La Revolución cubana sigue de pie
La primera vez que visité Cuba, hace ya dos décadas, tuve la oportunidad de hospedarme en el Hotel Duvil, ubicado frente al Malecón habanero. Justo entre esas calles, 27 años atrás, se suscitó una manifestación de inconformidad en la Isla alentada por la contrarrevolución, que entre otras cuestiones, dejó una gran migración y destruidos los ventanales de dicho hospedaje, pero sobre todo, dejó una muy clara imagen que pervive en la memoria de quienes presenciaron de una u otra forma aquellos hechos, y esa es, la imagen de Fidel Castro tras arribar al lugar de la inconformidad para directamente y sin ningún tipo de intermediarios dialogar con la población reunida. Así, lo que fuera usado por la ultraderecha y el imperialismo estadounidense como un acto de “libertad”, terminó siendo la conjunción de las voluntades revolucionarias marcadas por los valores éticos y morales que el proceso emancipador otorgó. Esa tarde, las piedras y arrebatos dieron lugar al grito conjunto a favor de la Revolución en señal y reconocimiento del compromiso con su pueblo.
Traigo a la memoria dicha referencia histórica a raíz de los acontecimientos del pasado domingo 11 de julio en algunos puntos de Cuba, en los que nuevamente grupos y agentes contrarrevolucionarios valiéndose de la compleja situación mundial por la pandemia de Covid-19 y por los daños materiales al pueblo de cubano generados por del bloqueo genocida implementado por el imperialismo hace 60 años, utilizan la necesidad para manipular y desatar una nueva campaña mediática que tiene como único objetivo propiciar una intervención militar de los Estados Unidos en Cuba. El grito de “libertad” termina siendo un eufemismo al estar desprovisto de un real plan o proyecto opositor al gobierno revolucionario, no se trata aquí de la petición de reformas y mejoras como acontece en las protestas que se registran a lo largo del mundo, se trata de la búsqueda del fin del proceso revolucionario y de la intensión de convertir nuevamente a Cuba en la colonia que fue bajo el dominio imperialista, por eso son actos contrarrevolucionarios.
El oportunismo del imperialismo utiliza la voz de los inconformes para querer orquestar un consenso y una campaña de “intervención humanitaria” que en realidad no significa otra cosa que la injerencia militar de los Estados Unidos y otras potencias a su servicio por encima de la soberanía y la autodeterminación del pueblo cubano, y esto puede quien guste comprobarlo buscando la definición de dichos términos. Aunado a esto, rápidamente la mayoría de los medios de comunicación reproducen el discurso imperialista que refiera a Cuba como una “dictadura”, pero habría que preguntarse quién puede sin traicionar a su propia patria hacerles el juego a esos intereses inhumanos y pedir para su país una invasión militar que como registra la historia, únicamente deja destrucción y muerte. La verdadera ayuda humanitaria es exigir el fin inmediato del bloqueo genocida.
En Cuba hay necesidades y deben ser atendidas, es preciso fortalecer el socialismo, pero a diferencia de lo que ocurre en los Estados Unidos y demás países capitalistas, el hambre, la explotación y la violación sistemática de los derechos humanos no es la política gubernamental, y eso es lo que no se le perdona y lo que sí se oculta. La Revolución cubana dotó a su pueblo de la dignidad y derechos despojados por décadas de opresión y aún a pesar de 60 años de bloqueo inhumano, ha logrado desarrollar la educación, la salud y el bienestar social general, sorteando carencias y agresiones constantes subsidiadas desde la Casa Blanca. Por ello, ver otra vez a un presidente cubano caminar sin miedo entre su pueblo como lo ha hecho Miguel Díaz-Canel en San Antonio Barrios de los Baños, al suroeste de La Habana, escuchando las necesidades directamente, es la mejor explicación del porque la Revolución sigue de pie, sorteando y venciendo tanta agresión imperialista.