Venezuela: la fuerza moral del pueblo en el poder. Farruco Sesto
El tema de la moral del poder viene de lejos. Moral en las estructuras de poder. Moral en las relaciones de poder. Con fuerza moral en todas las dimensiones de la política, acompañando hechos y palabras.
Dijo Confucio: «No cultivar la fuerza moral, no explorar lo que aprendí, la incapacidad de seguir lo que sé que es justo, y de reformar lo que no es bueno, todas estas son mis preocupaciones».
Esta manera de entender el ejercicio de cualquier cargo político, cultivando la fuerza moral, impregna la cultura china desde hace milenios. Está en la genética social de su comprensión de las estructuras de poder, valga la metáfora. Y eso explica muchas de las cosas de ese país.
No es ese el paradigma histórico de Occidente. Aquí, todos sabemos que, en el trasfondo de las cosas, todo es válido dependiendo de la fuerza real, no de la fuerza moral, que se tenga.
Con todo, hasta no hace tanto tiempo, y seguimos hablando de Occidente, se trató siempre, o casi siempre, de guardar las formas, aunque fuera a través de una falsa fachada moral. Incluso hasta donde llegan mis propios recuerdos, unas ciertas nociones del bien y del mal estaban presentes en el ejercicio del poder, en nombre de principios que se establecían como ideales y universales. Se encontraban argumentos y se construían apariencias hasta para lo más terrible o cruel, con una escenografía levantada sobre basamentos morales, casi siempre muy discutibles, pero basamentos al fin. Ya no.
Ahora, con el pragmatismo de la posmodernidad y sus posverdades, lo que cuenta es el puro y duro acto de poder, que no necesita ser justificado ni menos explicado, porque no requiere ser comprendido. Y la escenografía, desposeída de cualquier simbolismo ético, está diseñada para privilegiar la arrogancia, con todo el peso de una realidad impuesta sobre la base de que “esto es lo que hay” y de que “el mundo es así, de ganadores y perdedores”.
No hay allí, en la presencia pública de muchos de los actores de la política en esta parte del mundo, ningún aliento moral, sino intereses mostrados impúdicamente, amoralmente, en su desnudez.
Todo esto es nuevo. ¿No es cierto?
Curiosos tiempos los que nos tocó vivir. ¿Quien podía imaginar, hasta no hace mucho, una estructura de poder tan desalmada (literalmente sin alma) como la de la Unión Europea, por ejemplo, con una Úrsula Von Der Leyen, ondeando al viento su anemia moral? ¿ O aquel asunto del otro señor, creador de la metáfora del jardín y la jungla?
¿Cómo acostumbrarse a eso? ¿Serán, acaso, los signos de una decadencia sin nombre?
En este punto surge otra pregunta más: Desde ese universo político de lo amoral, desde su cultivo, alentado por los grandes medios hegemónicos: ¿Cómo podrían sus practicantes (y sus aceptantes) entender entonces al mundo en su amplitud y complejidad?
¿Cómo podrían comprender, por ejemplo, la pulsión moral infinita del pueblo palestino? ¿O la de Cuba, sostenida tan heroicamente en el tiempo? Y por supuesto, para hablar del caso que nos ocupa, ¿cómo comprender la fuerza moral tan firme y alegre del pueblo venezolano, la de sus dirigentes, la de sus instancias del poder popular?
No es una casualidad, por supuesto, que en Venezuela la revolución se califique orgullosamente de bolivariana. Así como la propia república. Porque Bolívar es guía imprescindible, con su concepto del poder. Tómese en cuenta, por ejemplo, lo que Bolívar escribía sobre la fuerza moral en su Manifiesto de Cartagena, el 15 de diciembre de 1812: “…en el orden de las vicisitudes humanas no es siempre la mayoría física la que decide, sino que es la superioridad de la fuerza moral la que inclina hacia sí la balanza política…”
Asoma allí un concepto, el de la prevalencia de la fuerza moral, que es cultura política de pueblo y gobierno en la Venezuela de hoy.
Lo decía Hugo Chávez el 9 de junio de 2009: “insisto en lo de la gran fuerza política, la creación, la articulación, la consolidación de una poderosa fuerza moral, moral verdadera, moral principista, socialista, humanista, cristiana digo yo que soy cristiano, espiritual, moral, ética, política y social para continuar consolidando, creando esa nueva hegemonía histórica; el nuevo bloque histórico socialista, patriótico, nacionalista, antiimperialista”.
“Contamos con la suficiente fuerza moral para plantarnos firmes y desmentir al fascismo ante el mundo. ¡La verdad es revolucionaria!” Así se expresaba Nicolás Maduro en un mensaje en las redes fechado el 20 de septiembre de 2024.
Pareciese que todos ellos, Bolívar, Chávez, Maduro, hubieran leído a Confucio: «Pon la lealtad y la fe por encima de todo lo demás y sigue la justicia. Así es cómo se acumula fuerza moral”. Pues bien, que así sea.
(Publicado en NÓSdiario, originalmente en gallego, el 13 de mayo de 2025)