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La telaraña de las incoherencias. Farruco Sesto

A propósito de la dirigencia del PCV

Reflexionando sobre las cualidades de una organización revolucionaria, pienso que hay dos de ellas que deberían ser destacadas especialmente. Me refiero a la vocación de poder y al espíritu unitario. Eficacia política y calidad revolucionaria, añadiría Alfredo Maneiro. Y a su vez Hugo Chávez le sumaría “mucha creatividad y disciplina autoasumida”. Entre otras. Estoy de acuerdo con ellos, por supuesto. Pero en esta nota que aquí comienza, voy a referirme solo a las dos que trato de resaltar.

En relación con la primera de ellas, lo hago a partir de un enunciado que, más que afirmación, es un sentimiento: todo partido que se considere revolucionario debe tener una inequívoca aspiración de poder y, en consecuencia, ha de trabajar incansablemente para alcanzarlo, con planes y estrategias concretas.

Permítanme ilustrar esta idea a través de mi experiencia personal. Comencé a militar en una organización política en 1973, es decir, hace justamente 50 años. Fue Alfredo Maneiro, que recién venía de haber comandado la guerrilla del Frente Manuel Ponte Rodríguez en el oriente de Venezuela, quien me cautivó para esa militancia revolucionaria.

De Alfredo Maneiro, formado en el Partido Comunista de Venezuela, militante del mismo durante la mayor parte de su vida, y miembro del Comité Central en el momento de su renuncia a él en 1970, aprendí que el único objetivo válido de la política para un revolucionario es, justamente, la revolución. Él hablaba de la revolución como objetivo para diferenciarla de otras formas de entender o vivir la idea revolucionaria, más referenciales, o testimoniales si se quiere, pero desvinculadas del objetivo real, medible, palpable, que es alcanzar el poder político del Estado y, una vez alcanzado, mantenerlo para producir esa transformación radical de las relaciones humanas que es toda revolución. Y para eso hay que trabajar al menos en un proyecto concreto que le permita materializar tal aspiración.

Si Alfredo se separó del PCV, fue porque comprendió que la dirección de ese partido en aquellos momentos, al burocratizarse como lo vino haciendo, había perdido el sentido estratégico de la toma del poder y, consecuentemente con ello, la lucidez política, la moral de combate y la fuerza que deben acompañar a ese criterio de la revolución como objetivo.

No le interesaba a Alfredo Maneiro, filósofo de la praxis, formar parte de un partido testimonial, principista, declarativista (si es que existe esa palabra), inerte, estancado, armado de teorías pero desconectado de los movimientos populares y por lo tanto incompetente para la lucha por el poder. Sino que, por el contrario, propugnaba la existencia de una organización que, en un tiempo predecible, se propusiera la transformación profunda de la sociedad en su país, y nada menos que eso, en los términos de la lucha posible.

Muchos de nosotros, que aprendimos a militar con Alfredo, seguimos estando de acuerdo con esa visión. Un partido estrictamente testimonial no nos interesa. Así como no nos seduce para nada un partido congelado en el tiempo y agotado en su propios esquemas y rituales. Creemos que hay opciones mucho más interesantes que militar en un partido así, desligado de la obligación de avanzar con el pueblo hacia (o en) el ejercicio del poder político. Y esas son las razones entre otras, dicho entre paréntesis, por las que tenemos el orgullo de militar en el PSUV.

La segunda cualidad a la que me refería se relaciona con el espíritu unitario. Y no me refiero a la unidad de siglas partidistas promovidas con base a cálculos electorales y negociaciones de cuotas de gobierno, sino a la unidad profunda con el pueblo en el flujo y reflujo de la lucha revolucionaria, al unísono con los latidos de su corazón político y con sus profundas aspiraciones de poder real. Unidad de los patriotas. Unidad de los revolucionarios. Unidad de todo el pueblo. Unidad cívico militar. Unidad para la lucha y para la victoria.

Al respecto, y como ejemplo de ese espíritu unitario, pido que retrocedamos con la memoria hasta el 15 de diciembre de 2006 durante la intervención de Hugo Chávez en el Teatro Carreño de Caracas, en la que el Comandante Presidente nos ofrece la más sensible lección de unidad y antisectarismo que uno pudiera imaginarse.

Aquel día Chávez hace un formidable anuncio:

“Voy a crear un partido nuevo. Invito al que me quiera acompañar que venga conmigo, que vengan conmigo a ese partido nuevo.” (…)
“Bien, entonces les venía diciendo lo siguiente, Hugo Chávez convoca al país, a sus seguidores, a todos los revolucionarios y revolucionarias; los socialistas, las socialistas; los patriotas, las patriotas, a la juventud venezolana; invito a los obreros y obreras, trabajadores, a las amas de casa, a los profesionales y técnicos, a los empresarios nacionalistas; invito a los indígenas de mi Patria, invito a las juventudes de la Patria, a las mujeres de Venezuela, los invito, las invito, a construir un instrumento político unitario.”

Al tiempo que realiza esa invitación, el comandante Chávez anuncia la disolución de su propio partido, el MVR, para abrirle paso al nuevo proyecto. “Ahora, les voy a decir algo, los instrumentos políticos, desde mi punto de vista, sobre todo cuando hay una Revolución, se convierten en transitorios; o si no en transitorios deben ir marchando al ritmo del proceso revolucionario, al ritmo de los cambios, de las aceleraciones revolucionarias” (…) “así como el MBR-200 cumplió su etapa, el Movimiento V República también cumplió ya su etapa, debe pasar a la historia”.

Para constituir ese partido unido pide entonces que los demás partidos de izquierda analicen la propuesta y se sumen al proyecto: “algunos tienen una gran trayectoria de muchos años, el Partido Comunista de Venezuela, vaya mi respeto al partido comunista, otros son más recientes, bueno, el Movimiento Electoral del Pueblo tiene también una larga trayectoria, el partido Podemos más reciente, sabemos cómo surgió y un grupo de líderes lo levantó después de la caída histórica de partidos de izquierda o que fueron de izquierda en una época y terminaron hechos nada, hechos papilla, también el PPT, sabemos cómo nació el PPT y sabemos la jornada que hasta ahora ha cumplido. Yo espero y pido a sus directivos que discutan, discutan y, eso sí, pronto me comuniquen la decisión que tomen. Ahora, yo les hago la invitación a nombre del pueblo a que pongamos de lado los partidos y creemos el Partido Socialista Unido de Venezuela, un partido”

Así habló Chávez. Pero ¿cuál fue la reacción de los partidos convocados? La mayoría de ellos, si no todos, optaron por desatender el llamado del presidente Chávez, esgrimiendo sus distintas razones por las que preferían funcionar en tienda aparte. Puedo poner como ejemplo a mi propio partido, hasta ese día, Patria Para Todos, donde, aun cuando la mayoría de los dirigentes, así como el grueso de la militancia, respondimos al llamado del presidente Chávez y nos integramos a la propuesta, hubo un sector minoritario que prefirió mantener las siglas y seguir funcionado como organización independiente. Nadie se lo reprocha. Como tampoco nadie le reprocha a la dirigencia del PCV que también hubiera rechazado el ofrecimiento unitario. Que cada quién asuma su barranco, como decimos en Venezuela. Pero lo que, si, es una incongruencia absoluta, es acusar luego al PSUV de sectarismo, como lo hace el PCV, desde su parcela política ciega y sorda a la dinámica complejidad de una revolución en marcha asediada por el imperio.

Ahora bien, y ya para ir cerrando esta nota, ¿Por qué he traído aquí estas reflexiones y referencias en este momento? La razón es la siguiente.

De vez en cuando me encuentro con alguien, en un lugar cualquiera del ancho mundo, que de buena fe me pregunta sobre la actitud del Partido Comunista de Venezuela con relación a la Revolución Bolivariana. Pues ocurre que, también de vez en cuando, sale por ahí alguna noticia, e incluso algún comunicado del propio PCV, que reflejan su cada vez más inocultable oposición al proceso bolivariano que hoy dirige el presidente Nicolás Maduro. La verdad es que no es fácil de explicar ni fácil de entender. Digo, la actitud de la dirigencia de este partido comunista, presa en la telaraña de sus incoherencias. Lo digo, con el mayor respeto por su militancia. La única respuesta que se me ocurre es anotar estas impresiones extraídas de mi experiencia personal. Y que cada cual saque sus conclusiones.

(Publicado en el Correo del Orinoco)

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