Todo lo que sube, baja. El lince
«Todo lo que sube tiene que bajar». Es algo que dijo Newton hace 400 años. Es la ley de la gravitación universal. En castellano coloquial se dice que «todo lo que sube, baja» en referencia al éxito, que suele ser efímero. Occidente está aquí en estos momentos. Se acabó su hegemonía, su prepotencia, su chulería. En todo. Ni es un jardín, ni tiene valores, ni poder militar, ni nada de nada. Es todo una farsa. Y hasta ahora, ha vivido de los réditos de esa farsa.
En 2018 China inició un movimiento que, entonces, fue acogido con sonrisas y encogimiento de hombros por Occidente: comenzó a editar sus propias revistas científicas al margen de las occidentales. Los académicos chinos llevaban años quejándose de que las revistas científicas occidentales solo de vez en cuando publicaban artículos suyos. Hablaban de Nature, Science y similares. Porque hubo una etapa en China, sobre todo antes de la llegada de Xi Jinping a la secretaría general del PCCh, en la que se incentivaba a los académicos a publicar en Occidente y pasó lo que tenía que pasar, que hicieron lo mismo que los occidentales, o sea, firmar por firmar, cuanto más mejor, en pro de mejores prebendas académicas, mejores rankings universitarios, etc. Hasta ese 2018 en que, parafraseando al entrañable Carlos Puebla, «llegó el comandante y mandó parar».
Previamente había habido bastantes revueltas universitarias, protagonizadas por alumnos -sobre todo- y profesores que rechazaban la «occidentalización de la educación» y se desarrolló un movimiento, «Más Marx, menos Occidente», que trajo de cabeza al poder. Hasta que se vio obligado a ceder. Eso comenzó en 2014 y en 2018 el cambio en los métodos de enseñanza comenzaron a gran escala. En el caso del que hablo, se comenzó a considerar que los estándares académicos en las instituciones de educación superior no pueden guiarse significativamente por las ideas o estándares occidentales. Y desde entonces, aunque se sigue publicando en algunas de estas revistas científicas occidentales, China edita las suyas propias y las universidades tienen prohibido utilizar las citaciones de artículos publicados en revistas como las citadas (costumbre usual en Occidente) como condición previa al momento de contratar personal. Se dice, y con razón, que así se fortalece la presencia de las nuevas generaciones entre los investigadores porque suelen ser los viejos los que acaparan todos los artículos.
Ese movimiento fue seguido de otro: en marzo del año pasado tres universidades chinas se retiraron del ranking de clasificaciones universitarias internacionales con el argumento de que «hay que centrarse menos en Occidente y más en la autonomía educativa china y sus características». Las tres, Renmin, Nanjing y Lanzhou, dijeron que «el objetivo de mejorar en las clasificaciones internacionales ya no es un objetivo importante». El gobierno chino apoyó la decisión, claramente como forma de presión por si no era oído y dar el visto bueno a que otras universidades hiciesen lo mismo: “No podemos seguir ciegamente a otros o simplemente copiar estándares y modelos extranjeros cuando construimos nuestras propias universidades de clase mundial. En cambio, debemos partir de las realidades de nuestro país y abrir un nuevo camino para desarrollar universidades de clase mundial basadas en las condiciones chinas y con características chinas y que sirvan al pueblo y no a los mercados», dijo Xi Jinping un poco más tarde.
Esta vez no hubo sonrisas ni encogimiento de hombros en Occidente. Comenzaron a ver las orejas al lobo y las instituciones que hacen estos rankings, como Times Higher Education World University Rankings se vieron obligadas a reconocer que «este movimiento puede hacer que las clasificaciones internacionales de ranking universitario sea menos representativo a nivel mundial» por lo que anunciaron que «es evidente que el enfoque de las clasificaciones tiene que comenzar a evolucionar un poco». A la fuerza ahorcan, dicen en mi pueblo.
Ese «poco» era gatopardismo puro porque es Occidente quien elabora esas calificaciones, con sus reglas y sus métodos, pero ante un movimiento que podía provocar un tsunami cambió algo las normas. Pero ese «poco» ha sido brutal para Occidente. Aunque sigue haciendo trampas para intentar mantener la ficción de que sus universidades son las mejores del mundo y sigue diciendo que «China está atrasada» (por ejemplo, con el tema de los semiconductores) y que fuera de Occidente lo que hay es una jungla llena de salvajes ignorantes (en palabras del bocazas Borrell, Alto Representante de la Política Exterior de la UE) no puede continuar poniendo puertas al campo ni negando la realidad que es, como dijo Newton y el castizo de mi pueblo, que todo lo que sube, baja. Occidente estuvo arriba, ahora está abajo.
Por ejemplo, en las universidades de ciencias. La propia Nature lo tiene que reconocer, a su pesar.
De las 20 mejores universidades del del mundo, 10 son chinas. Entre ellas una de las «rebeldes» del año pasado, Nanjing. Y la primera, la Academia China de Ciencias, lo es con mucha holgura sobre las occidentales, por lo que estará ahí muchos años. ¿China atrasada? Eso es lenguaje para bobos, o sea, para los occidentales. A lo mejor esto os ayuda a entender el por qué de la obsesión estadounidense con las sanciones, ilegales según el derecho internacional.
Son las ciencias naturales (que incluye las ciencias físicas, la química, las ciencias ambientales y de la Tierra y las ciencias biológicas) y que Nature, con pesar, tiene que reconocer cuando se entra en comparaciones con el año 2021: «Las últimas tablas anuales de Nature Index subrayan una tendencia inconfundible en las ciencias naturales: las naciones occidentales están perdiendo terreno mientras que China continúa ganando». Bueno, si a esto llama «perder terreno» en vez de paliza total es para que los occidentales no tengamos pesadillas. Porque todas las universidades occidentales bajan y todas las chinas suben.
Y tras el movimiento chino con sus propias revistas, las occidentales se vieron obligadas a publicar muchos más artículos de científicos y académicos chinos, hasta una proporción de la que se enorgullece Nature: «la participación de China en las revistas multidisciplinarias Nature y Science aumentó un 26% entre 2021 y 2022″. Imaginaos el nivel que había antes y explicaos el por qué del cabreo chino y de la decisión de romper con todo el tinglado occidental. O irse separando, o dando un toque, que siempre habrá gente que diga que soy muy radical.
No es el caso solo de China, por supuesto. Hay otros países en la misma senda, aunque muy por debajo de China. Es el caso de India, que se mantiene según Nature, sin subir ni bajar. Curiosamente no aparece Rusia, pero Nature dice que es consecuencia de la crisis del país 404.
Así que la conclusión es la que es porque no puede ser otra: “Estamos viendo un mundo multipolar donde nuevas potencias están entrando en escena. Es una imagen más diversificada de la ciencia global”.
Ha tenido que llegar una crisis como la del país 404, antes conocido como Ucrania, para que entre un pequeño, muy pequeño, rayo de luz en algún cerebro occidental. Incluso casi me felicito por ello. Aunque, para variar y casualidad o no, el Pentágono acaba de publicar una lista negra de institutos de investigación chinos, en su mayoría vinculados a las universidades chinas que superan con mucho a Occidente, que supuestamente «participaron en actividades problemáticas en un intento de infiltrarse en investigaciones clasificadas del Departamento de Defensa en colegios y universidades de EEUU». Pregunta: si las universidades chinas comienzan a estar a años luz de distancia de las occidentales, ¿para qué lo necesitarían? Lo dicho múltiples veces: Occidente es irrecuperable y solo su destrucción podrá salvar a la humanidad.
Y si tenéis seis minutos de vuestro tiempo, echad un vistazo a los países que gradúan a más ingenieros. A lo mejor os lleváis una sorpresa, así que sentaos cómodamente.
P.D.- ¿Y qué me decís de la valentía occidental callando ante el ataque «no justificado», como dicen de Rusia, al campamento palestino de Yenín? La magnitud de la destrucción es de las que hacen época porque el régimen israelí arrasó con excavadoras las calles, dejando a los residentes sin luz ni agua ni internet. Una destrucción de la infraestructura civil que incluyó hospitales, escuelas, mezquitas y la iglesia católica, por lo que hasta el Patriarcado Latino de Jerusalén ha protestado. ¿Habéis visto a los medios de propaganda, o a los muy democráticos gobiernos y sus valores, decir algo al respecto, algo así como «brutalidad», «vandalismo», o similar? Por supuesto que no. Estos son los «valores democráticos» del «jardín el flor» occidental.
Lo mismo para Francia, donde ya hay un muerto por una bala de goma policial. No veréis a los embajadores europeos yendo al lugar donde cayó a depositar flores, como hicieron en Bielorrusia con el caso del único muerto en la revuelta del año 2020. Porque como lo que hay en Francia son «hordas salvajes» y no «valientes luchadores por la libertad», a una semana del follón los únicos culpables de todo son los padres del primer muerto, las redes sociales, los videojuegos y La Francia Insumisa. Porque aunque los integrantes de LFI (PCF, PS y Los Verdes) han hecho un llamamiento a la calma, poniéndose, de hecho, del lado del gobierno y la policía, LFI como tal no lo ha hecho y habla de «revuelta» y no de «vandalismo». Los medios de propaganda y el gobierno están atizando a LFI por ello, diciendo que «LFI no pertenece al bando republicano porque no defiende la República». En este caso, hay que reconocer el valor de Melenchon quedándose prácticamente solo frente a tanto mamarracho «progre» hablando de «precariedad laboral, segregación urbana, racismo institucional y una estigmatización cultural que sigue arraigando en una parte importante de la opinión pública, agitada por los profesionales empresarios del racismo que han hecho de él una forma de ascenso y de ingresos políticos, como la familia Le Pen». LFI firma un manifiesto unitario con asociaciones y sindicatos que lleva por título «Nuestro país está de luto y enojado», pero no lo hacen ni el PCF, ni el PS ni Los Verdes, integrantes de LFI. Estos son los «progres», allí y en todas partes.
Por cierto, para «prevenir» revueltas como estas el Parlamento francés, a petición de Macron, acaba de aprobar una ley que autoriza «activar de forma remota las cámaras y el sonido de los teléfonos y cualquier otro dispositivo electrónico sin notificar a las personas que están siendo interceptadas sin previo aviso». Supongo que no es nuevo, pero ahora se hace abiertamente. Otro ejercicio más de democracia pura del Occidente colectivo y sus valores.
En Argelia, país del que proceden los padres del joven asesinado por la policía hace una semana, el origen de la protesta, la cosa está que arde contra Francia y las acusaciones de «revivir el pasado colonial» resuenan con fuerza. El término árabe que utilizan es «hogra», algo que designa al mismo tiempo desprecio, exclusión, injusticia y opresión contra los inmigrantes de origen árabe. Y hablan de «la verdadera cara del jardín occidental, que demuestra que no es tal: la Unión Europea -no sólo París- sale con los huesos rotos respecto a su capacidad de atraer, o de autorrepresentarse ante los ojos de millones de norteafricanos como un jardín frente a su jungla».
Además, Argelia acaba de pedir su inclusión en la Organización para la Cooperación de Shanghái como estado observador, el paso previo antes de pedir ser miembro de pleno derecho. El año pasado formalizó su petición de ser miembro de pleno derecho de los BRICS.
(Publicado en el blog del autor, el 6 de julio de 2023)