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Palestina y la crisis de humanidad. Cristóbal León Campos

La revelación del genocida sionista Benjamin Netanyahu sobre la intención de invadir y controlar la totalidad de Gaza por parte del ejército israelí de ocupación no representó una novedad, pero sí constituye una de las últimas llamadas para el mundo antes de la hecatombe global. Pues si el genocidio no es detenido, no podremos en un futuro hablar de humanidad sin sentir vergüenza ante el mayor crimen del siglo XXI cometido ante nuestros ojos, transmitido en tiempo real y advertido desde hace ya más de 77 años.

Hoy la situación en la Franja de Gaza y el resto de Palestina es más que una crisis humanitaria, es una crisis de humanidad, ya que la devastación del genocidio no sólo ha destruido viviendas, escuelas, edificios religiosos, museos, lugares históricos, hospitales, comercios, infraestructura civil y gubernamental, y no sólo ha asesinado con impunidad a miles de palestinos y condenado al hambre y la insalubridad a millones de ellos, junto a un largo etcétera de crímenes de guerra, sino que ha logrado corromper toda la esencia de la humanidad que durante siglos occidente difundió como una idea de “superioridad”, pues vivimos la destrucción de todo valor moral y ético en aras de la acumulación de riqueza y de poder en unas cuantas manos y al servicio de un pequeño sector global que se autoeligió como los gobernantes del mundo.

El imperialismo estadounidense, el sionismo israelí, el neocolonialismo europeo, el sometimiento de gobiernos como el argentino (que aplaude e imita la inmoralidad genocida) y la inutilidad de instituciones internacionales que se ven rebasadas por la imposibilidad de detener con base en la razón el genocidio, son la muestra de que ya no sólo estamos en un periodo de reacomodo geopolítico que nos acerca cada vez más a una guerra global, sino que hemos entrado a una etapa definitoria de la historia de la humanidad, siendo que los valores morales y éticos de occidente se han desmoronado por sí mismos, al ser desechados por quienes juran defenderlos y los propagan como una forma de “civilización”, cuando en realidad observamos que la acumulación de capital está a punto de abrir un proceso de involución y crisis sistémica que llevará a occidente a cavar su propia tumba. La fase imperialista está destruyendo lo que propaga, tal y como Lenin advirtiera, cuando señaló a esta fase como la última del capitalismo.

La paz está muy lejos, las guerras extendidas en el Medio Oriente, la beligerancia entre Rusia y Ucrania, las agresiones del imperialismo en América Latina a través de bloqueos e injerencia político-económica e invasión cultural, el colonialismo que aún hoy somete a poblaciones enteras de África y Asia, son algunas de las espinas clavadas en la médula del esqueleto de lo que hemos llamado humanidad, que se desangra sin parar ante el horror, la brutalidad y el cinismo recrudecido, y más cuando, con total desvergüenza, genocidas como Donald Trump y Netanyahu se preparan para celebrar un premio nobel manchado de muerte y sinrazón. A la humanidad se le asesina y a la paz se le disfraza de progreso, desarrollo y civilización; nada, pero absolutamente nada nuevo en el discurso y actuar del imperialismo y el sionismo.

Y es en esta nueva fase de la crisis de humanidad donde resuenan con mayor fuerza las palabras de Fidel Castro pronunciadas en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), celebrada el 12 de octubre de 1979, cuando dijo: “La base de la paz justa en la región comienza por la retirada total e incondicional de Israel de todos los territorios árabes ocupados y supone para el pueblo palestino la devolución de todos sus territorios ocupados y la recuperación de sus derechos nacionales inalienables”. Si el genocidio no es detenido ya y se restituyen los derechos del pueblo y la nación palestina a existir y a vivir en su territorio, estaremos clavando una espina en la devastada esperanza del futuro de la humanidad.

¡Palestina será libre!

 

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