Sobre la ternura
Me encanta comenzar mi rutina cotidiana recorriendo virtualmente el mundo a través de varias páginas web de mi preferencia. Entre ellas, Cubadebate. Allí me encuentro hoy con un titular con el que me identifico: “La solidaridad es la ternura de los pueblos”.
Me interesa ese tema de la ternura particularmente cuando se utiliza como expresión de un sentimiento que no se avergüenza de constituirse en elemento real de la política.
Fui tomando conciencia de ello sobre todo a partir del énfasis que hace Jorge Rodríguez sobre esa cualidad que debe impregnar las revoluciones. Por ejemplo, en 2012, cuando se refería a “la victoria inmensa del pueblo de Venezuela con su Comandante Presidente, cada vez más crecido, cada vez más inmenso, cada vez más lleno de ternura, de sonrisa, de amor”.
Por supuesto ya conocíamos la frase del Che: “Hay que endurecerse sin perder jamás la ternura”. Y, desde luego cantábamos con Alí Primera: “Yo te digo camarada / por encima de la idea / y aferrado a la creencia /que sentimos por la tierra / juro porque nuestras manos / sean buenas para la siembra / que alimente a la ternura”.
También disfrutábamos la relectura de Sobre Salvajes, donde Gustavo Pereira, refiriéndose a los waraos, escribe: “Los muy tontos no saben lo que dicen. / Para decir Tierra dicen Madre / Para decir Madre dicen Ternura / Para decir Ternura dicen Entrega”.
De manera que me puse a investigar si ese concepto de la ternura en el marco de la política era algo relativamente nuevo, o venía de lejos. Y me fui directamente a buscar a Bolívar, para encontrar que en 1815 le escribe a Ricardo Welleley: “Sí, señor, la suerte de la América reclama imperiosamente el favor de cuantas almas generosas conocen el precio de la libertad y se glorían de defender la justicia. En Vd. resplandecen estas heroicas virtudes. Vd., pues, oirá con ternura los gritos de veinte millones de víctimas.”
Y que en el 26 le escribe a Páez: “Entendámonos, general. Nadie será infeliz, ningún espíritu de partido me guía. Jamás la venganza ha entrado en mi pecho, y en cuanto a Vd. toda la vida lo he amado y aun en el día excita Vd. a mí corazón una ternura mezclada de pena. ¡Vd. se pierde, y Vd. se pierde!”
El comandante Chávez, que estaba hecho como nadie de reciedumbre y ternura, confiesa en 2004: “de mi padre aprendí, oye, la ternura, la comprensión; de mi madre aprendí la firmeza”.
Pero de él quiero destacar ese reconocimiento que en 2007 le hace a María León. “Vieja camarada, comunista, María León, esa es María Leona le digo yo, parece una muchacha, María León, puede tener 18 años, que claridad, que frescura, que ternura y que firmeza, que firmeza, es una llama”.
(Publicado en Correo del Orinoco, el 3 de junio de 2021)