bajo esa premisa que un luchador social se convierte en revolucionario: cuando pasa a considerar la Revolución como el más grande objetivo político. Puesto que, para él, cualquier otra intención será siempre insuficiente

Muchos son, y han sido, los hombres y mujeres que se involucran en ese ejercicio revolucionario. De entre ellos, cuando las circunstancias lo determinan, surgen, y surgirán siempre, los lideres necesarios que, en nombre de muchos, e implícitamente de todos, van a asumir las exigentes tareas que un liderazgo de ese tipo impone. Entre ellas, la de echarse a la espalda, de por vida, personalmente, la propia idea de revolución con todos los compromisos que ello implica.

Nada fácil, por cierto, hay que subrayarlo, porque en una revolución se triunfa o se muere, como lo afirmó el Che. Quien también dejó escrito que el verdadero revolucionario está guiado por grandes sentimientos de amor. Y el amor, como todos sabemos, es así de exigente.

A mi modo de ver, esto es lo que tuvieron, y tienen, en común estos dos comandantes entrañables para nosotros, Fidel Castro y Hugo Chávez: el haber asumido el ejercicio plenamente digno y sin matices (repito la frase para recalcarla) de la lucha por una revolución, que los llevó a ejercer ejemplarmente ese papel de líderes ante sus pueblos y para la historia.

Aquí surge una pregunta que considero esencial. ¿Cuál es el origen de esta vocación revolucionaria? ¿De dónde nace la primera motivación para asumir de tal manera, la lucha política? Yo me atrevería a decir que viene de una pulsión moral, a partir de una mirada sensible y rebelde frente a la injusticia.

El comandante Chávez nos lo dijo un día, reflexionando sobre ello: “En verdad por ahí comienza todo, por un dolor”, refiriéndose justamente a a esos inicios de su vida política: todo por comienza por un dolor. Es decir, por el dolor ajeno, que se asume como propio. “Los dolores de ver un pueblo en la miseria, un pueblo explotado, de ver la represión de los años 60”.

Es, a partir de ese dolor cuando, en la exploración inteligente de la realidad para descifrarla y comprenderla, aparecen determinadas respuestas que le cambian a uno la vida y la mirada. Y por ahí se va todo, tomando su curso, una vez comenzado. Es un proceso.

Las entrevistas de Ignacio Ramonet a cada uno de los comandantes (100 horas con Fidel y Hugo Chávez, mi primera Vida) son imprescindibles para conocer de primera mano, a través de sus propios testimonios, cómo se dio, en el caso de ellos, ese proceso inicial de formación y auto formación, que los condujo a la idea de una revolución profunda, como la única alternativa posible a un estado de cosas que se sostiene sobre la injusticia estructural.

Y de allí viene la posición ética indeclinable para seguir manteniendo la mirada primigenia sin traicionarla. Y de allí viene la fuerza moral que se necesita para actuar en consecuencia.
Una fuerza moral, que inexorablemente, presupone la serie de cualidades que distinguen a los líderes revolucionarios, y que en Fidel y Chávez se ejemplifican de manera perfecta.

Entre esas cualidades, el apego al conocimiento generador de conciencia, el compromiso, la valentía, la constancia, la coherencia, la lealtad, el culto a la verdad y el convencimiento de que sin la acción (revolucionaria) nada es posible. A lo que, en ambos casos, se suma una inteligencia política excepcional.

Todos quienes de una manera u otra conocieron a los comandantes Fidel y Chávez, y no me refiero solo a personas, sino incluso a generaciones completas, saben cómo estas cualidades se encarnan perfectamente en ellos, tanto en sus arduas luchas para que el pueblo alcanzase el poder, en Cuba, en Venezuela, como en su manejo del poder, una vez alcanzado, por parte del gobierno revolucionario que dirigían. Siempre con el desarrollo de la revolución como objetivo.

Todos recordamos aquella ávida pasión por el saber en ambos comandantes. Y por el estudio. En los libros, o donde quiera que el conocimiento estuviera depositado. Hablar con cualquiera de ellos (y me consta) era sentarse ante una mesa de interrogatorio. Sed infinita de saber, la de ellos, contrastando opiniones y datos, desmenuzando circunstancias, y extrayendo el conocimiento de donde quiera que se encontrase. Abriendo caminos, por su parte, con una capacidad prodigiosa.

Compromiso absoluto, en ambos, sin medias tintas, ni tibiezas de ningún tipo. Radicales, de ir a la raíz de las cosas, jamás nadie podrá acusarlos de colocar cualquier otro objetivo por delante de la propia revolución.

De una valentía total, indiscutible. Para enfrenar lo que tuvieran que enfrentar. Constantes, en la pulsión hacia el objetivo, como hubiera dicho Chávez. Coherentes, sin que ninguna circunstancia pudiera obligarlos a renunciar a sus principios. Tanto en La historia me absolverá, como en el Libro Azul, están trazados los programas completos de sus vidas políticas, sin que en ningún caso tuvieran que desdecirse de sus palabras

Lealtad a unos principios. Lealtad a los compañeros. Lealtad a los pueblos. Lealtad no sometida a cálculo político, como ocurre frecuentemente en el universo de las izquierdas, incluso en algunos de sus notables, sino como regla de juego del comportamiento.

Práctica de la verdad, como valor político. “Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario.” Lo dijo Fidel. “ Esta revolución se asienta sobre la verdad” Lo dijo Chávez.

Y la acción como cauce para la transformación. Hombres de acción en el mejor sentido del término. Pues aun siendo, como eran, tan grandes comunicadores, sabían, sin embargo, siguiendo a Martí, que “hacer es la mejor manera de decir”.

Sobre su inteligencia política, seguramente ya todo está dicho. ¿Qué añadir? Seguro es que no estaríamos aquí hablando de estos líderes si no fuéramos hijos de su pensamiento dialéctico probado en mil batallas. Una buena muestra de esa sabiduría está en la creación de ese consecuente espacio de unidad de pueblos y gobiernos que hoy es el Alba-TCP.

Escribo estas palabras, pues, sobre Fidel y Chávez, como pequeño homenaje a su presencia permanente entre nosotros, con motivo del veinte aniversario de la creación del Alba.

(Publicado en la revista HUMANIDAD EN RED, Nº2)

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