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Siria en la ONU. Pablo Sapag

Hasta la fecha solos dos legítimos mandatarios del Estado sirio han intervenido directamente en las sesiones de la ONU, ya sea ante su Asamblea General, su Consejo de Seguridad o algún comité relevante. Lo han hecho cuando ha sido en exclusivo interés de Siria y no de la mano y a las órdenes de Washington, Ankara, Doha y Tel Aviv, sino precisamente para denunciar las ambiciones y tramas imperialistas, coloniales, cantonales y sectarias de esos y otros actores acostumbrados a actuar al diktat o a golpe de chequera.

Ambos legítimos líderes sirios lo hicieron en el ejercicio de sus funciones constitucionales y en momentos en que la Organización de las Naciones Unidas todavía tenía cierta credibilidad y se la consideraba como plataforma para intentar solucionar los conflictos mundiales. Nada de eso ocurre en la actualidad. La institución es hoy un cascarón vacío, incapaz de renovarse y representar a un mundo multipolar que nada tiene que ver con el de hace ochenta años atrás. Partiendo por su Consejo de Seguridad, un “Club de Toby” en todos los sentidos donde dos estados decadentes como Reino Unido y Francia usan y abusan de “su derecho” a voz, voto y veto para seguir beneficiándose de sus desmanes imperiales de ayer mismo, por ejemplo, en Siria. Ahí se juntan con EE UU y Rusia, que a pesar de sus pésimas performances para vender la idea de que discrepan en todo, en realidad están siempre bien coordinados entre bambalinas para repartirse o compartir zonas de influencia y poner o sacar de la lista de peligrosos terroristas a quien y cuando les place. Todo ello mientras China sigue sin ejercer el verdadero poder que tiene, todavía incómoda e insegura en una organización creada y pensada por y para occidentales, Rusia incluida, claro está. Así, los supuestos ganadores de la Segunda Guerra Mundial –que no se olvide, Francia siempre estuvo con el Eje y durante un buen tiempo la URSS también- siguen haciendo y deshaciendo a la pinta suya.

Por eso hoy, y con suerte, la ONU es una obscena pasarela para legitimar no a mandatarios, sino a mandados de ocasión. Caja de resonancia propagandística para gobernantes en apuros deseosos de desviar la atención interna desfilando en Nueva York. Patéticas reuniones de figurantes para reconocer seudoestados incapaces de ejercer ni uno solo de los elementos que hacen que un estado sea soberano y cuya única utilidad real es la de legitimar viejas y nuevas particiones contrarias a la voluntad de los pueblos verdaderamente concernidos por esas decisiones adoptadas por terceros.

Fares al Khury y Nureddin al Atassi

Fares al Khury, el primer jefe de Gobierno cristiano de la república siria de otrora vocación independiente, participó, ni más ni menos, en la Conferencia inaugural en la que se constituyó la ONU. Fue en 1945 en San Francisco, ocasión de la que se recuerdan dos hechos notables. El primero son los elogios públicos de un alto diplomático estadounidense, quien al escuchar el vibrante discurso nacionalista, antimperialista y antisionista del jurista Fares al Khury, exclamó: “¡Es imposible que un país con hombres como éste sea ocupado!”.

800 02 Khoury

En otra de las reuniones, Al Khury se sentó a propósito en el lugar reservado para el delegado francés. Ahí permaneció impasible ante las airadas y prepotentes protestas del gabacho. Al cumplirse veinticinco minutos exactos desde que tomara asiento, Al Khury se dirigió al colérico franchute para decirle: “Usted no puede soportar verme sentado apenas veinticinco minutos en su asiento. Su país ha ocupado el mío por 25 años. ¿No es tiempo ya de que sus tropas de ocupación se vayan de una vez?”  Menos de un año después, el 17 de abril de 1946, se produjo la evacuación del último invasor francés. Para el anterior régimen estatal sirio era, por mandato constitucional, el Día Nacional o de la Evacuación, el de la consagración definitiva de la Independencia. Hoy la República Árabe Siria o los territorios que nominalmente aún forman parte de ella simplemente carecen de Constitución. En ausencia de la misma y sin discusión ni consenso alguno, se cambian o eliminan de facto símbolos estatales herederos de esa historia o de la larga resistencia frente al proyecto occidental-sionista.

El otro dirigente estatal sirio que en el legítimo ejercicio de sus funciones constitucionales se dirigió a la ONU fue el Presidente Nureddin al Atassi, miembro de una connotada familia de patriotas sunníes de Homs y, por lo mismo, defensores acérrimos de la aconfesionalidad del Estado sirio. Lo hizo en Nueva York el 20 de junio de 1967, días después de la llamada Guerra de los Seis Días. Entonces la entidad sionista de Israel ocupó el Golán, Al Quds, Cisjordania y Gaza y la península del Sinaí, todos en la Siria Histórica y Natural. Parte de esos territorios se recuperaron en la Guerra de Tishreen (Octubre) de 1973. Otros volvieron a ser ocupados por Israel a partir del 8 de diciembre de 2024 en el marco del cambio de régimen estatal orquestado en Siria por varias potencias regionales y globales. Desde entonces, la entidad sionista ha ocupado casi mil kilómetros cuadrados más de territorio sirio, incluido el estratégico Jabal Sheij (Monte Hermón) y mantiene tropas a menos de quince kilómetros de Damasco y de la estratégica autopista entre esa ciudad y Beirut.

Attasi 800 01

La intervención de Atassi, denunciando tanto a Israel y sus prácticas como su connivencia con EE UU y otras potencias imperialistas, estuvo inspirada por el entonces representante de Siria en la ONU. Era, como Fares al Khury, el también cristiano ortodoxo George Tomeh. Además de connotado intelectual y primer presidente de la Universidad de Balamand, Tomeh fue funcionario de carrera de la Cancillería siria y embajador destacado de la otrora prestigiosísima y ya extinta tradición diplomática siria, con representantes bien hablados en varios idiomas, pulcra y correctamente vestidos, sin jamás hacer ostentación externa de ningún tipo y dignos defensores a ultranza de la soberanía siria, al extremo de ganarse el respeto de sus colegas de otros países, incluidos los mismos occidentales con los que se enfrentaban en la ONU y otros foros. Funcionarios admirados y envidiados también por algunos de sus colegas árabes y turcos, habitualmente tan vulgarmente ostentosos en atuendos y complementos como verborreicos e inanes. Sirva de ejemplo una reciente “cumbre” celebrada en un emirato del Golfo creado por los británicos y donde, además de la confusión nominal entre Estado y emirato, árabe solo se entiende como sinónimo de musulmán. Aberraciones conceptuales y semánticas difundidas a los cuatro vientos por su canal de televisión satelital y los think-tanks de “académicos” occidentales bien regados con la plata dulce de esa y otras autocracias reinantes.

La siria multiconfesional, de Midan a Nueva York

George Tomeh defendió siempre la plena soberanía de Siria y el fin de toda injerencia exterior conducente a la partición de la Siria Natural de acuerdo a los criterios étnicos y sectarios tan del gusto de los occidentales. También de algunos sirios legos que de vez en cuando y sirviendo a sus patrones externos abrazan con preocupante fanatismo extraños y peligrosos conceptos sectarios, como los de “mayoría” y minorías” religiosas en sustitución de las únicas categorías legítimas, es decir, las políticas. No es de extrañar, porque como oriundo del barrio damasceno de Midan, de cultura incuestionablemente multiconfesional, precisamente por estar poblado mayoritariamente por sunníes a la antigua usanza siria y no a la turca o a la del Golfo, Tomeh tenía muy claro que solo esa riqueza cultural única salvaría a la Siria Natural de la fragmentación, la cantonalización sectaria y la occidentalización, trama que tiene en el proyecto sionista su máxima expresión práctica.

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Fuera de esas ocasiones, el Estado sirio siempre se resistió a la humillación propia y a desprestigiar a una ONU que había fundado y cuya bandera contribuyó a diseñar el mismísimo Fares al Khury. De acuerdo a la doctrina y práctica diplomática siria, ahí solo se podía ir por decisión autónoma y cuando correspondía. Por el contrario, el lugar para tratar cuestiones que afectasen a Siria, en sus muchos sentidos, era precisamente Siria. Por eso fueron dos los presidentes de los Estados Unidos los que tuvieron que presentarse personalmente en Damasco para tratar asuntos concernientes a Siria. Eran tiempos en los que no valía con mandar virreyes o capataces que despachan sus órdenes desde Ankara con ínfulas de pachá otomano. Richard Nixon lo hizo en 1974 para definir con el entonces presidente Hafez al Asad los detalles de un acuerdo de separación entre las fuerzas sirias y las del ocupante israelí. Acuerdo negociado en Damasco, según los términos sirios y que devino en una resolución de la ONU. Durante cincuenta años y hasta el 8 de diciembre de 2024 lo pactado en esa reunión de igual a igual entre los entonces presidentes sirio y estadounidense logró mantener a raya a los sionistas, que hoy, sin embargo, entran y salen de Siria cuando y como quieren.

El 27 de octubre de 1994 fue el turno de Bill Clinton. El presidente estadounidense llegó a Damasco para intentar convencer a la República Árabe Siria, entonces el actor decisivo en la región, para que apoyase los infames acuerdos de Oslo. Firmados un año antes por palestinos e israelíes para mayor beneficio de estos últimos, son la piedra angular de aquella cansina y majadera cantinela de “los dos estados”, uno sin competencias reales ni capacidad de defensa y siempre tutelado por el otro al no haberse precisado cuestiones claves como la capitalidad de Al Quds, el derecho al retorno, la vuelta de los refugiados o el levantamiento de los asentamientos de “colonos”.

Clinton tuvo que oír en Damasco lo que hasta diciembre de 2024 fue la postura invariable y respetada de Siria: solo habría paz y prosperidad de verdad cuando se acordara de manera conjunta y simultánea la devolución de todos los territorios sirios ocupados por Israel, empezando por los Altos del Golán de la República Árabe Siria o las Granjas de Shebaa de la República Libanesa, además de los consabidos territorios de la Siria del Sur. La misma posición que Hafez al Asad ya había expresado en 1990 a George Bush en Ginebra. O la manifestada por sus sucesores constitucionales en la Jefatura del Estado, el sunní Abdul Halim Khaddam y el también alauita Bashar al Asad, a varios mandatarios de visita en Damasco. También en París, cuando el entonces presidente sirio fue el invitado de honor de su homólogo Sarkozy al desfile del 14 de julio de 2008, sin que por ello variara un ápice una posición de Estado anclada en el Programa Nacional Sirio de 1920. Fue la hoja de ruta de la república siria independiente y madre de todas sus constituciones hasta la de 2012, desechada hace unos meses sin mediar consulta popular alguna y sustituida por una declaración de parte en la que por primera vez en la historia de la República Árabe Siria y sus antecesoras se ha impuesto la sharía o ley islámica como la principal fuente de jurisprudencia, la misma que a falta de Parlamento y otras instituciones estatales interpretan jeques tan variopintos en su formación religiosa y legal como en sus decisiones.

El Programa Nacional Sirio señalaba que todos los sirios de la Siria Natural querían vivir en un solo estado unitario y aconfesional que no discriminara entre etnias, religiones y sectas. Establecía que para ser tal y no otra cosa, ese Estado debía ejercer soberanía plena y resistir cualquier intento de injerencia o tutelaje exterior.

Todo lo demás es pura propaganda para excitar a ignaros incapaces de entender la diferencia entre un cambio de gobierno y uno de régimen estatal. O entre ser protagonistas de un genuino movimiento popular y patriótico o ser la fuerza de tarea cómplice de una intervención exterior que no por burda deja de ser extremadamente mortífera y destructiva para Siria. En definitiva, propaganda y censura para tapar vergüenzas propias y ajenas o calmar las deshonradas conciencias de quienes confunden política con religión y de aquellos que solo entienden las relaciones internacionales como imposición o espectáculo.

(Publicado en Diario Sirio-Libanés, el 25 de septiembre de 2025)

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