La otra guerra. El lince
Mientras todo el mundo mira hacia los tiros, la otra guerra cobra impulso. La comenzó Trump en 2018 cuando EEUU se retiró del acuerdo nuclear con Irán, la continuó un año más tarde al imponer aranceles a China y la está retomando con fuerza antes de asumir la presidencia. Al anuncio de imposición de aranceles del 60% a China (junto al 25% a otros países, como México y Canadá) se ha añadido el del 100% a aquellos países que, en mención expresa a los BRICS, no comercien en dólares. Eso, para empezar. Para ayudar a Trump (cosa que ha venido haciendo en todo su mandato, puesto que no solo ha seguido con los aranceles, sino que los ha incrementado), una administración Biden en agonía a finales de noviembre impuso más controles a las exportaciones de la industria china de semiconductores.
Pero con lo que no contaban ni uno ni otro, y lo que augura una nueva intensidad en la otra guerra, es que el mundo ya no es el que era en la primera presidencia de Trump (2016-2020) y EEUU ha perdido su predominio en casi todos los espectros durante la de Biden y por eso hay quien responde con dureza. China, por ejemplo.
Nada más insistir en lo de los aranceles, China ha respondido con una contundencia inesperada: la restricción casi total de la venta de minerales de tierras raras, que son un conjunto de 17 elementos fundamentales para la tecnología armamentística, especialmente. Lo ha hecho este martes.
La cosa está así:
Ya lo dijo China cuando Trump declaró una guerra comercial contra China durante su primer gobierno: “Es fácil iniciar una guerra comercial, pero no es fácil ganarla”. EEUU, como todo el Occidente colectivo, y como jefe de la mafia, sufre lo que se conoce como «negación freudiana», algo que ya he dicho aquí en más de una ocasión: el rechazo a hechos demasiado incómodos para aceptarlos, a pesar de ser una evidencia abrumadora. Pasa con la derrota que está sufriendo la OTAN en el país 404, antes concido como Ucrania; pasa en el IV Reich sionista, antes conocido como Israel; pasa con la expansión de los BRICS…
Y ahí está Occidente, insistiendo en las sanciones (ilegales, según el derecho internacional), en los aranceles (como los del zombi conocido como Unión Europea contra los vehículos chinos, entre otras cosas) y demás. Son comportamientos que arrojan al barro el mantra de la mafia occidental sobre «la economía de mercado», o «la competencia leal», o chorradas similares que se envuelven en los fantasmagóricos «valores occidentales».
La rapidez de China al responder con la prohibición del galio (produce el 98% del total mundial), del germanio (el 60%) y muchos otros, como el antimonio (48%), que ya había prohibido en agosto, pone a todo Occidente a los pies de los caballos dado que dos terceras partes largas de todo lo que se extrae en el mundo se hace en China. Así, todo el afán occidental de aumentar los gastos militares se encuentra ante el cuello de botella de los minerales raros. Sin ellos, lo mucho que puede hacer es modernizar algo lo que ya tiene, esas «wunderwaffen», esas armas maravillosas que arden igual de bien que sus antecesoras nazis. Es material de doble uso, por supuesto, pero el uso militar supera con mucho al civil.
No acaba aquí la cosa. Ayer la Sociedad de Internet de China, la Asociación China de Fabricantes de Automóviles, la Asociación de la Industria de Semiconductores de China y la Asociación China de Empresas de Comunicaciones emitieron declaraciones en las que decían que los chips estadounidenses ya no eran seguros ni fiables, y pidieron a las empresas nacionales que tuvieran cuidado al comprar chips estadounidenses. Los medios de comunicación chinos siguieron el ejemplo con artículos de opinión en los que afirmaban que los chips estadounidenses ya no eran seguros ni fiables. Así que se acabó. Quid pro quo. La mafia occidental, con EEUU a la cabeza, sigue creyendo que cuando ladra el mundo tiembla. Pero esa época ya pasó.
China dio el primer paso en agosto. Occidente, EEUU especialmente, no escuchó. Ahora ha dado otro mucho mayor a la espera de que la mafia occidental se dé por enterada. Sabedora que no será así por aquello de la «negación freudiana» en la que vive, ya ha dicho que ampliará las medidas restrictivas si Occidente no cambia de postura, que no lo hará. Por lo tanto, dentro de no mucho China volverá a golpear.
Ahora se ha dado un golpe fenomenal a la industria militar occidental, que tiene que correr buscando proveedores alternativos si quiere salir del atolladero en que la ha metido Rusia (y más si EEUU sigue con su histeria de Taiwan). Y, si los encuentra, no será en las cantidades que acaba de perder en China. No es el golpe definitivo, pero no le falta mucho.
(Publicado en el blog del autor, el 5 de diciembre de 2024)