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La presencia provocadora de un buque británico en las aguas de la Guyana Esequiba es más que un incidente. La historia como es. Farruco Sesto

Durante siglos, naciones europeas de vocación imperial lanzaron sus redes colonialistas sobre pueblos y culturas en los cinco continentes. La que mayor tiempo persistió como imperio de todas ellas fue, sin duda, Inglaterra (la vieja zorra avarienta, según León Felipe) que se desplegó por todos los mares, y sometió a los pueblos donde se instalaron sus instituciones coloniales, para el saqueo de los territorios. Todo eso a la fuerza y desde la fuerza. Aderezado, además, con el uso del engaño, la trampa, la astucia, la traición, y otras destrezas semejantes.

Fue ese mismo imperio británico, ladrón y filibustero por esencia, el que, a lo largo del siglo XIX, fue robando trozos de territorio a Venezuela, aprovechándose de su debilidad causada por la guerra de independencia, para anexárselos a la Guayana Británica. Se daba el caso de que Venezuela, con el Estado en período de rehacerse, y la población disminuida en más de un tercio, no tenía entonces la capacidad de controlar su territorio en toda su extensión.

Fue así como Inglaterra, forjando documentos y corriendo las líneas divisorias, se apropió de lo que hoy se conoce como la Guayana Esequiba, en el oriente del país, que formando parte de la Capitanía General de Venezuela (constituida en 1777) era parte, en consecuencia, del territorio liberado en el proceso de Independencia.

Sucedió también que, ya a finales del siglo XIX, ante la posición siempre reclamadora de Venezuela por el robo, el Reino Unido se confabuló con los EUA, para constituir un tribunal de arbitraje que decidiera al respecto. Tal tribunal se reunió en Paris, en 1899, sin participación de ningún venezolano, constituido por dos jueces norteamericanos, dos jueces ingleses y un ruso como presidente del tribunal, el cual, casualmente, era catedrático de las universidades británicas de Cambridge y Edimburgo. Como se puede deducir, toda una farsa forjada a espaldas de Venezuela para legalizar el latrocinio, por complicidad entre los dos imperios.

Venezuela nunca reconoció ese Laudo Arbitral y siguió presionando hasta que, por fin, ya en la segunda mitad del siglo XX, Inglaterra, próxima a darle independencia a la Guayana Británica, en 1966 aceptó firmar un acuerdo con Venezuela, en Ginebra, ante la ONU, donde, a partir de la premisa de que la controversia “debe, por consiguiente, ser amistosamente resuelta en forma que resulte aceptable para ambas partes”, se establecen algunos protocolos que, con el tiempo no funcionaron. Pero la premisa sigue allí, como línea maestra: “Amistosamente en forma aceptable para ambas partes”.

A partir de entonces, los distintos gobiernos de Venezuela y de la República Federativa de Guyana, ya como país independizado, supieron mantener un espíritu de no confrontación, con una controversia latente que no les impedía tener buenas relaciones. Hasta que, con el tiempo, el descubrimiento de grandes cantidades de petróleo en las aguas de la zona en controversia, y el otorgamiento irregular de concesiones por parte de Guyana a la ExxonMobil para su búsqueda y extracción, prendieron el fuego.

El caldero comenzó a hervir, con la presencia activa en la zona de la ExxonMobil, una de las mayores empresas petroleras del mundo, ligada estrechamente a la cúpula del poder norteamericano. Y junto a la Exxon, el Comando Sur de los EUA, también activo en la zona y con planes para colocar una base militar en el territorio.

La historia de los últimos acontecimientos en 2023 es conocida. Venezuela, con una larga trayectoria de rebeldía anticolonial y antiimperialista, no acepta ese estado de cosas y vuelve a poner con fuerza el asunto sobre la mesa. Su pueblo acude a un referéndum convocado por la Asamblea Nacional de Venezuela y aprueba, con una mayoría de 98%, cinco puntos de acción con relación al Territorio Esequibo, entre los cuales está su incorporación como el estado número 24 de la República Bolivariana. La posición firme de Venezuela es insistir en la vigencia del acuerdo de Ginebra como la única vía posible para resolver la controversia.

El día 3 de diciembre, invitados por la CELAC y el CARICOM, los presidentes Maduro e Irfaan Ali, reunidos cara a cara en Argyle, San Vicente y las Granadinas, acordaron seguir la vía del diálogo y la renuncia a cualquier escenario de confrontación bélica. Hay una tensa calma.

Una calma que se rompe, (y aquí pone su impronta nuevamente esa Inglaterra siempre filibustera de la que hablábamos) un buque de la armada británica cuando en los últimos días de diciembre, entra a navegar en forma provocadora en la zona marítima no delimitada de la Guayana
Esequiba.

Venezuela denuncia públicamente la violación del acuerdo y pone a la FANB en alerta defensiva.

Termina el año 2023 con el buque HMS Trent retirándose. Nace 2024, pero las sombras imperiales siguen presentes.

(Escrito originalmente en gallego para NÓSdiario)

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