Una, dos, cien huelgas. El lince
La segunda jornada de huelga general en Francia ha hecho grietas en el muy democrático gobierno de Macron. Si hasta ahora mantenía que el aumento de la edad de jubilación era «no negociable», ahora dice que «la reforma de las pensiones plantea interrogantes y dudas, las escucharemos».
Eso no quiere decir que dé marcha atrás, sino que el miedo comienza a hacerse visible y está intentando que la cosa no vaya a más. Y lo es porque los sindicatos, o para ser más exacto el sindicato CGT ha subido la apuesta. Sus federaciones más combativas hablan de continuar con las huelgas y las movilizaciones.
El discurso es doble: por una parte, el de «huelga imputable», es decir, que las huelgas son responsabilidad del patrón, en este caso del Estado por su cerrazón a retirar la medida de aumento de la edad de jubilación. Es la respuesta «legal» al «ejercicio pedagógico» del gobierno y sus perros de manada para justificar el aumento de la edad de jubilación.
Por otra, estos sectores más combativos (químico, eléctrico, gas, puertos y ferrocarriles) anuncian nuevas convocatorias y diferentes iniciativas para ampliar el golpe al gobierno. Así, los estibadores y el sector eléctrico vuelven a la huelga el 6 de febrero, el químico (sector petrolero, con las refinerías paralizadas) el 7 y el 8 y este último día también los ferrocarriles.
Lejos de ser huelgas sectoriales, aisladas entre sí, la CGT pone en marcha un proceso de movilización general con acciones coordinadas partiendo de los sectores estratégicos de la economía. Es lo que se llama «rastreabilidad de la huelga», es decir, el seguimiento que se hace de las huelgas para identificar dónde se hace más daño al poder. Por eso estas convocatorias de los sectores más combativos, y determinantes, del sindicalismo.
Es un pulso de poder evidente. El gobierno tiene el poder y lo usa contra la opinión popular, muy mayoritaria, que rechaza el aumento de la edad de jubilación. Por lo tanto, no hay que cejar hasta que ceda. Los trabajadores tienen obviamente un papel único, ya que tienen, y lo están demostrando, la capacidad de intervenir en la producción de la riqueza del país y en las ganancias empresariales. A través de las huelgas están abriendo grietas en el muy democrático gobierno francés y en alguno de sus perros de manada, los medios de propaganda, donde tras la segunda huelga ya comienzan a aparecer algunos debates donde se reconoce que elevar la edad de jubilación no está justificado, ni desde el punto de vista demográfico ni económico, y menos desde el punto de vista humano. No es más que una imposición, otra, de la plutocracia de Bruselas.
Ni que decir tiene que el pulso no ha terminado, y que estas huelgas no serán las últimas.
También en Gran Bretaña la cosa está caliente y ayer fue otro día para enmarcar, por el número de seguidores de las manifestaciones y de las huelgas.
Pero en Gran Bretaña el muy democrático gobierno ha respondido con la aprobación del Proyecto de Ley de Niveles Mínimos de Servicio, que restringe hasta casi hacer desaparecer el derecho de huelga en sectores considerados como esenciales: bomberos, educación, trabajadores de centrales nucleares y policía de fronteras.
Pero, además, ya no serán posibles las huelgas “políticas”, por ejemplo contra leyes presupuestarias o reformas del mercado laboral, no está permitida la “huelga general” y por último pero no menos importante, “las huelgas de solidaridad” tampoco están permitidas. Según esta ley, solo se puede hacer huelga por disputas relacionadas con las condiciones contractuales en su lugar de trabajo.
Vamos, democracia en estado puro. Este es el jardín occidental y sus valores. Por eso se apoya a los neonazis ucranianos.
(Publicado en el blog del autor, el 2 de febrero de 2023)