Venezuela: las elecciones van contra viento y marea. Farruco Sesto
Si vamos a comentar las elecciones en Venezuela, hay que comenzar aludiendo a un factor autonombrado de la ecuación electoral, que son los EEUU. Veamos.
Pocos países están tan intrínsecamente unidos a la violencia como los EEUU. Recuérdense sus tiempos fundacionales, con el exterminio de los pueblos originarios, sus guerras civiles, su inmenso prontuario de guerras externas, promoción de golpes de estado, invasión de países, y asesinato de líderes en los dos últimos siglos. Así como su gigantesco aparato militar desplegado en todos los continentes. ¿A cuenta de que? Recuérdese también el intenso regusto por la violencia que se constata en los entresijos de su propia vida cotidiana. De manera que, como nación, no es que coexista con la violencia, sino que representa la violencia misma, su quintaesencia.
En sus estructuras de dominación imperial suele asociarse con los sectores más dispuestos a la violencia en cada país. Y cuando no los hay en grado suficiente para sus intereses, entonces los crea a través de sus servicios de inteligencia.
Eso es parte de la historia de América latina, y, en consecuencia, de la de Venezuela, con la violencia apadrinada por los EEUU, tal como la sufre el pueblo venezolano. En ciertos momentos, en forma de opresión gubernamental, con su consiguiente represión sorda, estructural, como en el caso de los gobiernos entre 1959 y 1998, con sus miles de presos políticos, asesinados y desaparecidos. En otros momentos, como en el presente, ante la osadía de un pueblo de convertirse en gobierno, con una violencia desarrollada en forma de subversión inescrupulosa, desde la oposición. Vale decir, desde las diferentes organizaciones de la derecha que, unas más, otras menos, algunas oscilando y otras metidas hasta el cuello, coincidieron en la disposición a derrocar al gobierno por cualquier vía.
Sucede que es en ese ejercicio de la violencia donde ciertos sectores de la derecha traspasaron todos los límites para penetrar en los terrenos del fascismo. Todo eso como parte de un plan y con el consentimiento de los EEUU.
Véase por ejemplo, el ensamblaje operativo que se concretó entre los sectores más agresivos de la oligarquía y las bandas paramilitares, narcotraficantes, delincuentes, grupos e individuos antisociales y desarraigados, que son producto de la descomposición de la propia sociedad burguesa.
Véase, también, la carga ideológica neofascista que se refleja en el pensamiento y las acciones de esa derecha extrema. Vale destacar, entre otros trazos, el apego a la violencia como instrumento predilecto, el cultivo del odio hacia el pueblo trabajador, el racismo, el clasismo, el desprecio a los desposeídos…Todo eso está allí presente.
Y por si fuera poco, para finalizar la estructura de la idea, obsérvese la supeditación del núcleo dirigente oligárquico de esa derecha extrema, a los agentes externos neocoloniales (léase EEUU y UE), para participar en golpes de estado, promover sanciones contra su propio país, solicitar invasiones militares contra él, colaborar en el saqueo de sus recursos en el exterior, planificar atentados y, en general, sentirse siempre dispuestos a la utilización de la violencia como recurso político.
Con este panorama enturbiando gravemente la vida democrática de Venezuela, hay que valorar de manera muy positiva el genio político de los líderes bolivarianos, así como la dignidad y resistencia del pueblo venezolano que, en medio de un bloqueo total y terrible, y de un asedio mediático con pocos precedentes, supo derrotar a la violencia episodio tras episodio y mantener la paz social, sin interrumpir los ciclos electorales establecidos en la constitución.
Así las cosas, Venezuela ya está encaminada a su séptima elección presidencial desde 1998. Va con un solo candidato de izquierda, Nicolás Maduro, y un abanico de candidatos de derecha. El día fijado es el 28 de julio. Ese día los venezolanos irán a votar con un sistema electoral perfecto, que se puede verificar al 100% y totalmente diseñado a prueba de manipulaciones.
Con todo, la derecha neofascista, mientras se presenta a las elecciones y al mismo tiempo conspira, seguirá hablando antes y después del resultado, de elecciones fraudulentas, no democráticas y no creíbles. Y con toda seguridad, la hegemonía mediática occidental ofrecerá esa visión torcida de los hechos: la de un régimen que busca perpetuarse en el poder.
Menos mal que el pueblo de Venezuela, heroico como es, digno como es y empecinado como es, ya está curado de espantos. Todo apunta la que la revolución bolivariana continuará su rumbo con Nicolás Maduro como presidente y jefe del estado.
(Publicado en NÓSdiario, originalmente en gallego, el 16 de mayo de 2024)