Por una cultura concreta de la producción
Confieso que aunque me considero bastante buen administrador en el uso de los recursos, lo digo con modestia, de economía sé muy poco, salvo algunos conceptos elementales.
Pero lo que sé me basta para comprender que la economía real de una comunidad o de un país se apoya en su capacidad productiva, incluyendo la distribución y entrega de lo producido. Porque sin
producción no hay, no puede haber, una economía sana, propia, activa y perdurable en el tiempo. Producción de algún tipo de bien o servicio, tangible o intangible, pero valorable, o con potencialidad de serlo, que pueda intercambiarse para desarrollar y diversificar la economía.
Sé que el éxito de la producción (de lo que sea y en la escala que sea), no responde nada más a un tema de voluntad, sino también de conocimientos, capacidades y recursos. Y que, de manera más intuitiva o más científica, necesita organización y planificación.
Y sé también que la producción, para existir de buena forma y con calidad, necesita además de una conciencia de la necesidad de hacer, y del bien hacer, y hasta de una ética para el acometimiento de ese hacer, vale decir una ética para la organización de la producción, lo cual, si a ver vamos, no responde sino a parámetros profundamente culturales.
Entonces, en relación al tema de la producción, que en nuestro caso significa terminar de sacudirnos la rémora de una economía de monocultivo, rentista, esclavizante e insuficiente de por sí, para seguir avanzando en la conformación de otra economía productiva y exitosa, creo que hay que prestarle atención al sustrato cultural con el cual y sobre el cual edificamos nuestra vida.
Pienso que hay que desarrollar a fondo una cultura de la producción en todos los niveles. Y que también hay que crear una ética de la organización de la producción, humanamente comprometida, que nos dote de las herramientas morales necesarias para construir la soberanía económica que necesitamos.
Y que hay que desarrollar también, ¿por qué no?, una épica de la producción, al servicio de sus objetivos, capaz de movilizar todos los resortes y fuerzas disponibles, para darle un sentido colectivo, desde una perspectiva nacional, a la tarea como si fuera la más importante de nuestras misiones. Pues así como hemos logrado desplegar una épica admirable de la resistencia, de la misma forma debemos dotarnos a nosotros mismos, repito, de una épica de la producción. Para que se entienda como una batalla que requiere una sólida moral de combate. De tal manera que podamos superar con creces todos los retos que nos tracemos.
Es lo que pienso y es lo que digo, para resaltar la importancia de una mirada a la producción desde la cultura. Sabiendo que para caminar con fortuna desde lo que somos a lo que queremos ser, es indispensable que nos dotemos de una cultura concreta de la producción.
(Publicado en Correo del Orinoco, el 20 de mayo de 2021)