Los bosques del planeta arden en el altar del Capitalismo, y sigue el sobreconsumo teledirigido
Los bosques del planeta están ardiendo en el altar del capitalismo: la quema es el mecanismo previo al saqueo capitalista. La Amazonía y otras zonas boscosas de la región, los bosques de África Central, el bosque tropical de Indonesia, arden. Gran parte de las áreas quemadas son bosque protegido: una vez arrasadas por el fuego, una vez desplazadas las comunidades indígenas, los territorios serán saqueados por multinacionales mineras, hidroeléctricas, del agro industrial. Cometiendo ecocidio y genocidio las multinacionales perpetran su acumulación capitalista: miles de especies son extinguidas, los últimos pueblos indígenas de los bosques tropicales sufren exterminio.
La burguesía transnacional coloca a sus matarifes más eficaces en las presidencias de países estratégicos (porque no nos engañemos, es la burguesía la que coloca presidentes, dirigiendo el «voto» a través de sus medios de alienación masiva). Así por ejemplo, en Brasil, país riquísimo en recursos, la burguesía colocó a un Bolsonaro que claramente expresó que «acabaría con las reservas indígenas» por considerarlas un obstáculo «a la economía», es decir por considerarlas un obstáculo al lucro que perpetran un puñado de multimillonarios. Por eso no se está agilizando el apagar los incendios en Brasil, porque hay una voluntad de quema. La burguesía echa mano de su herramienta fascista cuando pretende incrementar brutalmente los niveles de saqueo del medio ambiente e incrementar la tasa de explotación contra las y los trabajadores.
Por todo el mundo, impera la perversa lógica de capitalizar, de «liberar tierras de bosque» para lucrarse del territorio y sus recursos. El fuego avanza y no hay nunca suficientes hidroaviones para apagar incendios porque los Estados, funcionales al Capital, aducen que «no hay presupuesto para comprarlos», en cambio sí tienen presupuesto para comprarle decenas de aviones de guerra al complejo militar industrial, para inyectarle capital público a la banca privada, para gigantescos cuerpos represivos encargados de reprimir el descontento social que genera la explotación, la injusticia social y el saqueo.
En base al saqueo del planeta y a la explotación de las y los trabajadores, la clase explotadora perpetra la acumulación capitalista.
En el momento histórico que vivimos se agudizan las contradicciones. La contradicción de intereses entre la clase explotadora y la clase explotada se agudiza: la clase explotadora incrementa la tasa de explotación e intensifica su arremetida de privatizaciones, excluyendo a millones de personas de una vida digna, precarizando cada día más las condiciones de vida. La contradicción entre los intereses de la clase explotadora y la supervivencia del mismo planeta, también queda de manifiesto. La contradicción entre la naturaleza y un modelo socioeconómico perverso basado en capitalizar, es ya inocultable, cuando hay un «continente» de plástico flotando en el océano Pacífico; cuando el sobreconsumo teledirigido convierte al planeta en un basural; cuando los bosques tropicales, pulmones del planeta, son arrasados; cuando el modo de producción alimentario capitalista nos envenena; cuando un puñado de multinacionales modifican genéticamente las semillas y prohíben el uso de las semillas autóctonas; cuando se derriten los polos; cuando las emisiones de CO2 a la atmósfera, producto del modo de producción y consumo capitalista, son abrumadoras.
No obstante la evidencia de la devastación de la naturaleza, no obstante los discursos de los voceros políticos de la burguesía (que fingen preocuparse por el cambio climático), siguen vigentes todos los mecanismos de destrucción del medio ambiente, porque al capital no le piensan poner freno. Para que un puñado de multimillonarios acumule más y más riqueza, sigue vigente la criminal Obsolescencia Programada (se programa, desde la producción, que cada cosa dure un tiempo muy inferior al que podría durar, para fomentar la compra de otro objeto… la lógica aberrante del usar y tirar significa negocios para el gran capital); sigue también vigente la alienación masiva que perpetra la clase explotadora contra la clase explotada a través de sus medios de propaganda y publicidad, incitando incesantemente a las masas a consumir, a practicar una orgía de sobreconsumo que calcina al planeta. Los voceros de la burguesía proponen tiritas para la gangrena, medidas cosméticas: en vez de prohibir la Obsolescencia Programada, te invitan a llevarte una bolsa de tela para tus compras (o a comprar las bolsas de plástico), te proponen espejismos de «soluciones» siempre individuales, nunca se ataca la raíz del problema, y a estas alturas de la destrucción, hay que atacar la raíz sistémica de la depredación. La gangrena no se cura con cosmética. Por muy buena voluntad que tengamos a nivel individual, frenar la barbarie capitalista requiere de una toma de consciencia de la raíz del problema (no solamente de sus síntomas), requiere de una lucha colectiva.
La burguesía instala, a través de sus medios, la idea fatalista de que «el ser humano es malvado», para obviamente evitar ser señalada como la depredadora que es, para sembrar inmovilismo y el «sálvese quien pueda». Los medios nunca dicen que es la clase explotadora y su sistema capitalista el que origina esta devastación del planeta, esta devastación en la que también son depredados los seres humanos, porque también los seres humanos son intoxicados, alienados al punto de ser funcionales a este sistema, enajenados de toda empatía y de toda relación de armonía con la naturaleza.
Es la lógica del capitalismo: capitalizar cada día más, monopolizar en desmedro de lo que haga falta.
Desde la desaparición de la URSS, los niveles de acumulación capitalista, de concentración de riqueza en monopolios cada vez más descomunales, los niveles de explotación y saqueo, se han venido incrementando de manera brutal: es algo tangible y verificable. Al no haber contrapeso importante al capitalismo, las burguesías han procedido a desmantelar paulatinamente los llamados «Estados de Bienestar» en las metrópolis capitalistas, ya que no les son ahora necesarios para fingir la estafa del supuesto «rostro humano» del capitalismo. El capitalismo NO tiene rostro humano, y las caretas se caen cuando ya no son necesarias. La burguesía está hoy en una arremetida contra la seguridad social, contra las pensiones públicas, contra la educación pública, contra la sanidad pública, etc.
En cuanto a los países concebidos como meras «bodegas de recursos», los países de la periferia capitalista (los países de África, Asia y América Latina), ya sabíamos de la cara infame del capitalismo, porque llevamos décadas padeciendo la injerencia imperialista, padeciendo los golpes de Estado fomentados desde el Pentágono, los servicios secretos franceses, belgas, ingleses y demás potencias neocoloniales, contra todo gobierno que pretenda frenar el saqueo capitalista. Sabemos de la cara infame del capitalismo porque sufrimos su arremetida brutal: sufrimos los bombardeos «humanitarios» de la OTAN en las guerras imperialistas que la UE y EEUU implementan para arrodillar a pueblos enteros a un mayor saqueo de sus recursos (Irak, Libia, etc); sufrimos Estados criminales como el Estado colombiano (por poner un ejemplo entre muchos), que le hacen la guerra al pueblo con Terrorismo de Estado (con militares y paramilitares, con tortura y masacres) para desplazar comunidades enteras de las zonas codiciadas por multinacionales, para exterminar toda oposición al saqueo que perpetra el gran capital transnacional. Sabemos de la cara infame del capitalismo, porque sabemos de éxodos forzados, porque vemos el cinismo de la UE, Estados Unidos y demás metrópolis capitalistas que succionan las riquezas de África, Asia y América Latina, pero rechazan a las personas desposeídas, construyendo Fronteras-Fortalezas entorno al botín saqueado… Fronteras-Fortalezas frente a las que mueren anualmente miles de seres humanos, intentando escapar de la pesadilla a la que el saqueo capitalista ha arrojado a sus países.
Hay una guerra de clases: la burguesía le hace la guerra a la población al precarizar sus condiciones de vida, es una guerra de explotación, de empobrecimiento, de despojo, de hambreamiento, de alienación (la clase explotadora fomenta racismo, machismo, individualismo, xenofobia, a través de sus medios: la estrategia es «dividir para reinar», poco le importa a la clase explotadora que su fomento del odio racista cause matanzas horrendas, que su fomento de la misoginia cause Feminicidio, lo importante es mantener a la clase explotada dividida, en «caos controlado» como mecanismo de control social). La guerra de alienación que perpetra la clase explotadora contra la clase explotada es un mecanismo fundamental del capitalismo, y es cimiento de la aberrante destrucción de la naturaleza en el altar del sobreconsumo: las masas son bombardeadas de publicidad, de incitación permanente al «consumo compensatorio» de las frustraciones y soledades creadas por el mismo sistema: el individualismo y la destrucción del tejido social resultan ser abono para el sobreconsumo, los constantes mecanismos de alienación teledirigen a millones de personas hacia la orgía sobreconsumista.
La guerra que perpetra la clase explotadora contra la clase explotada también se expresa en el exterminio físico contra las y los luchadores sociales que se oponen a la explotación de las y los trabajadores y al saqueo de la naturaleza.
«El Capitalismo tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza: la Naturaleza y los seres humanos», expresaba Marx.
Frente a la explotación y a la devastación que perpetra la clase explotadora, los pueblos luchan por sus derechos a una vida digna, a la educación, la vivienda, la alimentación saludable, la salud, el derecho a un entorno seguro, el respeto por el medio ambiente. Los pueblos indígenas, las comunidades afrodescendientes, el pequeño campesinado del planeta, luchan en primera línea contra las multinacionales mineras, energéticas, del agro industrial… luchan por la soberanía alimentaria, por la preservación de la naturaleza. La burguesía asesina, a través de sus matarifes, a centenares de ambientalistas, sindicalistas y luchadores sociales anualmente: para acallar sus voces y toda organización social que cuestione la barbarie y sus causas sistémicas.
Pero pese a la represión brutal y a la criminalización de la protesta, la lucha sigue porque para algunos pueblos es cuestión de supervivencia inmediata, porque para la clase explotada mundial es urgente salir de este sistema que todo lo depreda y lo pudre, incluidas las relaciones humanas, porque para el planeta es cuestión vital.