Zig-zag sindical
Sábado 19, Acto X de los «chalecos amarillos» de Francia. Nada reseñable. Más o menos la misma gente, más o menos los mismos policías, más o menos los mismos heridos, más o menos los medios de propaganda más comedidos y más ecuánimes…
Pero…
1.- A un día de la firma del tratado franco-alemán, la sucesora de Merkel dice que está «muy preocupada por lo que ocurre en Francia», por un movimiento que no cede y que se está extendiendo por toda Europa (en Bélgica, por ejemplo, donde ya están en su quinta semana) aunque «en Alemania hay otra tradición política para plantear la desigualdad entre ricos y pobres». Mira tú por dónde, ahora todo el mundo reconoce lo obvio y lo que está en el origen de la revuelta de los «chalecos amarillos».
2.- Los «chalecos amarillos» han decidido dejar en paz a los paniaguados de los medios de propaganda, por ahora, y centrar su ataques en los mismos medios y en sus propietarios. Esto se debe a que 25 representantes de otros tantos comités de empresa de esos medios de propaganda han hecho pública una autocrítica por cómo han venido tratando al movimiento y reconociendo el «distanciamiento de la realidad social». Ahora dicen, en un golpe de pecho, que «los medios de comunicación no han estado a la altura y han fallado en su cobertura». Pero claro, piden no convertirse en el «chivo expiatorio» del cabreo contra el gobierno y en que «no se ataque a la libertad de prensa». Por primera vez se retransmitió en directo -en la localidad de Rennes- una movilización de los «chalecos amarillos» por parte de una televisión, la BMF, y se vieron imágenes de la violencia policial.
3.- El gobierno, después de negar y amparar la violencia policial, dice ahora que «nadie puede estar satisfecho por esta situación» y da luz verde para «investigar 80 actuaciones policiales por si no se ha respetado la norma de uso de las armas» que han producido las heridas graves a casi 100 manifestantes.
Y a todo esto, lo que se ve es el zig-zag de los sindicatos, de forma especial la principal central que es la CGT. Sí pero no, no pero sí. El caso es que todavía, y salvo una muy modosita movilización el 14 de diciembre, no han dicho esta boca es mía. Bueno, decir sí dicen, lo que no hacen es hacer. Acuciada por varias secciones sindicales, por varios sindicatos de rama, la dirección de la CGT ha tenido que responder y dice que no puede haber una conjunción de luchas con los «chalecos amarillos» porque «es un movimiento que no tiene coordinación nacional» y que en su seno hay gente que «exige la eliminación de las contribuciones sociales» (en referencia a los simpatizantes del neofascista Frente Nacional que sí estuvieron pero que ahora no lo están). Eso choca frontalmente con la reivindicación que esgrime ahora el movimiento y que habla del mantenimiento y fortaleza de los servicios públicos pidiendo la desprivatización de los privatizados incluyendo la compañía telefónica France Telecom.
La dirección del sindicato quiere justificar su zig-zag diciendo que el gobierno es «un incendiario social» pero que está dispuesto a negociar con él como lo demostró el 10 de diciembre yendo a una reunión en la que el gobierno reconoció haber cometido errores, «pero que no ha rectificado en nada». Es una actitud miserable, puesto que muchos de los heridos, incluidos los heridos graves, pertenecen al sindicato y los está dejando abandonados.
Dos meses después es ya claro qué es el movimiento de los «chalecos amarillos» y es, también, un rechazo del inmovilismo que caractetiza a las direcciones políticas y sindicales «de izquierda», domesticadas por el capitalismo al que no combaten más que de palabra y eso en el mejor de los casos. No son anticapitalistas y su discurso en ese sentido es absolutamente vacío, superficial e inofensivo para el poder.
La CGT continúa con su zig-zag, sin atreverse a dar el paso definitivo. Y el movimiento de los «chalecos amarillos» no está esperando a esta central sindical, ni a ninguna. Continúa su camino en solitario. Eso hace que la preocupación del sistema siga porque la estrategia del miedo ya no funciona, porque la gente ya no teme a la violencia policial y porque los miles de heridos y/o mutilados ya han comenzado a golpear las conciencias a escala masiva. Ya no se puede ocultar la barbarie, la estrategia represiva comienza a ser contraproducente y la radicalización de la gente es evidente. Se dice que el Estado tiene el monopolio de la violencia y que esta es legítima, pero cuando el Estado recurre a la violencia es que es débil, que no puede ser obedecido de otra manera. Y eso es, ahora mismo en Francia, muy buena señal. Con o sin los sindicatos, los «chalecos amarillos» lo tienen claro: «la lucha continúa».
Este Acto X ha tenido un lema central: «En memoria de los muertos y heridos desde que comenzó el movimiento». La mayoría de las convocatorias también denunciaban la violencia policial, que sigue.
Y uno de los emblemas de la revuelta: el ataque a los negocios de lujo.