Vídeo de Trump sobre Gaza generado por IA
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Tecnología y barbarie: occidente se hunde. Pedro López

En 1969 Noam Chomsky publicaba La responsabilidad de los intelectuales, un ensayo que me impactó a mediados de los ochenta. En él comentaba hablando de su país: «¿Qué decir de un país en el que un museo científico de una gran ciudad puede anunciar una exposición en la que la gente dispara ametralladoras desde un helicóptero a chozas vietnamitas, con una luz que se enciende cuando se da en el blanco? ¿Qué decir de un país donde puede ocurrirse siquiera una idea semejante? Hay que llorar por ese país».

A estas alturas suena hasta ingenua esta cita escrita hace más de cinco décadas. Voltaire decía hace más de dos siglos que la civilización –podemos entender el “progreso”- no suprime la barbarie, sino que la perfecciona. Los avances tecnológicos desde la cita de Chomsky (años sesenta) han sido espectaculares en todos los campos, pero la anestesia y la estupidez colectiva que han expandido puede ser espeluznante a la vez que ridícula.

Drama y ridiculez se unen trágicamente en una ola creciente de sucesos letales. El número de muertes por selfies, tanto de influencers como de jóvenes sin más, es ya de varios miles. Se trata de epatar a los seguidores en redes sociales o simplemente a amigos y familia, arriesgando la vida en lugares donde hay que estar muy loco para situarse.

En 2020 una conductora que presenció un accidente1 de tráfico paró y grabó a una víctima que terminó muriendo mientras la asistía personal sanitario, difundiendo las imágenes por whatsapp. Una ocurrencia como otra cualquiera en el mundo en que vivimos, no una señal de alarma en una sociedad medianamente sana.

Pero la imbecilidad y la tragedia siguen su avance. Yéndonos a un contexto más trágico, se van superando todas las barreras. Las grabaciones de los soldados israelíes hechas por ellos mismos mofándose de personas muertas o de bombardeos muestran un preocupante nivel de inhumanidad que se contagia a colonos y a las clases medias y altas de lo que conocemos como occidente. Esto a veces revela también un preocupante supremacismo cuando comprobamos que no existe la misma indiferencia ante las víctimas de Palestina o del Congo que ante las víctimas de Ucrania.

Y en una siniestra vuelta de tuerca, van llegando las propuestas turísticas disfrutando de la tragedia del pueblo palestino. La de Trump para hacer de Gaza un complejo vacacional, un sueño húmedo de colonos israelíes y turistas europeos y norteamericanos, fue preparada con un derroche de inteligencia artificial. Posteriormente ha salido un vídeo promocionando lo que llaman el nuevo “turismo de guerra”, con vistas en primera fila de los frentes “bélicos” (a pesar de que no hay guerra, es un genocidio al no haber dos frentes militares).

Ideas como estas deberían estar en el código penal de cualquier país “civilizado” o ser consideradas patologías a tratar por el sistema sanitario, pero no van por ahí las cosas. Los “buenos emprendedores”, siempre en la vanguardia y que hacen negocio con todo lo que se les ponga por delante, ya están en ese campo de ideas y hacen rutas turísticas por lugares seleccionados del genocidio palestino, donde turistas y colonos pueden ver lo bien que van a quedar en el futuro las fincas arrasadas por Israel. Son un buen vomitivo para alguien que los necesite por motivos terapéuticos.

La Humanidad ha “avanzado” en esta dirección uniendo imbecilidad y tecnología. No se entienda con este comentario una fobia a la tecnología. La tecnología nos ayuda en infinidad de tareas pesadas, de cálculos tediosos o prácticamente imposibles de hacer sin calculadoras, en operaciones médicas, en construcción de edificios… en un sinfín de tareas. Pero en el campo moral la Humanidad, y occidente en particular, sigue embarrancada, inventando armamento cada vez más destructivo, dejando a los algoritmos decisiones que conllevan tragedias de las que nadie se responsabiliza y ocultando bajo el razonamiento técnico la barbarie sobre la que se construye nuestro bienestar, bienestar basado en un desaforado consumo que depreda el planeta irremediablemente y que somete a condiciones indignas e incluso criminales a cientos de millones de seres humanos.

(Publicado en Nueva Tribuna, el 19 de abril de 2025)


  1. Noticia publicada en El Correo 

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