Un acto de política mayor. Farruco Sesto
En estos días de octubre, se está desarrollando el XVI Festival Mundial de Poesía de Venezuela. Aunque supongo que es una noticia que, para los medios, está en el último nivel de importancia, en lo personal me parece oportuno comentarla.
Me acuerdo perfectamente de cuándo, en 2004, en Caracas, junto con un grupo entrañable de poetas, concebimos ese festival y lo pusimos en marcha, sin detenernos demasiado a meditarlo. Decíamos entonces: si toda revolución verdadera es un gran acto poético por excelencia, pongamos entonces la poesía al mando para que se apodere de los espacios colectivos. De manera que decirlo y hacerlo fue una sola cosa, pues, tal como lo dejó escrito José Martí, hacer es la mejor manera de decir.
Y ahí arrancó el primero de esta serie de festivales anuales (interrumpido entre los años 2017 y 2019 como una consecuencia, entre tantas, de la guerra brutal contra mi país y su criminal bloqueo por parte de EEUU y sus “aliados”) que hoy llega a su XVI edición.
En aquel primer momento, en 2004, nos visitaron compañeros poetas de Cuba, Colombia, Brasil, Francia, España, Líbano, Sahara Central, Egipto, Nicaragua, Portugal, Australia, Sudáfrica, EUA, Irak, y China. Como se ve, estaban representados los cinco continentes.
Y desde Galicia se hizo entonces presente Xosé Luis Méndez Ferrín. (Con el tiempo, a lo largo de los años, asistirían también Yolanda Castaño y Miguel Anxo Fernán Vello, que yo recuerde)
Por Venezuela, me vienen ahora a la memoria los nombres, entre los de otros grandes maestros, nada menos que de Ramón Palomares, Jesús Enrique Guédez, Ana Enriqueta Terán, Edmundo Aray y Luis Camilo Guevara, ya fallecidos todos ellos, en una confluencia como la de la Galaxia del más estrellado cielo del mes de abril.
Me acuerdo todavía con orgullo de la extraordinaria recepción del público en aquel primer año, que llenaba las salas de los teatros, como la del Teresa Carreño, en Caracas, con capacidad para dos mil quinientos espectadores. Quedando como dato para la historia, también, o como anécdota feliz si se quiere, que en varios lugares del interior de Venezuela, como Valencia, donde en ocasiones la convocatoria se hacía para locales de menor capacidad, se dio el caso de tener que repetir sesiones, por el público que esperaba afuera y se negaba a irse.
Hay un hermoso documental del gran director venezolano Carlos Azpúrua que recoge algunos aspectos de aquel primer festival y que es, en sí mismo, a mi juicio, una pieza magistral, deslumbrante, conmovedora. Lo recomiendo a quien pueda conseguirlo. Tal vez navegando por ahí pueda encontrarse. Quien sabe.
Ahora, como digo, ya renacido y reflorecido a partir de 2020, acabamos de alcanzar la XVI edición, que se celebra en 135 municipios de todo el país. No está mal, digo yo, al saber que esta gran fiesta de la poesía se abre camino en una tercera parte del territorio.
Siento mucho, en verdad no haber podido estar allí presente, acompañando a nuestra querida Ana María Oviedo, homenajeada en esta edición, así como al resto de las poetas y los poetas, hermanos, que participando en esta gran fiesta, hacen de la poesía un acto de política mayor.
(Escrito originalmente en gallego para NÓSdiario y publicado el 20/10/22)