Mezcla perfecta. Farruco Sesto
Ultima columna del año en Correo del Orinoco. A fin de descansar un poco de la reflexión política, hoy quiero echarles un cuento personal sobre alguna de mis raíces, a lo kunta kinte (para el que se acuerde), que considero que no deja de ser curioso, aunque en el fondo insustancial. Resulta que en Duxame, Vila de Cruces, se casaron, el 12 de febrero de 1657, Pedro de Otero García y María de Cortegada Bermúdez y Sotomayor. De allí vengo yo en línea directa. La verdad es que no tendría demasiada importancia, porque aunque ellos son mis tátara-tátara-tátara-.tátara- abuelos (lo que equivale a ocho generaciones de distancia) la matemática me dice que hay otras 32 parejas de, más o menos, esa época que cumplen también con esa condición. ¡Y vaya usted a saber quiénes eran!
El caso es que me puse a seguir una divertida pista de investigación que me llevó a estos dos, por curiosidad más que todo, porque alguna vez se había dicho que mi línea paterna descendía de un Virrey de Manila. Y a mí eso no me gustaba mucho, porque más bien tenía a orgullo el que ninguno de mis ancestros hubiera participado en la conquista ni en la colonización de América. De modo que quería aclararlo.
Lo primero que averigüé es que de Virrey de Manila, nada, y que tal aserto era una tontería, porque en Filipinas no había habido virreinato, sino que pertenecía al Virreinato de Nueva España, cuya sede era México.
Pero sí supe que entre los 7 hijos e hijas de Pedro y María, estaba Domingo Antonio Otero y Bermúdez, que fue Alcalde de Manila y se compró, pagando un buen precio por ello, el título de Alférez Real, que era un alto cargo. Tanto él como el mayor de sus hermanos, también Pedro, hicieron buenas fortunas, sobre todo en México, y se montaron todo un tinglado de cruces familiares, enlaces y negociados, de los cuáles todavía hoy resuenan los ecos. Pero yo no desciendo de ellos, sino de otro de sus hermanos, Antonio, que a su vez tuvo un hijo llamado Domingo Sebastián Otero, que jamás cruzó el océano, y que a su vez tuvo una hija llamada Josefa De Otero Balverde, que se casó en segundas nupcias con un Antonio Sesto que fue, una vez enviudado, quién dilapidó la riqueza de su esposa y murió pobre, arrimado a la tapia de un cementerio.
Ese Antonio Sesto, es el padre de Manuel Sesto Otero, que tuvo a Juan Sesto Casal, que tuvo a mi padre Jose Sesto, que me tuvo a mí y cinco hermanos más. ¿Qué tal? Pero mi mayor orgullo no viene de mis ancestros, sino de mis nietos y nieta, que en su mezcla perfecta (en palabras de Chávez) unen ya a sus raíces gallegas, otras navarras, catalanas, mallorquinas, andaluzas, asturianas, cubanas, la digna sangre de los esclavizados de origen africano, y la orgullosa kariña de nuestros llanos. Todo lo cual me consta.
(Publicado en Correo del Orinoco, el 30 de diciembre de 2021)