Renacimiento.nets. Farruco Sesto
El tema arquetipal de la resurrección, o por mejor precisarlo, del renacimiento, protagonista de tantos mitos y rituales en las diversas culturas de hoy y de siempre, forma parte también de cada vida humana, con experiencias concretas que cada uno de nosotros puede identificar en sus recuerdos. No sé si me explico, pero creo que todas y todos hemos sentido más de una vez esa necesidad de un reflorecimiento de la existencia, que, sin negar el camino andado, sino al contrario, retomándolo, le dé una nueva dimensión a la pasión de ser y de vivir.
Pongo mi ejemplo personal para que se comprenda mejor lo que quiero decir. En plena juventud, me tocó vivir con mi familia la experiencia de la emigración a otro lugar distante en el amplio mundo. Fue duro, lo confieso. Pero sucedió también que, poniendo mi alma entera en la ecuación, ese renacimiento se produjo. Un reencontrarme a mí mismo en diferentes circunstancias. Pues, junto a la muerte que es toda distancia producida a la fuerza, pude vivir también la primavera de un amor impensado hasta entonces, el de una nueva geografía cultural y vital, que me hizo suyo para siempre.
Ya más tarde, a lo largo de la vida y como militante de un propósito político de alto vuelo, me toco vivir la experiencia terrible de la muerte real, en nada metafórica, de dos personas, líderes y amigos, a los que no solo quería entrañablemente, sino a los que necesitaba como guías, en una necesidad que todavía duele, para avanzar colectivamente por el camino que junto a ellos nos habíamos trazado. Hablo de Alfredo Maneiro y de Hugo Chávez, tras cuyas muertes, ocurridas en 1982 y en 2013, respectivamente, se corrió el riesgo de que la luz de la voluntad de quienes quedábamos en escena se debilitase hasta disolverse.
Pero también entonces, y eso lo estoy pensado ahora cuando avivo el recuerdo, supo hacerse presente (hablo por mí y creo que por muchos) ese impulso de renacer de las cenizas, vale decir, de reencontrarnos con nosotros mismos para conseguir un nuevo aliento, un reflorecimiento del paisaje, un repensar profundamente la realidad hasta encontrar las claves que, entre las luces y las sombras, nos permitieran continuar en la larga batalla con la que estábamos comprometidos.
Me acuerdo ahora de que, en aquellos años duros de 2013 y 2014, Nicolás Maduro, hijo de Chávez, desde el difícil papel que le tocaba jugar, nos hablaba de la tarea de cultivar colectivamente ese espíritu del renacimiento permanente, que yo interpretaba, en términos políticos, como el refrescamiento de la mirada común, la comprensión de los cambios sobrevenidos y la necesidad de seguir procesando con sabiduría, intelectual y anímicamente, las adecuadas respuestas al ¿Qué hacer?, que en cada momento permitieran seguir transformando revolucionariamente la sociedad.
Estuve de acuerdo entonces. Y lo vuelvo a estar ahora, cuando el presidente Maduro, retoma la idea y señala la necesidad de que veamos con ese espíritu de renacimiento la nueva etapa que viene iniciándose con fuerza. Así lo hizo, hace ya unos meses, cuando en el planteamiento de sus 3R.Nets colocó, entre el deber de Resistir y Revolucionar, la disposición a Renacer.
Confieso que, en lo personal, me entusiasma esa idea, a la cual no creo que se le haya prestado aún toda la atención que merece. La disposición a renacer, como concepto y como práctica cotidiana.
Porque será, sin duda, un renacimiento lo que ha de significar este reencuentro permanente con nosotros mismos, con nuestra esencia como pueblo y con nuestro proyecto de emancipación. Ese repensar quienes somos, de donde venimos. Ese retomar nuestras raíces políticas una y otra vez, para darle sentido a nuestros sueños y propósitos en cada circunstancia que se presente. Será un renacimiento, sin duda. Un retoñar de la esperanza y de la confianza. Será un volver a darle vida, a revivificar la lucha, para concentrar el esfuerzo sobre lo imposible, (seamos realistas, pidamos lo imposible, dijo el Che), con la seguridad de alcanzarlo.
«Que renazca la esperanza de un futuro mejor, que renazcan los sueños de una Patria socialista, de una Patria potencia, que renazca el pueblo en su organización multicolor, que renazcan la fe, la verdad y el bolivarianismo». Así lo expresó Nicolás. Porque todo es posible, pensamos nosotros, siempre y cuando tengamos el espíritu a punto y la voluntad de avanzar y de vencer.
Para consolidar la paz y establecer la prosperidad de todas y de todos, haciendo más amable la vida cotidiana. Para afianzar nuestra dignidad con la derrota definitiva de toda forma de explotación y de exclusión. Para continuar unidos como pueblo, impulsando al máximo nuestros poderes creadores. Todo es posible, digo.
(Publicado en Correo del Orinoco el 27 de abril de 2023)