9 de Agosto: Una herramienta de reflexión global
Con motivo de la campaña en demanda de que se establezca el día 9 de agosto como Día Internacional de los Crímenes Estadounidenses Contra la Humanidad, por la que el Frente Antiimperialista Internacionalista ha difundido un LLAMAMIENTO, reproducimos un artículo de nuestro Colaborador, Alejo Brignole, sobre el significado de la campaña.
También ofrecemos aquí acceso al VÍDEO que los propios promotores de la campaña están difundiendo.
Los crímenes estadounidenses contra la humanidad son un hecho irrefutable que prescinde de argumentación. Basta echar una mirada superficial –y cuanto más profunda más categórica– para comprender el rol de lesa humanidad que Estados Unidos, en tanto Estado-nación, viene ejerciendo prácticamente desde su fundación. La propia narrativa histórica oficial norteamericana, impregnada de humanismo y valores democráticos, resulta insostenible a la luz de sus propios hechos.
Esta imposibilidad de sostener su propio mito humanista se profundiza irremediablemente si realizamos una exploración sobre obras y autores capitales que denuncian, detallan e ilustran sobre la variada naturaleza de los crímenes estadounidenses en su política exterior. Y por supuesto, también doméstica.
Preclaros intelectuales de la izquierda estadounidense como Noam Chomsky, James Cockcroft y Howard Zinn o más recientemente Oliver Stone y Peter Kuznick –que juntos realizaron la muy documentada Historia No Oficial de Estado Unidos–, dan cuenta de ello. También autores y pensadores estratégicos del núcleo duro de la derecha estadounidense confirman, por contraposición, esta imposibilidad. Las obras de Samuel P. Huntington, Sheldon Wolin o Joseph Nye ilustran perfectamente esta premisa.
Desde el espectro contrario, en su obra de 2005 Abolition Democracy: Beyond Prisons, Torture, and Empire la militante feminista afroamericana Angela David nos habla sobre la ruptura del Estado de derecho en Estados Unidos y como aquella democracia que se pretende ejemplar se ha convertido en un engendro posconstitucional de claros perfiles criptofascistas.
Sobre los relatores latinoamericanos que analizaron en profundidad la malversada democracia norteamericana y sus desvaríos imperialistas, no podemos dejar de mencionar la monumental obra en cuatro tomos de Gregorio Selser Cronología de las intervenciones extranjeras en América Latina –una más de su extenso legado– en donde investiga de manera rigurosa las funestas injerencias de Estados Unidos y otras potencias en nuestra región.
El sociólgo argentino Atilio Boron también ha dedicado buena parte de su vida y sus altos estudios a esta inacabable tarea, escribiendo varios volúmenes (uno de ellos en coautoría con Andrea Vlahusic) sobre el problema que significa Estados Unidos para el mundo y en particular para nuestra América Latina. Su premiada obra de 2012, América Latina en la Geopolítica del Imperialismo, puede ser tomada como una perfecta guía práctica de interpretación histórica sobre las intenciones colonialistas de una democracia tóxica como la estadounidense. Sin olvidar, por supuesto, a las consagradas investigadoras y periodistas Telma Luzzani y Stella Calloni, también autoras de obras capitales y perdurables que contribuyeron a conformar un logos cognitivo de la política exterior estadounidense y sus crímenes contra la humanidad.
Sin embargo, surge de forma ineludible una pregunta que resulta casi absurda, e incluso surrealista ante la evidencia de los crímenes norteamericanos… ¿Por qué el mundo no condena e impugna de manera explícita a un Estado agresor, militarista hasta extremos paroxísticos y claramente genocida en todos los escenarios en que ha actuado en el último siglo? ¿De qué manera nuestra civilización logra articular un discurso bienintencionado de valores humanistas, mientras legitima y obedece a una nación moralmente retrógrada y abiertamente imperialista?
Por supuesto la respuesta es sin dudas compleja y escapa a las posibilidades de este artículo. Pero haciendo una aproximación muy generalista, podemos afirmar que prevalece lo que el psicoanalista y teórico marxista alemán Erich Fromm (1900-1980) denominaba como una psicopatía del conjunto. Es decir, la naturalización de una sociedad enferma (de impulsos necrófilos diría Fromm) que asume su patología como una normalidad y por tanto no comprende su pathos.
Sin dudas Estados Unidos, desde 1945, ha conducido a la sociedad global hacia esta patología asumida como legítima. La hegemonía cultural norteamericana nos ha uniformado en una lógica militarista, en un individualismo lacerante y criminal con el planeta y las sociedades que lo conforman. Y todo ello mientras Washington despliega una praxis política que vulnera indiscriminadamente todo marco jurídico internacional, que toma por la fuerza, destruye, transforma y degrada cuanto le sirve para perpetuar una hegemonía que ya comienza a ser odiosa, incluso para sus aliados europeos, beneficiaros de segundo orden en el reparto criminal de las riquezas periféricas.
No obstante esta saturación que comienza a ser manifiesta en diferentes niveles y que va dando forma a una confrontación mundial ya irremisiblemente planteada, Estados Unidos sigue gozando de una fachada ruinosa –aunque todavía efectiva– de verdadera democracia, de país humanista y de Estado benefactor de los derechos globales. Ningún otro absurdo muestra de mejor manera la psicopatía de la civilización actual de las que nos hablara Fromm. Por ello resulta indispensable –“mortalmente vital” diría el gran humanista y novelista francés Víctor Hugo– entablar una batalla de ideas iluminadoras para alcanzar otra lógica global y otro mundo posible.
Y en esta contienda de la razón que se plantea en todos los frentes humanos, debemos hacer lo necesario para acercar herramientas reflexivas que ayuden a pensar la vida social y política –y por supuesto económica– desde parámetros opuestos. Y aunque parezca extraño, debemos luchar por hacer visible lo evidente. Incluso demostrar lo que no necesita demostraciones. Intentar que el mundo contemple sin maquillajes ni espejismos las políticas brutales, las tácticas canallas, guerras y bloqueos que un país impone unilateralmente al resto de las naciones. El genocidio económico contra Cuba que ahora se intenta replicar en Venezuela, es apenas una muestra más de un extenso catálogo que también incluye la criminalización de niños inmigrantes y la tortura como instrumento legitimado jurídicamente. Por estas razones, conmemorar de forma colectiva e individual el 9 de agosto, Día Internacional de los Crímenes Estadounidenses Contra la Humanidad resulta no sólo un imperativo ético, sino un ejercicio liberador que posee la virtud de abrir caminos fundacionales hacia la comprensión del mundo. Condición elemental para una construcción fraterna entre los hombres y para la liberación de los pueblos.
(Este artículo ha sido previamente publicado en la web del Capítulo Argentina de la Red en Defensa de la Humanidad, el 8 de agosto de 2019.
Te recordamos la posibilidad de adherirte a esta campaña mundial, firmando la adhesión, a título o personal o de tu organización, en el formulario que figura al final del LLAMAMIENTO.
También puedes colaborar con la campaña ayudando a difundir el TUITAZO MUNDIAL, el viernes 9 de agosto, a las 14 horas en la España peninsular, con la etiqueta #9AgostoCrimenesEEUUContraHumanidad )
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