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Palestina en el contexto geopolítico mundial. Ángeles Diez entrevista a Majed Dibsi

El pasado 24 de abril, el FAI organizó un acto informativo sobre este asunto, en forma de entrevista de nuestra compañera, la profesora Ángeles Diez , al militante histórico palestino, residente en Madrid, Majed Dibsi.

La grabación en vídeo del acto fue divulgada desde este sitio web en esta entrada.

Para facilitar la difusión de su contenido, en esta ocasión ofrecemos una síntesis por escrito de la argumentación empleada, de la que agradeceremos la máxima difusión:


Resumen de la conferencia FAI: Palestina en el contexto geopolítico mundial.

Celebrada el 24 de abril de 2025 en la sede del sindicato ASC, Madrid

Organizada por el Frente Antiimperialista Internacionalista

Ponente: Majed Dibsi, periodista y politólogo palestino.

Entrevistadora: Ángeles Diez, socióloga, profesora de la UCM

I. Introducción: conocer para actuar

La conferencia se enmarca en una iniciativa permanente del Frente Antiimperialista Internacionalista (FAI) por fortalecer los espacios de análisis político en torno a los conflictos internacionales desde una perspectiva emancipadora, antiimperialista y solidaria. Ante la masiva desinformación y tergiversación que domina los discursos mediáticos sobre Palestina, la jornada se propuso como un acto de formación y denuncia, con el objetivo de dotar a los asistentes de herramientas críticas para comprender no solo el genocidio en curso, sino el papel que juega Palestina en el orden mundial contemporáneo.

Ángeles Diez abrió la sesión con una reflexión clave: el apoyo al pueblo palestino no puede sustentarse únicamente en una reacción moral o emocional. Es necesario, además, comprender las raíces, estructuras y actores implicados. “No basta con sentir. Hay que saber. Y con ese saber, actuar”, señaló. En este espíritu, cedió la palabra a Majed Dibsi, palestino, miembro del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), periodista y politólogo con décadas de militancia a sus espaldas, para que compartiera un análisis estructural del conflicto, desde la historia del colonialismo en Oriente Medio hasta el actual reposicionamiento global del poder.

II. La ocupación de Palestina como proyecto colonial europeo

La exposición de Majed Dibsi comenzó desmontando una de las grandes falacias que anidan en la percepción generalizada del conflicto palestino-israelí: que se trata de un enfrentamiento religioso, o de una disputa territorial entre dos pueblos con iguales derechos y responsabilidades. Por el contrario, Dibsi afirmó de forma categórica que el conflicto es ante todo un proceso colonial, inscrito desde sus inicios en las lógicas del imperialismo europeo.

Palestina fue objeto del reparto postimperial tras la Primera Guerra Mundial. Con la desmembración del Imperio Otomano, las potencias europeas Francia y Reino Unido se adjudicaron el control de Siria, Líbano, Irak y Palestina, a través del sistema de mandatos de la Sociedad de Naciones. Pero este reparto había sido acordado en secreto antes, en los Acuerdos Sykes-Picot (1916). Poco después, con la Declaración Balfour (1917), Reino Unido se comprometió a favorecer el establecimiento de un «hogar nacional judío» en Palestina, sin consultar a la población autóctona árabe.

Este gesto no respondía a un compromiso moral con las comunidades judías perseguidas en Europa, sino a una maniobra estratégica: el sionismo político ofrecía a Reino Unido un instrumento para afianzar su hegemonía en una zona clave para el control de rutas comerciales, el acceso al petróleo y la conexión intercontinental. Palestina, situada entre África y Asia, junto al Canal de Suez, era un enclave imprescindible. Por tanto, el proyecto sionista no nace como una aspiración popular desinteresada, sino como una herramienta del colonialismo británico primero, y del imperialismo norteamericano después.

III. La Nakba de 1948 y la continuidad del proyecto de limpieza étnica

Majed Dibsi insistió en que la llamada “cuestión palestina” no comenzó el 7 de octubre de 2023 —fecha en la que los medios occidentales sitúan arbitrariamente el inicio del actual conflicto en Gaza—, ni siquiera con la ocupación israelí de Gaza y Cisjordania en 1967, sino con la Nakba de 1948, el momento fundacional del Estado de Israel.

La Nakba (en árabe, «catástrofe») fue la limpieza étnica sistemática de más de 700.000 palestinos, la destrucción deliberada de más de 530 localidades y la expulsión forzada de la población originaria, que quedó convertida en refugiada, dispersa en los países vecinos o en campos de desplazados.

Israel se erige, pues, como un Estado colonial de asentamiento, basado en la expulsión del otro, no en la coexistencia. No fue una guerra convencional entre Estados, sino una operación planificada por el movimiento sionista para vaciar el territorio y evitar el retorno de los refugiados. Este proceso no ha cesado: la Nakba continúa hoy con políticas de apartheid, confiscación de tierras, expansión de colonias ilegales, control militar y asedios permanentes a Gaza y Cisjordania.

IV. La resistencia palestina: más allá de Hamas

Una de las secciones centrales de la conferencia fue la que desmontó el discurso que identifica a la resistencia palestina exclusivamente con Hamas. Dibsi detalló que la resistencia es plural, diversa, y tiene raíces mucho más antiguas que las organizaciones actuales.

La primera gran revuelta organizada se remonta a 1936, durante el mandato británico, con una huelga general de seis meses contra la colonización sionista y el colaboracionismo de la potencia ocupante. Posteriormente, la resistencia se organizó de múltiples formas: armada, política, civil, clandestina. Tras la creación de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en 1964, el nacionalismo palestino fue tomando forma en distintas organizaciones: el FPLP, de orientación marxista-leninista; el FDLP, el Movimiento Nacionalista Árabe, y más tarde Fatah, con una orientación nacionalista menos definida ideológicamente.

Hamas, fundada en 1987, nace en un contexto muy distinto: el inicio de la Primera Intifada y la expansión regional de la Hermandad Musulmana. Dibsi señaló que Israel consintió inicialmente el surgimiento de Hamas como forma de debilitar la hegemonía de la resistencia laica y de izquierdas. Pero con el tiempo, Hamas ha evolucionado en sus prácticas, su organización interna y su agenda política.

Según Dibsi, no existe una única resistencia ni una única voz palestina, sino una constelación de organizaciones, muchas de ellas con posiciones coordinadas. En el ataque del 7 de octubre de 2023, participaron al menos tres grandes formaciones: Hamas, Yihad Islámica y el Frente Popular (FPLP). Posteriormente se sumaron las brigadas de Al Aqsa, escisiones de Al Fatah, y comités populares locales. La lucha palestina, subrayó Dibsi, no es una guerra confesional ni una yihad islámica: es una lucha nacional de liberación.

V. El papel de los países árabes: entre traición, instrumentalización y represión

En una de las intervenciones más incisivas de la sesión, Dibsi abordó el papel de los países árabes en el conflicto, calificándolo como un capítulo de traición y manipulación geoestratégica.

La mayor parte de los Estados árabes modernos fueron creados artificialmente por el reparto colonial. Sus fronteras no responden a realidades nacionales, sino a conveniencias imperialistas. Siria, por ejemplo, fue troceada en Siria, Líbano, Jordania y Palestina. Irak fue un invento británico sobre Mesopotamia. Los países del Golfo fueron feudos tribales transformados en petro-estados bajo supervisión anglosajona.

Los regímenes árabes, afirmó Dibsi, son autoritarios, represivos y funcionales al orden occidental. En vez de apoyar la causa palestina, han actuado como colaboradores de la ocupación, interfiriendo en la resistencia, asfixiando a los movimientos populares y normalizando relaciones con Israel.

Dibsi rememoró cómo, ya en 1948, los siete ejércitos árabes que declararon la guerra a Israel lo hicieron sin voluntad real de victoria, y de hecho obstaculizaron la organización de la resistencia. En décadas posteriores, las intervenciones de Egipto, Arabia Saudí, Jordania o los Emiratos han sido orientadas a contener o destruir a las fuerzas más combativas. Ejemplo de ello son los acuerdos de Camp David (1978), la normalización de relaciones en el marco de los Acuerdos de Abraham, o la persecución de activistas palestinos en países como Jordania, Egipto o Emiratos Árabes.

En palabras de Dibsi, la mayoría de los gobiernos árabes “carecen de soberanía real y actúan bajo mandato norteamericano”. Solo algunos países como Argelia, Yemen, Siria (antes de su destrucción) o sectores de Irak y Líbano han mantenido cierta dignidad en su apoyo a la causa palestina.

VI. Irán, Hezbolá y Yemen: configuración del eje de resistencia

Majed Dibsi abordó la cuestión de las alianzas regionales que permiten a la resistencia palestina sostener su lucha frente al poderío militar y diplomático de Israel. Desmintió la idea, promovida por los medios occidentales, de que Hamas y el resto de grupos operan aislados o carentes de respaldo. En realidad, dijo, existe una red de solidaridad y coordinación táctica y estratégica, a la que comúnmente se denomina el “eje de resistencia”.

Este eje estaría conformado por Irán, Hezbolá (en Líbano), Yemen, sectores de Siria antes de la guerra civil, y diversas organizaciones palestinas. Según Dibsi, el eje no se articula en función de afinidades religiosas, sino en clave geopolítica y antiimperialista. Ejemplo de ello es el apoyo de Irán —un Estado chií— a Hamas y Yihad Islámica —ambas organizaciones sunníes—.

Hezbolá, surgida tras la invasión israelí del Líbano en 1982, se convirtió en un actor central al derrotar al ejército israelí en el sur del país y forzar su retirada en el año 2000. A través de una estrategia de resistencia prolongada, que combina acción militar, arraigo social y legitimidad nacional, Hezbolá ha mantenido su autonomía frente a los intentos de fragmentar el Líbano, y se ha consolidado como un aliado inquebrantable del pueblo palestino.

Yemen, por su parte, ha irrumpido en el panorama geoestratégico de forma inesperada, interrumpiendo el paso del comercio internacional en el Mar Rojo en señal de solidaridad con Gaza. Dibsi subrayó que, aunque no se les reconozca oficialmente como fuerza regional, los hutíes yemeníes han conseguido desafiar a potencias como Arabia Saudí o Estados Unidos, desestabilizando sus rutas comerciales con misiles y bloqueos marítimos.

VII. La Autoridad Nacional Palestina: policía de la ocupación

En uno de los momentos más duros de la conferencia, Dibsi criticó sin ambages a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), calificándola como un aparato al servicio de la ocupación israelí, instaurado para gestionar la represión desde dentro y simular una soberanía ficticia.

La ANP fue creada en el marco de los Acuerdos de Oslo (1993), que establecieron una autonomía limitada en zonas A y B de Cisjordania y la Franja de Gaza. Sin embargo, estos acuerdos fueron —según Dibsi— una trampa política: la “autonomía” era pura fachada, mientras Israel mantenía el control efectivo sobre fronteras, agua, espacio aéreo, recursos y movimientos.

En lugar de avanzar hacia la creación de un Estado palestino, el proceso de Oslo consolidó la fragmentación territorial, la dependencia económica y la cooptación de las élites palestinas. La ANP introdujo más de 60.000 efectivos de seguridad (la mayoría antiguos milicianos de Fatah) entrenados por la CIA y supervisados por Israel. Su principal función: perseguir, detener y desactivar a los militantes de la resistencia.

Mahmoud Abbas, presidente de la ANP, fue descrito como una figura sin legitimidad, sin poder real, y profundamente corrompida, que vive la mayor parte del tiempo en Jordania y cuya familia ha amasado una enorme fortuna mientras el pueblo palestino sufre.

“Es el gobierno de Vichy en versión palestina”, afirmó Dibsi, en referencia al régimen colaboracionista con la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial. El desprestigio de la ANP es tal que sus propios miembros han sido rechazados públicamente por las comunidades que dicen representar, especialmente en lugares como Jenín o Naplusa, donde la represión de la ANP supera en ocasiones a la israelí.

VIII. España y Europa: complicidad estructural bajo apariencia progresista

La posición de España fue analizada desde una óptica de hipocresía institucional. Dibsi reconoció el papel de la sociedad civil española, altamente movilizada en defensa de Palestina, y celebró la existencia de colectivos, sindicatos y partidos que han mostrado una postura crítica con el genocidio en Gaza. Sin embargo, fue categórico respecto al papel del Estado español: “España forma parte del dispositivo imperialista. No es neutral, ni equidistante. Es cómplice.”

Denunció la existencia de más de 20 acuerdos bilaterales en materia militar, tecnológica y de seguridad entre España e Israel, incluyendo contratos con la empresa Rafael, productora de misiles, y con CAF, encargada de construir infraestructuras en los asentamientos ilegales. Recordó además que tras el 7 de octubre de 2023, el entonces ministro de Asuntos Exteriores viajó a Tel Aviv para expresar la solidaridad del Gobierno español con Israel, incluso antes de conocer el alcance de los ataques o las represalias.

El reconocimiento simbólico del Estado palestino, anunciado en mayo de 2024, fue calificado como una operación cosmética, diseñada para calmar la presión popular y “vender progresismo sin consecuencias reales”. Dibsi lamentó también la tibieza y ambigüedad de fuerzas como Sumar o incluso Podemos, señalando que su apoyo a Palestina no ha ido acompañado de ninguna ruptura política significativa ni de la exigencia de sanciones, embargos o ruptura de relaciones diplomáticas con Israel.

IX. La guerra semántica: fabricar el relato, legitimar el exterminio

Uno de los aspectos más agudos del análisis de Dibsi fue su disección de la guerra discursiva que sostiene la impunidad de Israel. Denunció cómo los medios de comunicación, las agencias internacionales y las instituciones occidentales no solo difunden mentiras, sino que imponen un marco lingüístico diseñado para negar el carácter colonial del conflicto.

Cuestionó el uso persistente del término “conflicto palestino-israelí”, que sugiere simetría entre las partes, cuando en realidad hay una potencia nuclear ocupante enfrentada a una población desarmada, colonizada y cercada. De igual modo, rechazó el empleo de expresiones como “guerra en Gaza” o “enfrentamientos”, que invisibilizan la desproporción brutal del uso de la fuerza israelí.

En particular, Dibsi centró su crítica en la palabra “terrorismo”. Recordó que no existe una definición jurídica universal del término, y que su aplicación responde a criterios políticos, no legales. Las listas de organizaciones terroristas las elabora unilateralmente Estados Unidos y la Unión Europea, sin consulta multilateral, y se utilizan para criminalizar cualquier forma de resistencia armada contra el imperialismo.

El resultado es que mientras Israel bombardea escuelas, hospitales y viviendas, se presenta como víctima, y mientras los palestinos defienden su derecho al retorno o a la autodeterminación, se les califica de “terroristas”. Esta es, dijo Dibsi, una forma de guerra igual de efectiva que los misiles: la guerra del lenguaje.

X. La crisis del orden occidental y el horizonte multipolar

Una parte sustancial del análisis de Dibsi se centró en el reordenamiento del poder global. Afirmó que el conflicto en Palestina no puede entenderse sin inscribirlo en el contexto más amplio de la decadencia del bloque occidental y el ascenso de un nuevo orden multipolar.

Desde la caída del Muro de Berlín, Estados Unidos ha librado más de 50 guerras en 30 años, con un balance de millones de muertos, Estados fallidos y regiones devastadas. Sin embargo, su capacidad de victoria estratégica ha disminuido notablemente. Desde Afganistán hasta Irak, Siria, Libia o Yemen, la intervención norteamericana ha resultado en fracaso, inestabilidad o resistencia popular.

Mientras tanto, China, Rusia, Irán, India y otros países del Sur Global están redefiniendo el mapa económico y político mundial. El ascenso de los BRICS, el uso creciente de monedas alternativas al dólar, la expansión del comercio entre países del sur, y la autonomía tecnológica de potencias como China están socavando la hegemonía unipolar que ha dominado el mundo desde 1945.

Dibsi fue enfático: Palestina es una línea divisoria entre dos mundos. Uno en declive, que representa el saqueo, la ocupación y el chantaje. Otro en construcción, que apunta —aunque de forma desigual— a la soberanía, la cooperación y la autodeterminación de los pueblos.

XI. Conclusión: Palestina como piedra angular de la humanidad

Majed Dibsi cerró su intervención con una reflexión que dejó una huella profunda en los presentes. “Palestina no es una causa más. Palestina es la piedra angular del destino de la humanidad.

Quien relativiza el genocidio palestino —afirmó— está normalizando el exterminio como herramienta política. Quien calla ante los crímenes de Israel —avalados por potencias occidentales—, está aceptando una civilización basada en la barbarie.

Pero hay esperanza, insistió. Porque la resistencia palestina no ha sido derrotada, y porque millones de personas en el mundo la apoyan, desde los campos de refugiados hasta las universidades europeas, desde los barrios de Yemen hasta las calles de Madrid.

No estamos solos. No hemos sido vencidos. El silencio no es debilidad: es táctica. Y volveremos a hablar con fuerza, cuando sea el momento justo.”

La conferencia concluyó con una ovación, seguida de una llamada a la movilización permanente y a la organización política. No basta con indignarse: hay que actuar. Y para actuar, hay que conocer. Palestina no es solo una geografía: es la frontera entre el porvenir humano y la continuidad del horror.

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(Acceso al vídeo completo, en YouTube)

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