Judith Butler o el fetichismo de la mercancía intelectual. Tita Barahona
La filósofa Judith Butler, principal productora de la teoría queer e inspiradora del movimiento de la “identidad de género”, volvió recientemente a Madrid tras su visita a Barcelona el pasado mes de enero para recibir el Premi Internacional Catalunya que concede la Generalitat.
Todos los grandes medios publicaron la noticia de su nueva visita, no sin añadir a su presentación la preceptiva etiqueta de ser “la personalidad intelectual más influyente del mundo”.
En esta ocasión se le concedió la medalla de oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Al acto acudió la ministra de Igualdad, Irene Montero, que escribió en su cuenta de Twitter:
“Judith Butler es una referencia indiscutible para las feministas. Nuestra lucha colectiva avanza con pensadoras y activistas como ella”.
Seguramente, la señora Montero sabe que Butler no es una referencia para una parte importante del feminismo, que incluso la considera anti-feminista; pero conscientemente lo silencia, igual que lo hacen los medios corporativos al ocultar sistemáticamente que las críticas a Butler -como las que se expresaron en la Universidad Complutense donde dio una conferencia- provienen del feminismo. Llegan incluso al punto de asimilar esas críticas a las de la ultraderecha, por si cabía poca manipulación.
Así lo hizo el “progresista” diario Público en su noticia, donde señala que las protestas contra Butler en la Complutense no eran las primeras a las que la filósofa se enfrentaba:
“En 2017, la pensadora fue víctima de una caza de brujas en Sao Paulo. Una movilización en contra de los derechos LGTBIQ+”, que provino de la derecha evangelista.
Lo cierto es que el aparato académico-mediático-político ha convertido a la controvertida filósofa estadounidense en poco menos que una celebrity de la intelectualidad y el “activismo”.
Habría que preguntarse, ¿qué hace a Judith Butler ser objeto de tanto elogio, tantos premios, tantas traducciones, tantas entrevistas… mientras se orilla y ningunea a otras intelectuales que también escriben -sin tanta opacidad terminológica- sobre temas de sexo, género y feminismo, como, por ejemplo, sin salir de Estados Unidos, la profesora Martha Gimenez1?
¿Se trata de la calidad de sus escritos, la profundidad de su pensamiento, su claridad expositiva, su contribución a las luchas de emancipación social? Muy discutible.
Los intelectuales que están involucrados en el análisis materialista de la producción, circulación y consumo de los productos intelectuales ofrecen otra explicación.
En el mundo capitalista, lo mismo que hay una industria musical, del cine, de la moda, etc., también hay, aunque menos publicitada y reconocida, una industria de la alta cultura, de la teoría y los productos intelectuales en general, que está asimismo controlada por la clase propietaria de los medios de producción: la burguesía.
Esto ha sido así en toda la historia del capitalismo. El propio Marx ya señaló que las ideas dominantes en una época concreta son las ideas de la clase dominante.
Esta industria, que el filósofo Gabriel Rockhill llama “industria de la teoría global”, es la que se encarga de manufacturar ideas que pone en circulación y presenta como las más importantes de este particular “mercado”. Para ello cuenta con una infraestructura que incluye universidades, think tanks, fundaciones y agencias gubernamentales.
Esta red tiene la capacidad de transformar la producción de un teórico o una teórica particular en una mercancía que toda persona merecedora de llamarse intelectual debe leer y compartir, gracias a la amplia distribución y difusión que realiza de sus personas y obras.
Lo hizo tras la II Guerra Mundial, con los filósofos de la Escuela de Frankfurt, principalmente Horkheimer y Adorno (este último muy influyente en la obra de Butler) y con los filósofos franceses que son referencia del posmodernismo, como Jacques Derrida, Michel Foucault, Julia Kristeva, Jacques Lacan, entre otros, sobre los que el aparato analítico de la propia Judith Butler se basa en gran medida.
La industria de la teoría global recibe apoyo y financiación de agencias de inteligencia como la CIA, el MI6 británico y brazos del gobierno estadounidense como la USAID o la NED, así como de fundaciones ligadas a las familias de la oligarquía de ese país, como la Ford, la Rockefeller, la Carnegie y la Mellon.
En la fundación Mellon, Judith Butler fue investigadora principal en su sección de becas entre 2015 y 2020; becas que son soporte de los programas del Consorcio Internacional de Teoría Crítica (Consortium of Critical Theory Programme), de la que ella fue co-presidenta.
«Teoría crítica«, porque precisamente uno de los objetivos es comercializar a los productores y productos de la industria de la teoría global como “críticos” y “radicales”, pero una crítica y una radicalidad dentro siempre del campo anti-comunista.
Son intelectuales que critican ciertos aspectos del capitalismo o que incluso se presentan como marxistas, como es el caso del muy promocionado Slavoj Zizek, pero para los cuales no hay alternativa al capitalismo, porque -según ellos- la que hay es mucho peor. La propia Butler apoya al Partido Demócrata de su país. Lo ha demostrado en más de una ocasión donando a las campañas de Kamala Harris, quien, desde su anterior puesto de ex-fiscal, encerró en ese «instrumento de violencia» que, según Butler, es la prisión a miles de pobres y de minorías raciales.
Es decir: discursos aparentemente radicales, pero práctica política conservadora. Nada que suponga un desafío real al sistema de explotación y opresión que es el modo de producción capitalista. La obra de Butler es prueba de ello.
Estos intelectuales “críticos” y “radicales” son un soporte importante de lo que la CIA ha llamado la “izquierda compatible”, es decir, la que ahora pasa por ser izquierda y está presente en los parlamentos y los gobiernos: compatible con el capitalismo y con el imperialismo.
No nos puede sorprender, por tanto, la cantidad de alabanzas que le dedican a Butler todas las figuras políticas de la izquierda compatible española, como es la ministra Irene Montero.
Esta izquierda solo se diferencia de la derecha en aspectos superficiales, generalmente de carácter socio-cultural, como es, por ejemplo, la llamada política de las identidades, a la que Butler contribuye con su discurso sobre los géneros. Ella ahora, de hecho, se declara “no-binaria” y pide que no se la trate de “ella” (she) sino de “elle” (they).
La industria de la teoría global, con sus mercancías intelectuales, de las que Butler es un producto estrella -quizás la más brillante de épocas recientes- es en realidad, como sostiene el profesor Rockhill, una parte importante del poder blando que se aplica en la guerra global contra el comunismo.
Y podríamos añadir, en el caso concreto de Judith Butler, contra el feminismo anti-capitalista.
(Publicado en Canarias Semanal, el 4 de noviembre de 2022)
Martha Giménez es profesora emérita de Sociología en la Universidad de Colorado (EE.UU), feminista marxista, autora del libro Marx, Women, and Capitalist Social Reproduction: Marxists Feminists Essays (2019). ↩