¿Qué quiere decir creíble?
Ahí están, con aquella elegancia suya y aquella finura cultivada por siglos, los representantes internacionales de la burguesía pidiendo “elecciones, justas y creíbles” para Venezuela.
¿Creíbles, dicen? ¿Y eso qué quiere decir? Crece mi asombro, aunque ya pocas cosas me asombran en este mundo, cuando los veo haciendo uso imperativo de la subjetividad más extrema, en vez de utilizar razones y argumentos.
Quiero aclarar antes de nada, y para que se comprenda lo que digo, que yo no solo valoro la subjetividad, incluyendo la mía, sino que en general reconozco su peso como una de las grandes fuerzas que nos guían. Porque creo que el reino de los seres humanos es, justamente, el reino de lo subjetivo. Ninguna duda tengo de que nuestras diversas posiciones en la vida, tanto por ejemplo en el arte, como en la religión, en la ética, o en las maneras del amor, por citar solo cuatro temas, tienen que ver con lo intangible de nosotros o, por mejor decirlo, con el origen más íntimo de la mirada con que vemos el mundo. ¿Quién lo niega?
Ah, pero hasta ahí debe llegar su espacio. Porque a la hora en que nos toca poner en orden el desorden, para alcanzar unas reglas mínimas de convivencia, entonces ya no nos sirven las subjetividades. Y es que hay un momento, en el escenario de las relaciones entre nosotros, en que la subjetividad que nos mueve ha de dejarle paso a los argumentos. Para que nos aclaremos y entendamos. Para que no nos matemos tratando de diseñar los parámetros de lo civilizado. Ya no con pareceres, sino con verdaderas razones. Y con hechos probados en lugar de opiniones. Si no es así, ¿cómo podría funcionar el derecho y mucho menos el derecho internacional?
De manera que, si aceptamos el alegato, lo de elecciones justas y libres hasta lo podríamos debatir a fondo, si ellos quieren, y que cada quien dé sus argumentos. Incluso dejando el punto de la soberanía momentáneamente de lado. Vamos a discutir sobre las elecciones nuestras y vamos a discutir sobre las suyas, si de eso se trata. A ver cuáles son más justas y libres. Me encantaría ese debate a fondo.
Pero ¿sobre cuáles premisas podríamos discutir el que sean “creíbles”? ¿Con qué se come eso? ¿Creíbles…para quién? ¿No les suena un poquito como la reciente perla de un afamado escritor sobre la naturaleza del voto? ¿Quién es el que decide que es votar bien? De la misma manera, me pregunto. ¿Quién es el que decide lo que es o no creíble?
Pues, para empezar, si hay algo que ya no es creíble para nada, son ellos mismos. Ni su palabra, ni su sistema, ni su manipulada democracia.
(Publicado en Correo del Orinoco, el 7 de octubre de 2021)