Sobre izquierdas que no lo son. Farruco Sesto
Decía, Sun Tzu, más o menos: “Si conoces a tu enemigo y te conoces a tí mismo, no deberías temer el resultado de mil batallas” El problema está, digo yo, cuando se difuminan los campos intermedios.
Por ejemplo, en el caso del progresismo, que no sabemos bien si está de este lado o del otro en los grandes conflictos estructurales. ¿Cómo manejarse con él políticamente? La cosa yo la veo de esta manera:
Estoy plenamente consciente de que, para moverse en el resbaloso mundo de las izquierdas no revolucionarias, con sus colores y matices diversos, hay que dotarse de una extraordinaria paciencia y una capacidad de aguante a prueba de todo.
Ello debe ser así, queridos camaradas, porque en cualquier escenario posible que uno imagine para el desarrollo de una verdadera acción transformadora, algún papel, aunque sea pequeño, van a jugar esas insípidas izquierdas.
Ellas son fichas que están en el tablero de ajedrez y, en consecuencia, cualquier organización que vaya en serio, es decir, que se plantee la lucha por el poder del estado, bien sea por alcanzarlo o por mantenerlo, ha de diseñar necesariamente una estrategia que las incluya. Sobre todo, cuando hay razones para estimar que, a la hora de la verdad, en buena parte de las partidas en juego, muchas de esas izquierdas edulcoradas ni siquiera van a ser parte de nuestros movimientos, sino de los del equipo contrario.
¡Ah, pero para manejarse con esa paciencia requerida, lo primero que hay que hacer es comprenderlas bien! Lo cual no es nada sencillo. Antes bien, yo diría que es dificilísimo.
Hay que monitorearlas todo el tiempo en el marco de las contradicciones de clase, y tratar de estudiarlas en su contexto ideológico cultural, en razón de su grado de dependencia, total o parcial, de las ideas del bloque hegemónico dominante.
Pero esto que es válido para el desarrollo de una política nacional en un país cualquiera, digamos equis, un país hipotético, lo es también para el trazado de las líneas estratégicas internacionales en el marco de la geopolítica, sobre todo en estos tiempos tan definidores, donde el mundo irremediablemente se mueve hacia la ruta de los huracanes.
También allí, en lo internacional, hay que hacer un esfuerzo especial para manejarse con tales izquierdas, que se consideran a sí mismas civilizadas y humanistas a partir de algunas sensibilidades a las que se adscriben. Pero que en realidad están imposibilitadas para entender que “el mundo ha de cambiar de base”. Que es necesario que sea así. Que se puede hacer. Que se debe hacer. Y que hay con quienes hacerlo. Me refiero, ya saben, a las grandes mayorías trabajadoras como protagonistas de los cambios.
Por lo que, mientras tanto, lo mejor que podemos esperar de esas izquierdas llamadas progresistas, es que estorben lo menos posible. Y trabajar para que así sea.
(Publicado en Correo del Orinoco, el 6 de octubre de 2022)
No recuerdo disentir de los argumentos de Farruco, pero le pediría que incluyese a las mujeres en su discurso nombrándolas, explícitamente, «queridos y queridas camaradas»,