SOBRE LA INUTILIDAD (CÓMPLICE) DE LAS IZQUIERDAS DEL SISTEMA EN SU FASE DEGENERATIVA (y III). Andrés Piqueras
(Continuación de la segunda entrega)
La industria de la muerte
Cuando el Sistema se atasca, cuando la sangre del valor como plusvalor no fluye bien por sus venas, la salida armamentístico-bélica, que en la fase reformista del capital fue señalada como “keynesianismo militar”, es su tentación más fuerte, que se va convirtiendo en “necesidad” con el agravamiento de la degradación de la rentabilidad, léase masa real de ganancia. Y aquí es importante subrayar lo de “real” para no dejarse llevar, como el mainstream económico y desgraciadamente también demasiados marxistas, por las ganancias improductivas, rentistas y ficticias que coronan el supuesto crecimiento actual del modo de producción capitalista. Sólo la plusvalía extraída en la generación de nuevo valor (posteriormente transformada en beneficio con la venta en la esfera de la circulación) y reinvertida productivamente, puede fungir como acumulación real de capital.
Cuando esa acumulación falla, lo que la suele sustituir es un crecimiento resultante de la retroversión del capital a su forma simple de dinero, con tendencia, además, a hacerse mayoritariamente ficticio, el cual también en su mayoría no se reinvierte productivamente. Una de las formas más contundentes de llevar a cabo ese “crecimiento” no productivo viene de la mano de las armas y las guerras a las que van asociadas. Las izquierdas del Sistema o izquierdas integradas, lejos de poder hacer frente a ello, terminan en uno u otro momento histórico por secundar de manera activa o pasiva los gastos de rearme y los presupuestos de guerra, como la Historia no ha cesado de mostrarnos.
Vemos todo ello con algo de detalle.
Las guerras se imbrican en el ciclo económico no sólo facilitando la venta de armamento, sino fundamentalmente porque provocan la destrucción en gran escala de capital fijo e instalado, siendo por ello proclives a posibilitar un nuevo ciclo de acumulación.
Es decir, devienen una forma extrema de desvalorización de capital que despeja el camino para una revalorización futura.
Pero además, dada la inseparable vinculación entre economía y política, con las guerras se busca bien la obtención o bien la reproducción de las condiciones de dominio de unas u otras elites. Se puede decir, entonces, que constituyen un medio para el feroz reparto entre ellas (cuales fieras que se disputan un despojo) de la plusvalía o trabajo excedente mundial generado por la clase trabajadora.
Pero, se nos podría argumentar, ¿no podría el gasto público civil ser tan eficaz como el gasto público militar para contrarrestar las crisis? Y si fuera así, ¿por qué el gasto militar no se sustituye por gasto civil?
La respuesta está en que el gasto público civil termina en breve no sólo no siendo eficaz para superar las crisis de rentabilidad privada del capital (tasa y/o masa de ganancia productivas), sino que puede incluso llegar a ser contradictorio con ese objetivo.
Veamos. Para que el presupuesto del Estado se mantenga o se extienda requiere de continuos aumentos en la productividad de la fuerza de trabajo (tanto en el sector privado como en el estatal), de manera que sea capaz de sufragarle. Eso quiere decir que la explotación del trabajo (aquí en cuanto que plusvalía relativa) debe elevarse constantemente. Lo cual, a su vez, significa una composición orgánica más alta del capital y la consiguiente disminución de la fuerza de trabajo explotable en relación con el capital en crecimiento: menos fuerza de trabajo generando más plusvalía proporcional
Sin embargo, para mantener el empleo, el sector no productivo (estatal o paraestatal) debe aumentar más rápido que la producción total. Lo cual implica un lento deterioro de la ampliación de capital privado productivo que sólo puede contrarrestarse parando la extensión del sector no productivo. Es decir, que estamos ante un círculo vicioso que apenas permite relanzar el ciclo de acumulación, como se ha evidenciado a lo largo de la historia. Así, por ejemplo, en los años 30 del siglo pasado, el “New Deal” con sus gastos sociales no logró sacar de la crisis a EE.UU. No fue hasta que esa formación socioestatal entrara en guerra que la recuperación se produjera. Con los gastos militares.
Así lo indica claramente el gráfico 1.
Gráfico 1
Desviaciones del PIB de EEUU respecto de su tendencia, 1870-2008

Fuente: Schwartz La Gran Depresión de 1929 A 1940 | PDF | Nuevo acuerdo | Franklin D. Roosevelt
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En tiempos de recesión, además, los capitalistas individuales son cada vez más reacios a proporcionar parte de sus ganancias al “capitalista colectivo” (el Estado) para el funcionamiento común de la economía. Si, en contrapartida, el Estado tiene que extraer cada vez más de la población asalariada los impuestos, lo que consigue es un descenso en el poder adquisitivo de la población y la consiguiente caída generalizada del consumo, reduciendo la realización de la plusvalía empresarial en forma de ganancia. Si aun así el Estado tiene éxito en relanzar las inversiones (a través de la emisión de deuda continua y continua ampliación del capital ficticio, como proponen keynesianos, neokeynesianos y postkeynesianos), pueden ocurrir tres desenlaces: 1) que las inversiones se detengan cuando se ha alcanzado el nivel de composición orgánica del capital al momento de pre-intervención del Estado: con lo que nada cambia en la tasa de ganancia; 2) que las inversiones hagan aumentar la composición orgánica media del capital: empujando de nuevo a una caída de la tasa de ganancia; 3) que las nuevas inversiones estén por debajo de la composición orgánica media anterior a la intervención estatal: con ello el Estado está ayudando a los capitales más ineficientes, y lo único que consigue es posponer brevemente la crisis.
En cualquier caso, el gasto público civil por sí mismo no tiende a reflotar la tasa de ganancia, como indica el gráfico 2.
Gráfico 2
Gastos gubernamentales en relación al PIB y tasa media de ganancia (1948-2015)

Fuente: Carchedi, Guglielmo (2018). “The Old is Dying but the New Cannot Be Born on the Exhaustion of the Present Phase of Western Capitalism”, en Guglielmo Carchedi y Michael Roberts (eds.). World in Crisis. A Global Analysis of Marx’s Law of Profitability. Haymarket Books. Chicago.
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El gasto público civil sólo es susceptible de proporcionar una salida pasajera al estancamiento a través del aumento de la capacidad adquisitiva de la fuerza de trabajo, dada mediante una mejor redistribución de la riqueza social y la consiguiente elevación del salario directo, indirecto y diferido. Circunstancias que encuentran amplio y firme rechazo por parte de la clase capitalista, por lo que sólo han podido darse a través de una correlación de fuerzas nacional e internacional algo más favorables para la clase trabajadora, como fue el periodo de postguerra europeo, con el contrapeso que ejercía la URSS.
De hecho, la clase capitalista no sólo se opone a un mayor aumento del gasto público civil, sino que éste es combatido cada vez que determina una situación de competencia con la iniciativa privada. Por eso, por ejemplo, se retraen fondos de la enseñanza pública y se abren cada vez más centros privados, lo mismo que pasa en sanidad o con la vivienda pública.
En cambio, no hay competencia con las empresas privadas en el ámbito militar. El gasto público militar va directamente a las empresas privadas del sector, que a menudo también tienen una rama civil que puede beneficiarse de la financiación (en gran medida pública) proporcionada a la rama militar. Así que la carrera armamentista permite el aumento del gasto público por parte del Estado, sin que se transforme en aumento de los salarios y del consumo de la población.
Pero el gasto en armamentos no tiene solo una función económica, sino también de producción de subjetividades sometidas. La guerra exaltando la subordinación y el mando contribuye a crear mentalidades conservadoras. Mientras el masivo gasto público social tiende a minar la posición de privilegio de la oligarquía, el gasto militar hace lo contrario. La militarización favorece a todas las fuerzas reaccionarias, determina un respeto ciego por la autoridad; se enseña y se impone una conducta de conformismo y de sumisión y la opinión contraria se considera como un hecho antipatriótico o incluso una traición.
En suma, la inversión en armamento y en guerra permite ganancias sustanciosas para ciertos capitales, al tiempo que evita el posible empoderamiento de la clase trabajadora, facilitando por el contrario su subordinación.
EE.UU.: la geoestrategia (bélica) del caos de nuevo al rescate del capitalismo
La militarización global no es sino el modo de existencia de los oligopolios del capital a interés (que desde principios del siglo XX han venido siendo llamados “financieros”), los cuales se apoyan en cada momento en la potencia líder del Sistema, hoy claro está, en la armada estadounidense, para intentar preservar su situación de dominio y beneficios.
En las actuales circunstancias de decadencia, el Sistema Mundial capitalista tiende más y más a funcionar directamente a través de la fuerza armada de EE.UU. (una violencia palmaria, exhibida sin tapujos, que tiende a invisibilizar la inherente a las relaciones sociales de producción capitalistas y a la dictadura de su tasa de ganancia).
Al mismo tiempo, EE.UU. preserva su economía y garantiza su supremacía a través de la guerra.
De hecho, los picos en el crecimiento del beneficio neto después de impuestos como porcentaje de los costes del stock neto de capital fijo de las empresas no financieras estadounidenses entre 1929 y 2008 se produce en conjunción con las guerras que Estados Unidos ha librado desde la Segunda Guerra Mundial. Los «proveedores» de la guerra no faltan, asociados con los grupos de presión que movilizan tanto a altos responsables del ejército como a congresistas de las comisiones de “Defensa” y a los líderes de las empresas transnacionales de armamento. Unas actividades de cabildeo profesionalizado que pugnan por la asignación de enormes contratos por parte de las diversas agencias gubernamentales, con los impuestos de la ciudadanía.
Aquí una breve lista de las principales empresas estadounidenses productoras de armamento, con cifras de negocio astronómicas:
- Lockheed Martin
- Boeing
- Northrop Grumman
- General Dynamics
- Raytheon
- L-3 Communications
- United Technologies
- SAIC
- ITT
- Kellogg Brown & Root
- Honeywell
- General Electric
- Computer Sciences…
Fuera de EE.UU. están también: BAE Systems (Reino Unido), EADS (germano-franco-holandesa), Finmecanicca (Italia), Thales (Francia), amén de otras bastantes.
Entre las sociedades privadas que más se beneficiaron de los primeros contratos otorgados en el momento del lanzamiento de las destrucciones de Afganistán e Irak:
- KBR (entonces filial del grupo Halliburton)
- Parsons Fluor Washington Group, Shaw Group E&I,
- Bechtel, Perini, Contrack,
- Tetra Tech, USA Environmental, CH2M Hill,
- American International Contractors…
La estructura de propiedad del capital de la mayoría de estas empresas transnacionales de armamento está en manos de inversores institucionales que a su vez están controlados por los oligopolios bancarios y bursátiles en Estados Unidos.
A principios del siglo XXI, esta es la parte de la estructura de propiedad del capital militar dominado por inversores institucionales, que al tiempo son poseídos por los oligopolios financieros:
95 % de los activos de Lockheed Martin
75 % de General Dynamics
65 % de Boeing
86,5 % de Engineered Support Systems
85,9 % de Stewart & Stevenson Services
84,7 % de L-3 Communications
82,8 % de Northrop Grumman
76 % de General Dynamics
70 % de Raytheon
66 % de Titan
A medida que el gobierno de EE.UU. ha externalizado sus actividades bélico-armamentísticas, una proporción cada vez mayor de empresas militares privadas ha quedado bajo el control de las finanzas.
Así, por ejemplo, en el año 2000 se dio la adquisición de MPRI por parte de L-3 Communications Holdings. DynCorp, comprada en 2003 por la empresa de informática Computer Sciences Corp., pasó a ser propiedad del fondo de capital privado Veritas Capital dos años después. Todo ello, con los ahorros e impuestos de miles de ciudadanos, financiándose una amplia gama de actividades privadas, desde las abiertamente mercenarias hasta las de interrogatorio de prisioneros.
También la Unión Europea quiere recoger y canalizar el ahorro continental hacia los armamentos. En el complejo militar-industrial europeo destaca el título de Rheinmetall –sociedad alemana que produce los tanques Leopard y que es el mayor productor de municiones de Europa–. Su cotización ha aumentado un 100% en los últimos meses, superando en términos de capitalización a la principal casa automovilística del continente, Volkswagen; última señal del creciente apetito de los inversores por los títulos ligados a la “Defensa”, según se disparan, nunca mejor dicho, las intenciones bélicas y la producción y ventas asociadas a ellas, en el descabellado proceso de rearme europeo en busca de la guerra contra la segunda o primera potencia nuclear del mundo.
Obviamente, Rheinmetall tiene como accionistas principales a Blackrock, Société Générale, Vanguard, etc. De nuevo, en general, como ya expuse en UNA APROXIMACIÓN A LAS CLAVES DEL PODER SIONISTA MUNDIAL – El blog de Andrés Piqueras, los grandes fondos de inversión que están en manos sionistas, figuran detrás también de la industria de la muerte.
La guerra también se privatiza. La alianza de muerte entre USA y el capital
Congruente con ello, la privatización de la guerra sigue su marcha. En Irak los efectivos movilizados por las empresas militares privadas son alrededor de 182.000. Superaron a los del ejército estadounidense entre los meses de junio y diciembre de 2008. Integrados en la «fuerza total», estos mercenarios son empleados por más de 300 empresas (KBR, Blackwater USA, MPRI, Vinnell, DynCorp…), compartiendo una cifra de negocio anual de alrededor de 100 mil millones de dólares.
Su principal cliente sigue siendo el Estado, que ha transformado Irak y Afganistán en terrenos de acción de un nuevo «mercado de la guerra» abierto tras el 11 de septiembre.
Es sabido, en suma, que EEUU es el mayor productor de guerra de todos los tiempos. No ha estado en guerra en sólo 16 años de su historia de 240 años. Ha iniciado alrededor del 80% de los conflictos armados del mundo desde el final de la Segunda Guerra Mundial;
viola sistemáticamente la soberanía de otros países e interfiere en los asuntos internos de todos los demás. El Instituto Watson (de la Universidad Brown, Rhode Island) reconoce que sus intervenciones tras la Segunda Guerra Mundial han causado al menos 6.000.000 de muertes, con 350.800 civiles asesinados, y más de 50 millones de desplazados. Cifras conservadoras, sin duda.
En un contexto donde el papel del Estado es crucial para el capital -ya que entra en guerra en su nombre-, el gasto militar se convierte en una fuente importante de rentabilidad para los capitalistas porque puede transformar capital productivo -en particular cuando es financiado por la deuda pública mediante emisión de títulos- en capital ficticio.
Así que el uso de la fuerza armada es la estrategia impuesta por las finanzas como condición para su reproducción, por lo que el crecimiento bélico por destrucción y saqueo es la modalidad preeminente del capitalismo en sus fases descendentes, más aún en la degenerativa actual.
Lo que se traduce en
- Emergencia inducida de sociedades-en-disolución
- Configuración de desastres sociales
- Saqueo de recursos
- Forma concreta de sometimiento
- Anulación de enemigos o competidores
- Planificación del Caos
Todo ello es independiente de que haya o no “izquierdas progres” en unos u otros gobiernos, porque las izquierdas del Sistema no pueden nada frente a las dinámicas estructurales (profundas, raigales) del Sistema en el que están integradas y al que no buscan trascender.
Así que la guerra, el armamentismo y el militarismo no hacen sino expandirse aceleradamente.
Gráfico 3
Evolución del gasto militar global (millones de dólares ajustados a inflación), 1992-2023

Fuente: Un mundo a la defensiva: el gasto militar sigue marcando récords – Mapas de El Orden Mundial – EOM. Ver también https://www.sipri.org/sites/default/files/2025%20MILEX%20PR%20ESP.pdf
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Por el contrario, la proporción de la riqueza social que le llega a la clase trabajadora es cada vez menor.
Gráfico 4
Reducción de la participación salarial en el nuevo valor añadido en diferentes países europeos, EE.UU. y Japón (%) 2009-15.

Fuente: Roberts, Michael. “The Euro Crisis is a Crisis of Capitalism”, en Guglielmo Carchedi y Michael Roberts (eds.) (2018). World in Crisis. A Global Analysis of Marx’s Law of Profitability. Haymarket Books. Chicago.
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Repito, estas tendencias de Desigualdad, Destrucción, Caos, Saqueo y Guerra, son sistémicas. Sólo las luchas antisistémicas pueden tener alguna oportunidad de contrarrestarlas. Sólo la superación del Sistema puede eliminarlas.
El problema de tener como referente a las izquierdas integradas no es que sean o no preferibles a las opciones duras del capital, es que no contemplan esa opción de superación y por tanto quedan por sí mismas relegadas a la nada en las fases de agudización bélica del Sistema, el cual además se deshace pronto de ellas cuando agudiza su dimensión de Muerte, sobre todo una vez han cumplido el papel de encandilamiento social.
Industria de la muerte y Crisis
Pero en este punto cabe preguntarse ¿puede la industria de la muerte sacar al capital de su CRISIS degenerativa?
Ciertamente el nivel de destrucción debería ser apoteósico para acompasar la ingente cantidad de capital ficticio al capital productivo global e incluso al PIB mundial reconocido. De algo más de 100 billones este último a más de 1.200 billones de capital-dinero ficticio circulando por el mundo.
Por otra parte, la producción y venta de productos bélicos y los medios de destrucción en general permiten en un ciclo determinado la realización de plusvalía y ganancia. Durante ese ciclo se producen mercancías que cuentan como riqueza real a escala estatal. Pero incluso cuando esas mercancías dañinas vendidas al Estado no sean “consumidas” destructivamente, es decir, no sean usadas en la guerra y por lo tanto no causen amplia destrucción directa, en el ciclo económico siguiente ya no contribuyen a la reproducción ampliada del capital a escala social global. Esto es así porque en el posterior ciclo de producción dichas armas no figuran entre los medios de producción para renovar o ampliar el capital fijo de la economía real, ni entre los medios de consumo necesarios para volver a contratar la misma o más fuerza de trabajo en dicha economía. Un ciclo de producción armamentístico se transforma en un obstáculo en el ciclo siguiente (así lo hemos venido analizando y exponiendo en diversos trabajos del Observatorio Internacional de la Crisis, de cuyo esfuerzo colectivo es deudor este texto en bastantes de los contenidos expresados, aunque de sus posibles errores sea yo el único responsable). Además, como han indicado ya otros autores, la carrera armamentista no tendrá tantas posibilidades de funcionar como «keynesianismo de guerra» porque las inversiones en armas del Imperio Occidental intervienen hoy en una economía mayoritariamente financiarizada y ya no tanto industrial.
En general, sumado a ello, el desarrollo del Departamento IV (de fuerzas militares o destructivas) hace declinar la tasa de inversión en la producción civil, lo que afecta al crecimiento económico y, por ende, conduce a bajar la productividad general del trabajo.
Sólo vendiendo armas a terceros puede sacudirse una economía parte de ese lastre (sólo parte porque nunca facilita las más sofisticadas y punteras, que son las más caras). Pero para conseguirlo tiene que fomentar incesantemente las guerras o la amenaza de las mismas. Cuando están por medio armas nucleares, entre otras varias con poder de destrucción total, el peligro para la humanidad se desenfrena.
¿Podrán entender por fin nuestras izquierdas integradas que todo esto es algo inherente al Sistema al que sirven y al que, suponiendo la honradez, se empeñan ilusamente en hacer bueno?
Nota de última hora (como para redundar en lo dicho):
En el momento de acabar este texto, el ente sionista acaba de atacar Irán. Se trata del objetivo último de esta base militar del Imperio Occidental en su accionar para posibilitar el dominio total de Asia central y occidental para el Imperio (de nuevo remito a UNA APROXIMACIÓN A LAS CLAVES DEL PODER SIONISTA MUNDIAL – El blog de Andrés Piqueras). Los pasos que éste a través de esa base militar destacada en Asia ha venido dando (una vez destruido antes Iraq) han sido tan claros y contundentes como no ocultados: Palestina, Líbano, Siria y ahora, por fin, Irán. Queda en medio la espinita de Yemen, a la que supuestamente atenderá cuando vea el desenlace de esta última agresión, de poco calculables consecuencias, si bien todo dependerá del daño real causado a la estructura militar iraní.
En cualquier caso, aunque Irán constituye el objetivo último de la misión encomendada a la base militar-terrorista israelí, es sólo un paso intermedio para el Imperio Occidental, y muy en concreto para EE.UU., en su estrategia de enfrentar a Rusia y sobre todo a China, que es el objetivo final de esa potencia imperial.
Algo va quedando cada vez más claro: el hegemón estadounidense en vertiginosa decadencia ha decidido que no va a dejarse relevar sin Guerra. La Guerra Total que ha ido pergeñando poco a poco, a través de numerosos golpes, está llegando a su fase decisiva.
En ese sentido, hay también otro punto que debería quedar patentemente claro: ni Rusia, ni sobre todo China, pueden permitirse el lujo de perder a Irán. Sería, probablemente, su principio del fin.
La “paciente” y disimulada actitud internacional, de “perfil bajo”, de China, su colaboracionismo con unos u otros elementos del Imperio (tiene negocios de muy dudosa legitimidad en Ucrania, igual que con algunos de los gobiernos salidos de golpes de Estado en América, pero sobre todo, lo que es aquí más flagrante es que sus empresas mantienen importantes contratos infraestructurales con el ente sionista), no podrán sostenerse por más tiempo, si es que China quiere tener alguna posibilidad de vencer la Guerra Total que el Imperio tiene desatada contra ella. Eliminando, poco a poco, a todos sus aliados o incluso asociados a su “arquitectura de integración mundial”.
Saber posicionarse ante todo ello, distinguir entre tanto Caos al verdadero enemigo sistémico y sobre qué hay que actuar, decidir adecuadamente los cauces de intervención política interna y tener un proyecto estratégico en consonancia, deviene cada vez más vital para la subsistencia como sujeto colectivo de cualquier izquierda. Puede que pronto también simplemente para poder sobrevivir.
(Publicado en el blog del autor, el 13 de junio de 2025)