Somos de verdad
¡Somos de verdad! Me gusta esa frase que le hemos oído repetidamente en estos últimos años al presidente Nicolás Maduro. Me identifico mucho con ella. Una frase sencilla y afirmativa, que a mí me luce de una contundencia impresionante, para que no haya duda y por si alguien no lo cree. ¡Nosotros somos de verdad!
Por ejemplo, en uno de sus últimos tuits, en este caso con motivo del aniversario de los sucesos de abril de 2002, sobre el golpe y la respuesta contundente de nuestro pueblo, escribió el presidente Maduro: “Se cumplen 19 años del golpe de Estado fascista del 2002 contra el comandante Chávez. ¡Somos de verdad! ¡Estamos destinados a vencer!»
Expresión del orgullo de saberse auténtico y proclamarse como tal. Con relación a aquel episodio específico de nuestra historia, la conciencia de la autenticidad de un pueblo noble, sin dobleces, que no comió cuentos en aquellos momentos dramáticos y se alzó en rebeldía contra los facinerosos cuando secuestraron al comandante Chávez. La conciencia también de la actuación ejemplar de unos militares igualmente auténticos que, demostrando que su compromiso con la patria era verdadero, confrontaron el golpe orquestado por el grupo desleal de altos mandos que traicionaron la Constitución, la democracia y la República. Y la conciencia clara también de la singular autenticidad del propio Comandante, como líder de la revolución, que a lo largo de aquellas 47 horas, enfrentado como estaba a la traición y a la amenaza contra su propia vida, mantuvo una posición de dignidad, de lucidez y de confianza en su pueblo, como solo los grandes dirigentes históricos pueden hacerlo.
Si, somos de verdad. Que lo sepa el enemigo imperial. Que no se engañe. Que lo sepan también todos los agentes que actúan directa o directamente a su servicio, así sean gobernantes, diplomáticos, empresarios, dueños de medios, dueños de bancos, lo que sea que sean en estos tiempos de tanta hipocresía y doble discurso, que lo sepan bien: no nos menosprecien. Somos de verdad. Tenemos pundonor. Tenemos un inmenso sentido del decoro. Un orgullo de ser. Tenemos absoluta claridad sobre lo que representamos. Y tenemos también conocimiento activo, lo cual no es poco cuando se expresa como moral de combate, del valor de nuestra propia fuerza material y espiritual.
Y que lo sepan, yo creo que lo saben, también nuestros amigos. Todas y todos aquellos quienes han “echado su suerte” por esta revolución. Que sepan que es auténtica. Que nunca se traicionará a sí misma, que nunca traicionará a los pueblos del mundo, en esta larga marcha de la humanidad hacia su emancipación definitiva.
(Publicado en Correo del Orinoco)