Nueve hipótesis sobre Gaza, vista desde occidente. José Luis Carretero
El genocidio en curso en la Franja de Gaza está consistiendo en la primera gran aniquilación de un pueblo completamente televisada. Desde la ribera contraria del Mediterráneo podemos ver elevarse las columnas de humo de los bombardeos y nuestros Smart-phones están pletóricos de imágenes atroces de las matanzas y mutilaciones de niños y niñas gazatíes.
Si los filósofos de la posguerra, en los años felices del modelo social europeo, se preguntaban que hizo que la ciudadanía alemana asistiera mayoritariamente de forma pasiva a la emergencia de los stalags y campos de concentración hitlerianos, la intelectualidad occidental debería plantearse ahora por qué nadie hace nada contra lo que sucede en Gaza. Y decimos hacer, no publicar declaraciones o prometer medidas futuras que nunca llegan a implementarse.
Propongo nueve hipótesis sobre como Occidente (y España) mira Gaza y Palestina. Sobre la radical ceguera y la inmoralidad genocida de nuestra generación y nuestro tiempo.
Primera hipótesis. Gaza es nuestro espejo.
Gaza es la imagen de Occidente que Occidente se niega a mirar. La imagen más fiel de nuestra gastada y orgullosa civilización. Gaza es Occidente, como lo es el tráfico de esclavos africanos que inundó el Atlántico durante los siglos de emergencia de los imperios europeos. Gaza es Occidente porque es la imagen más nítida de en qué ha consistido la relación de Occidente con el resto de los pueblos del mundo desde la conquista de América y la expansión del colonialismo y el imperialismo. Gaza es matanza, racismo, devastación social y cultural. El regalo de Occidente al mundo. Pero mejor no lo digamos. Sigamos de fiesta.
Segunda hipótesis. La solución no es reclamar el cumplimiento del Derecho Internacional.
El Derecho Internacional es un ejemplo paradigmático del universalismo y el contenido presuntamente humanitario de la cultura occidental. Razón, Derecho, Democracia. Pero desarmadas. La Diosa Razón fundamenta el Derecho, como obra del poder democrático de los pueblos. Una bonita leyenda.
El Derecho Internacional sólo tiende a ser cumplido si confirma los intereses pecuniarios y financieros de los colonialistas e imperialistas occidentales. Si no, es poesía y nada más. El cumplimiento del Derecho presupone una fuerza coactiva con poder de obligar a quien lo incumple. Y los organismos internacionales que patrocinan el Derecho Internacional han sido intencionadamente diseñados para impedir la existencia de una fuerza de ese tipo, si se trata de obligar a cumplir el Derecho a Occidente o a sus aliados estrechos. Dejémonos de melodías adormecedoras y leyendas pastoriles: no hay Derecho Internacional operativo para defender a los débiles y oprimidos por Occidente.
Tercera hipótesis. Delenda est democratia.
La democracia ha muerto. Hay países europeos donde se ha prohibido mostrar en público una bandera palestina. Los activistas propalestinos han sido detenidos y criminalizados en casi toda Europa y en Estados Unidos. Se acusa de antisemitas a los judíos que muestran su horror por el genocidio en Gaza. Se expulsa a escritoras palestinas de eventos culturales y se prohíben Congresos de solidaridad con el pueblo gazatí. En los medios de comunicación se permite hablar a cualquier representante israelí, aunque lo sea de la ultraderecha que sostiene a Netanyahu, pero nunca a nadie que tenga nada que ver con cualquiera de las facciones de la resistencia palestina.
Hablar de las colonias siempre ha sido molesto en Occidente. La plebe occidental, la que tiene dificultades para llegar a fin de mes, tiene una tendencia natural a sentirse cercana a los pueblos incivilizados que devastamos y aniquilamos. El pueblo palestino seguirá esperando a su padre Las Casas. Nadie defenderá en la Corte a esos indígenas del Mediterráneo oriental. Y si alguien lo hace en las calles, se arriesga a ser tratado como el enemigo de nuestro Derecho Penal y a ser tachado de antisemita por los que identifican judaísmo y gobierno de la ultraderecha más radical.
Cuarta hipótesis. El racismo es consustancial al dominio occidental.
El racismo es un producto de la expansión global de Occidente, basada en el tráfico transatlántico de esclavos durante siglos. En los textos romanos o de la Grecia clásica no se mencionaba el color de la piel como un marcador de la posición social. No se hablaba de “razas”. La raza nace con la esclavitud y las colonias. Había que identificar a los esclavizados con seres infrahumanos, como una “raza” diferente, para poder someterlos sin complejos mientras se hablaba de cristianismo, humanismo o liberalismo.
El racismo es lo que explica que los ucranianos sean nuestros hermanos, por los que estaríamos dispuestos a sucumbir en una guerra nuclear, y los palestinos unos tipos cetrinos que nos generan desconfianza y un cierto temor. El pueblo palestino es un pueblo semita (curioso, ¿no?), más oscuro, musulmán. Occidente tiembla con los llantos por Youtube de una joven anglosajona que ha perdido a su perro en un accidente, pero no se inmuta ante una matanza de niños en Gaza. Hay una razón para eso. Y se llama racismo.
Quinta hipótesis. El genocidio es consustancial al dominio occidental.
Lo saben los indígenas norteamericanos, los habitantes del Congo Belga, los descendientes que pueda haber de los que vivían en Tenochtitlán o en el Caribe cuando llegaron los europeos. El genocidio es el gran regalo de Occidente al mundo. Lo ha practicado con pasión y dedicación inquebrantable desde hace más de quinientos años.
El dominio occidental se ha sustentado desde entonces en una variable suma de asesinatos en masa y aculturación y expolio de los supervivientes. Si el Derecho Internacional tuviera alguna capa de realidad, su primer trabajo sería calcular la reparación debida por la esclavitud y el genocidio que construyeron la América actual y el África que conocemos. Creíamos que eso era cosa del pasado, hasta que vimos las bombas de racimo empezar a caer sobre la población civil de Gaza.
Sexta hipótesis. Los palestinos y palestinas son los judíos de nuestra generación.
A los occidentales nos gusta vernos con indulgencia, como seres ilustrados y demócratas, animados por el humanismo de nuestros filósofos y sacerdotes. Si nos preguntaran diríamos que hubiéramos defendido a los judíos, de haber vivido en la Alemania nazi, que nos hubiéramos comprometido contra la esclavitud y que hubiéramos denunciado, aun con riesgo de nuestras vidas, los hornos crematorios de Hitler.
Sin embargo, aquí estamos. Viendo como la ultraderecha israelí practica un genocidio antes nuestras ilustradas y sofisticadas narices. Y permitiendo que se acuse de antisemitas a quienes, incluso siendo judíos, se oponen al horror de ese gran campo de concentración llamado Gaza. El pueblo palestino ha sido abandonado por nuestros políticos, nuestros diplomáticos, intelectuales, artistas. Sólo una parte imprescindible de la clase trabajadora y la juventud sale obstinadamente a las calles arriesgándose a ser detenida, expulsada de la universidad, tachada de “antisemita”. Los nazis no llamaban a los judíos y a los opositores “disidentes”, los llamaban “terroristas”, como denomina Occidente a los palestinos que no se dejan matar resignadamente.
Séptima tesis. Quienes dominan el mundo son los nazis de nuestro tiempo.
La mitad de los dirigentes occidentales jalea el asesinato masivo de Netanyahu. La otra mitad llora lágrimas fingidas mientras sigue haciendo negocios con los genocidas. Los bebés de Gaza son los daños colaterales del imperialismo. Para quienes redactan las comunicaciones públicas de los ilustrados responsables de nuestros gobiernos, el pueblo palestino es prescindible, una “raza inferior”, sin utilidad alguna para el proceso de acumulación del capital. Había dirigentes nacional-socialistas que amaban la música clásica. Hay políticos, periodistas y empresarios europeos y norteamericanos que leen a Kant y a Zygmund Bauman antes de reunirse con los delegados de Netanyahu.
Octava hipótesis. Tenemos que hacer algo.
Reclamar el cumplimiento del Derecho Internacional a quienes lo encarnan ahora mismo no es una propuesta seria. Apelar a la buena conciencia occidental y a la altura ética de nuestros gobernantes no es una propuesta seria. La única propuesta seria es hacer algo, como lo están haciendo quienes se manifiestan en las calles, quienes ocupan universidades o quienes se niegan a embarcar material de guerra destinado a Gaza en los puertos. Hacer algo, como los palestinos y las palestinas que resisten como pueden, con dignidad y coraje. Escribir, gritar, hacer huelga. Y como me dijo un militante palestino hace ya algún tiempo, lo mejor que podemos hacer por ellos es presionar para cambiar las cosas aquí, en Occidente, en nuestros países, para que el carnicero Netanyahu no encuentre más solidarios abrazos cuando se desplaza a Europa o Estados Unidos.
Novena hipótesis. El momento es ahora.
El momento de oponerse al Holocausto hitleriano era en 1940. Y muchos españoles lo hicieron, incluso con las armas en la mano, aunque nuestros gobiernos hayan querido ocultárnoslo durante cerca de un siglo. Muchos españoles pelearon en la Resistencia francesa, murieron en Mauthausen, combatieron en África contra el Ejército Nazi. El momento de oponerse al genocidio en Gaza es ahora. Por ejemplo, el sábado 11 de mayo. Un día en que una manifestación de solidaridad con la lucha del pueblo palestino recorrerá Madrid. Empezará a las 11.30 en la Plaza de Legazpi. Seguro que puedes encontrar muchas otras manifestaciones y actividades allí donde vives o donde trabajas.
Vamos a vernos allí.
(Publicado en Kaos en laRed, el 7 de mayo de 2024)