Paciencia y voluntad para la Patria Grande. Farruco Sesto
Leo las palabras de Boric en la ONU sobre Venezuela, y me digo a mí mismo: ¡Qué grado de mediocridad! Pronto estará seco.
Pero luego me acuerdo de la infinita paciencia del comandante Chávez para tratar con este tipo de personajes. Y me digo: bueno, hay que tenerla.
¿Paciencia, dices? Si. Veamos.
El 14 de marzo de 1827, Bolívar le escribe a Rafael Urdaneta: Mi querido General (…) Necesitamos trabajar mucho para regenerar el país y darle consistencia: por lo mismo, paciencia y más paciencia, constancia y más constancia, trabajo y más trabajo, para tener patria…
Me encanta esa frase final. Y por lo tanto, supongo que se me debe perdonar que la haya usado más de una vez como referencia.
Pero a lo que vengo es a que me parece muy útil para aplicarla al esfuerzo por la unidad latinoamericana, como la única manera de dar consistencia a la Patria Grande, aquella que nos cobija y convoca. Esfuerzo delicado para el que se necesita, ya no una dosis doble, sino hasta triple, de paciencia, constancia y trabajo.
¿Nadie se acuerda del tiempo que le consagró el comandante Chávez a esa lucha por la unidad? ¿De su dedicación a desmontar las barreras que conspiraban contra ella? ¿Y de su disposición a limar los antagonismos? ¿Acaso no lo recuerdan diciendo (y eso está registrado) “mi amigo Uribe”, “mi amigo el presidente Andrés Pastrana”, “mi amiga la presidenta Michell Bachelet ?
Pues yo, sí, lo recuerdo. Y conociendo como conocemos a Chávez, y sabiendo que podía ser cualquier cosa menos ingenuo, a pesar de su enorme corazón a prueba de deslealtades, aquellas frases, lejos de chocarme, las tomo como pruebas irrefutables de su buena disposición a la unidad, de su total voluntad por construirla, y sobre todo, de su constante trabajo de orfebrería política en favor de ella.
Pienso en el propio presidente Nicolás Maduro, que fue su canciller durante tantos años y tiene escuela suficiente. E imagino que a veces no le ha de ser fácil mantener la compostura de Jefe de Estado, aunque tenga que hacerlo. No por un asunto de buenas formas, sino sobre todo, por la responsabilidad de no cerrar caminos y dejar siempre una puertecita para los reencuentros. Sobre todo, sabiendo que, más allá de que los gobiernos se quieran “mucho, poquito o nada”, la verdadera unidad a construirse es la de los pueblos.
Así que, de verdad, no perdamos nosotros la compostura en el objetivo superior de la unidad latinoamericana. Traigo a escena las palabras del presidente Chávez en la primera cumbre de la CELAC en 2011: “Oye, de verdad yo se lo ruego, no permitamos, no vayamos a permitir, pero por nada de este mundo, que este esfuerzo que está comenzando se vaya a venir abajo, por ninguna razón. Se va a requerir mucha voluntad.”
(Publicado en Correo del Orinoco, el 29 de septiembre de 2022)