Grupo de La Haya: por fin una reacción digna contra la barbarie USA/israelí. Pedro López López
Por fin, un grupo de países ha decidido hacer algo más que declaraciones impotentes, equidistantes y cobardes en su cinismo, algo más que ponerse de perfil y algo más que esperar que la paz llegue como por arte de magia a Palestina.
Y la paz, si no cambian las cosas, será la paz de los cementerios y de los resorts ideados y publicitados por dos gobernantes que deberían ser juzgados por genocidio ante la Corte Penal Internacional, los de Israel y Estados Unidos. Evidentemente, Israel es el perrito faldero que se pone chulo con otros perros porque el amo lo tiene cogido por la cuerda y protegido ante cualquier perro grande.
Ya que tanto Netanyahu como Trump se consideran expertos en derecho penal internacional, al nivel de catedráticos como mínimo, y aseguran con todo su prestigio intelectual (?) que lo que está pasando en Palestina no es un genocidio, está clara la desautorización de lo que puedan declarar la Corte Penal Internacional o la Corte Internacional de Justicia o sus expertos, que quizás hayan obtenido el puesto en una rifa, según deben de pensar estos dos matones. Desde luego, Netanyahu y Trump saben de genocidio como para dar lecciones, al menos sobre cómo perpetrarlo. No hace falta que estos órganos internacionales se pronuncien, ya ellos nos aseguran que en Gaza no hay genocidio ni apartheid (un crimen contra la humanidad), y su palabra vale oro, a su criterio. Aunque tengamos fotos, vídeos, testimonios de soldados y de víctimas y pruebas diversas, para ellos basta decir que no hay genocidio y no hay más que hablar; es más, cualquiera que pronuncie la palabra para referirse a lo que está haciendo Israel respaldada por su primo de Zumosol, pasa a ser enemigo, sionista y cómplice de terrorismo al que hay que criminalizar como sea. De hecho, ya empiezan a ser detenidos acusados de terrorismo los que se manifiestan contra el genocidio.
Le trayectoria de Estados Unidos y de Israel en cuestiones de derecho internacional en materia de derechos humanos está exenta de contradicciones, impoluta; o sea, no han hecho ni puñetero caso a los órganos competentes de Naciones Unidas ni al espíritu ni a la letra de las fuentes del derecho internacional de los derechos humanos, el derecho penal internacional y el derecho humanitario (aplicable en conflictos bélicos). Las resoluciones emanadas de Naciones Unidas han sido ignoradas como si oyeran llover. Pero no solo se saltan a la torera todos los pronunciamientos de Naciones Unidas cuando no les interesan. Cuando relatores y observadores de la ONU les resultan molestos, los atacan, denigran, desacreditan, presionan y todo lo que haga falta para quitarlos de en medio.
El último caso ha sido el de Francesca Albanese, sancionada por Estados Unidos y odiada y vilipendiada por Israel, pero la lista de amenazas a personal de la ONU y de declaraciones y gestos hostiles, es larga. También aquí entra la Corte Penal Internacional, sancionada en febrero de este año.
Cuando en 1980 la Unesco publicó el informe Un solo mundo, voces múltiples, sobre información y comunicación en el mundo, conocido como Informe MacBride, presidido por el irlandés Sean MacBride (premio Nobel de la Paz en 1974, en un llamativo contraste con el del año anterior, concedido a Henry Kissinger), un informe que abogaba por el derecho de todos los países a acceder a las nuevas tecnologías y a emitir cualquier tipo de información. Pero como esto podía perjudicar los intereses económicos de los países más desarrollados, Estados Unidos se desmarcó de las recomendaciones de eliminar los desequilibrios mundiales en materia de información y comunicación, de controlar el monopolio en la comunicación, de suprimir barreras de acceso a la información y de asegurar una pluralidad de fuentes y canales de información. Así que enseguida anunció que dejaba de formar parte de la UNESCO, lo que hizo que este importante informe se considerara “un conjunto de proyectos sovietizante” (como se sabe, Estados Unidos ve comunismo en cualquier proyecto, escrito, propuesta, etc. que proponga algo que beneficie a los pueblos). Se desacreditó el informe MacBride con el pintoresco argumento de que era incompatible con las libertades de expresión e información. Sean MacBride fue desprestigiado y el director general de la UNESCO, el senegalés Amadou-Mahar M’Bow, relevado de su cargo. Una reacción quizás no tan llamativa en un país donde el presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones, Mark Fowler, se refirió a la televisión como una “tostadora con imágenes”
Hostigamientos y ataques a la credibilidad de cualquiera que pusiera un pero a los proyectos imperiales del país que se considera sheriff del planeta han sido frecuentes. Podemos recordar el caso de Jean Ziegler, sociólogo suizo que fue relator de Naciones Unidas del derecho a la alimentación durante varios años, o el de Scott Ritter, el inspector de Naciones Unidas que se empeñaba en no ver armas de destrucción masiva en Iraq.
Por supuesto, Israel, amén de hacer sistemático caso omiso a las resoluciones de Naciones Unidas, también ataca a quien lo acusa con sobradas razones. Un caso llamativo fue el del Informe Goldstone, emitido en noviembre de 2009 a raíz de la Operación Plomo Fundido en Gaza (enero de 2009, 1314 palestinos muertos y 5300 heridos). El juez Richard Goldstone, director del informe, fue objeto de una brutal campaña de intimidación y difamación, según el historiador Illan Pappé, entre otras voces. Como resultado de dicha campaña, Goldstone se retractó de afirmaciones del informe que había dirigido, algo inaudito, y el Senado de Estados Unidos aprobó una resolución que pedía a la ONU que se anulara el informe. Como vemos, sincronización perfecta, como siempre.
El mundo, contemplando durante décadas este infame teatro, y las Naciones Unidas zancadilleadas continuamente para hacerlas inoperantes; la Unión Europea, sin atreverse a cuestionar el guion impuesto por el emperador de opereta Trump y el genocida Netanyahu.
Afortunadamente, el Grupo de la Haya, formado el 31 de enero de 2025, está dando una lección de dignidad al atreverse a hacer frente a la demolición que el imperio estadounidense lleva décadas haciendo con el derecho internacional en materia de derechos humanos y reunirse para acordar medidas concretas, en vez de lanzar palabras huecas que se lleva el viento. Estas seis medidas han sido aprobadas el pasado día 16 en Bogotá, con la asistencia de una treintena de países y la de la relatora Francesca Albanese:
- Se impedirá el envío de armas, municiones, combustible y equipos militares a Israel, para evitar que las industrias de estos países contribuyan al genocidio y a otras violaciones del derecho internacional.
- No se permitirá el paso ni el servicio en puertos a buques que representen un riesgo claro de transportar ese tipo de materiales a Israel, cumpliendo con el derecho internacional.
- Se prohibirá que buques con bandera de estos países transporten armas o suministros militares a Israel.
- Se revisarán de forma urgente todos los contratos públicos con Israel, para evitar que fondos o instituciones respalden la ocupación ilegal, y para asegurar que nadie dentro de estos países contribuya a mantener esa situación.
- Se insistirá en el compromiso de investigar y juzgar crímenes graves bajo el derecho internacional, tanto a nivel nacional como internacional, para garantizar justicia a las víctimas y prevenir nuevos crímenes.
- Se apoyará la jurisdicción universal, según lo permitan las leyes de cada país, para juzgar crímenes cometidos en el territorio palestino ocupado.
Son medidas para intentar arrancar el motor averiado del derecho internacional, sin el cual el planeta queda en manos de gorilas y gánsteres que desprecian el mundo civilizado del derecho y la democracia y que, además, necesitan del odioso comercio de las armas para su lucro y para el control abusivo del planeta, que afortunadamente están perdiendo.
(Publicado en Lo Que Somos el 21 de julio de 2025)