Una intricada danza. El lince
No, esta vez no tiene nada que ver con la música. Es la intrincada danza de la diplomacia, el juego de poder estratégico y las alianzas en evolución en el mundo que se está configurando y en el que Occidente cada vez actúa de forma más caótica y agónica. Si hay que resumir en pocas palabras lo ocurrido en estos días en que he estado ausente, es esto, con algunos otros hechos relevantes como la finalización del «acuerdo de granos» y el que, por fin, Rusia sí ha dejado claro su puño de hierro, la sustitución del ministro de Exteriores chino por su antecesor, la enésima rebelión militar anticolonial en África, esta vez en Níger, y la cumbre Rusia-África con la presencia de 46 de los 54 estados africanos.
Y junto a ello, un hecho extraño pero de suma importancia: la visita del ministro de Defensa ruso a Corea del Norte. Extraño, porque es la primeva visita de este nivel en 30 años, pero que se puede encajar en lo anterior. En cómo un país considerado «paria» se convierte en un puesto avanzado de la configuración geopolítica en marcha. Cortejada más que nunca por China y Rusia, Corea del Norte entra de lleno en esta reconfiguración mundial y abre una enorme grieta en todo el entramado de las «sanciones» occidentales -ilegales, según el derecho internacional- e, incluso, en las sanciones «legales», las impuestas por la ONU. Porque supongo que nadie en su sano juicio desconoce el potencial de los norcoreanos en la fabricación y perfeccionamiento de armas y municiones.
Lo que ocurrió con la visita del ministro ruso es algo más que simple cortesía diplomática, es una declaración de amistad clara y rotunda como paso previo al fortalecimiento de lazos militares bilaterales y a la cooperación. No se conoce mucho de lo acordado, pero lo que se se conoce es determinante: «los dos países reafirman su colaboración y cooperación estratégica y táctica«. Esta es la palabra clave, táctica. Un buen mensaje tanto a EEUU, por supuesto, como a Japón y Corea del Sur por sus veleidades con el país 404, antes conocido como Ucrania.
Porque la visita del ministro ruso coincidió con la del vicepresidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional de China. En política internacional no hay casualidades, y menos cuando Rusia y China se juntan en Corea del Norte. Es claramente la respuesta a la «alianza trilateral» de EEUU con Japón y Corea del Sur, y estos dos últimos países a buen seguro que están tentándose la ropa ahora mismo.
Además, tiene mucho que ver con la próxima cumbre de la «Nueva Ruta de la Seda» que va a celebrar China en octubre (y Occidente ya ha dicho que no acudirá, como si eso tuviese algún valor) y la reconfiguración del comercio marítimo con un Ártico que se deshace y que abre nuevas, y más baratas, oportunidades de comercio porque ya no será necesario pasar por el canal de Suez (eliminando así un riesgo añadido: el bloqueo occidental). Y aquí hay un puerto en Corea del Norte vital porque se sitúa a medio camino exactamente. Estamos en los albores de la integración de Corea del Norte en su contexto natural: Eurasia.
No hace falta decir que la crisis del país 404, antes conocido como Ucrania, es el catalizador de todo. Rusia es en estos momentos la columna vertebral de todo este movimiento porque está frenando de tal manera a Occidente (sobre todo mostrando la impotencia de la OTAN) que está imposibilitando muchos de sus movimientos, lo poco que hacen va siempre a rebufo de rusos y chinos y en un momento en el que la gran mayoría de los países ya no les tienen miedo a los occidentales, generando un tímido sentimiento de culpa porque, de repente, Occidente se ha dado cuenta de que su neocolonialismo le está pasando factura y ahora se da golpes de pecho por ello y pronunciando palabras rimbombantes.
La reciente cumbre Rusia-África es prueba de ello. Es una evidencia innegable de los importantes avances de Rusia en África, lo que marca su creciente influencia en este continente históricamente subestimado, explotado y colonizado por Occidente, sobre todo, por Europa. La arrogante minoría occidental, acostumbrada durante mucho tiempo a dictar la narrativa del mundo, ahora se enfrenta a la incómoda verdad de su menguante influencia. La multipolaridad no está en el horizonte: está aquí, alterando las reglas del juego, dando forma a nuevas alianzas y redefiniendo las relaciones internacionales.
Eso no quiere decir que estemos en un camino de rosas. No, las rosas tienen también espinas y hay que observar los esfuerzos de Occidente por debilitar a los BRICS (y será crucial para el futuro la cumbre de mediados de agosto), esfuerzos que no tendrían ninguna posibilidad de éxito si no contasen con los miedosos y timoratos de siempre, comenzando por Brasil.
Intentaré hablar de ello los próximos días.
(Publicado en el blog del autor, el 31 de julio de 2023)