Fidel y la permanencia en el tiempo
Sobreponiéndose al paso del tiempo, las ideas y el ejemplo de Fidel Castro permanecen, tras cuatro años de haber entrado con todos los méritos al parnaso de los pensadores revolucionarios y de haber sido absuelto por la historia, ganando su lugar con la convicción irreductible de que las palabras han de ser acompañadas por actos que las expliquen y las pongan en práctica, materializando la congruencia que José Martí sintetizara magistralmente al indicar que: “Hacer es la mejor forma de decir”. Fidel, alumno fiel de Martí, supo poner en acción el ideario revolucionario cubano y latinoamericano, reconociendo las aportaciones del marxismo y el humanismo en su sentido más puro, el carácter híbrido de las ideas surgidas por y en la Revolución cubana, pusieron desde su origen de cabeza muchas de las fórmulas santificadas por la pureza de izquierda, para demostrar que ante todo, son los pueblos conscientes los que hacen las grandes transformaciones y no las explicaciones teóricas de escritorio o exportadas de otras latitudes pero inadaptables a la realidad especifica. El análisis concreto de las fuerzas productivas, las condiciones de vida, los niveles de conciencia y la forma del régimen a transformar fueron algunas de las valoraciones efectuadas por Fidel para poder concluir que sí era posible un proceso revolucionario en Cuba. La ruptura con las viejas tradiciones ortodoxas y esquemáticas es una de las primeras grandes enseñanzas de Fidel; el puntual análisis de las condiciones concretas abre el camino para las verdaderas revoluciones.
El pensamiento de Fidel es heredero de la tradición latinoamericana y universal, su espíritu integrador de los países de Nuestra América y del llamado “Tercer Mundo”, así como la estirpe anticolonial y antiimperialista manifiesta en sus actos e ideas, retoman los sueños de Simón Bolívar, Francisco Bilbao, José Martí, José Carlos Mariátegui y su entrañable amigo Ernesto Che Guevara, entre muchos otros, para sumarse a los preceptos autóctonos conjugados con el marxismo-leninismo aprendido al calor de las batallas, es decir, en la praxis verdadera de la revolución latinoamericana, siempre ponderando el humanismo en primer lugar, al grado ejemplar, de que si bien durante sus años al frente de la Revolución cubana tuvo que enfrentar todo tipo de ataques del imperialismo estadounidense, Fidel afirmó en más de una ocasión que: “No somos antiamericanos. Somos antiimperialistas”. El respeto que sintió por los pueblos y su derecho a existir condujo sus pasos y lo sensibilizaron por encima de cualquier diferencia política o ideológica, algo que poco se ha entendido de la grandeza del líder revolucionario cubano, otra de sus grandes enseñanzas para los futuros proyectos emancipadores.
La moral y la ética tienen un lugar prioritario en el pensamiento de Fidel, la crítica y la autocrítica que puso al servicio de la lucha, lo llevaron a rectificar sin temor algunos pasos dados que según los análisis y resultados se alejaban de los objetivos esperados por la revolución, algo singular para un líder de su magnitud, pues a diferencia de lo que suele decirse en la propaganda capitalista sobre él, Fidel fue sensible a las necesidades del pueblo, se mantuvo abierto al debate de ideas y a la confrontación del pensamiento con la realidad, escuchó desde la base los razonamientos y los sentires emanados del diario vivir, por eso, la moral ocupa un lugar irreemplazable en su pensamiento de un hombre dedicado a hacer con integridad lo que sus ideales predicaron, sin traiciones o claudicaciones en el beneficio propio. Fidel fue y es ejemplo cabal de la congruencia en el decir y el hacer, en el actuar ético y en la construcción de valores revolucionarios transmitidos al pueblo como guía para resistir y persistir a pesar de los embates del imperialismo como el bloqueo genocida o la propaganda negativa que a lo largo del mundo difunden los grandes consorcios mediáticos del capitalismo. El pueblo cubano ha demostrado en estos sesenta años de revolución una moral y una ética irreprochables que se inspira en la figura de su líder y otros próceres, el Movimiento 26 de Julio, desde sus primeras acciones, se condujo con esa moral y ética revolucionaria que le llevó a la victoria definitiva.
La internacionalización de la dignidad y del sueño de un mundo mejor, se manifiesta hoy en los médicos que recorren el mundo, enfrentando enfermedades, pandemias e injurias; frente al Imperio que distribuye armas y destrucción, Cuba bajo el ejemplo de Fidel distribuye apoyo y solidaridad humana por lo ancho del orbe. La victoria de Fidel no radica únicamente en que sobrevivió a los ataques en su contra; radica en que su ejemplo es humanidad, en que hoy Cuba brilla en lo alto de la geografía humana. Fidel se fue para regresar como regresan los imprescindibles, en cada mujer y hombre que sigue y seguirá defendiendo a la humanidad en cualquier rincón del mundo.
La liberación de los pueblos del yugo capitalista; la construcción del socialismo; la interpretación de la utopía en tono positivo y posible; el marxismo latinoamericano; las políticas internacionalistas a favor de la humanidad; el antiimperialismo y anticolonialismo; la cultura, el deporte y la educación entendidos como elementos fundamentales para el mejoramiento humano, para su desarrollo pleno en plano individual, pero sobre todo, su utilidad en la construcción de sociedades justas, equitativas e igualitarias; los valores y la ética revolucionaria como aspectos integrales de la formación de los seres humanos nuevos, entre muchos otros temas, tienen en la obra de Fidel una vasta producción que deberá estudiarse, analizarse y de ella extraerse las enseñanzas teóricas y prácticas en los próximos años; su ejemplo es la praxis en su concepción marxista más pura: la actividad transformadora. Fidel es praxis porque contribuyó a la transformación de la realidad de Cuba, Latinoamérica y el mundo.
La vigencia de Fidel está en su diálogo permanente con la realidad, en el cuestionamiento de todo, principalmente de sus propias ideas, en la lectura y la relectura de los clásicos del pensamiento, pero no para copiar e imitar, sino para que desde lo concreto aportar nuevas maneras de transformar y crear verdaderos cambios revolucionarios. El reclamo que Fidel hizo a los intelectuales y artistas continúa latiendo en el seno mismo de nuestras sociedades, en las cuales, el compromiso es igual o más urgente, en donde la palabra como las imágenes tienen que servir al bienestar, superando esquemas, moldes, prejuicios y falsos postulados; la propia definición de revolución y de socialismo fue puesta en cuestión por Fidel y la Revolución cubana. Los nuevos proyectos socialistas y revolucionarios tienen en las ideas de Fidel enseñanzas indispensables a plantearse. El futuro mismo de la humanidad ha de encontrar respuestas en las palabras de un hombre que revolucionó todo, hasta su propia esencia, negándose a ser monumento para permanecer en el tiempo.