América LatinaArtículosCampaña Venezuela Soberana y Bolivariana

A CADA CUAL, SEGÚN SUS NECESIDADES. Farruco Sesto

Siempre me ha gustado mucho aquella frase: ¡De cada cual, según su capacidad, a cada cual, según sus necesidades! Y aunque sé que, al escribirla, Marx se estaba refiriendo a como deberán ser las cosas en una fase superior de la sociedad, más allá del apretado panorama de hoy en día, en mi caso la he tomado siempre como una guía de gran contenido ético para el trabajo político y social, tanto en la pequeña escala de lo cercano como en la grande de los movimientos. También para la propia vida en mi relación con los compañeros y compañeras. Quiero decir que, en lo personal, esa frase me ha servido como una herramienta de gran utilidad, inigualable me atrevería de decir, por la referencia implícita a la justicia profunda y humanista que ella carga. Me encanta: ¡De cada cual, según su capacidad, a cada cual, según sus necesidades!

Hoy quiero traerla hasta estas líneas para esbozar lo que podría ser un ejercicio de más vuelo al aplicarla al colectivo nacional que hoy conformamos los habitantes de Venezuela, heroica como es, esperanzada como está, confiada en sus propias fuerzas. Pero comencemos por la segunda parte:

A CADA CUAL SEGÚN SUS NECESIDADES

Y digo y pregunto. Si a cada cuál le corresponde según sus necesidades: ¿cuáles serían o, mejor dicho, cuáles son éstas, en nuestro caso? ¿Cuáles son las necesidades de nuestro país, vistas desde el gran conjunto de las naciones y, en general, desde de las sociedades del mundo y de sus estructuras? ¿Que pediríamos? Si a cada uno de los países le corresponden, digamos, algunos bienes, según sus necesidades ¿Qué es lo que nos correspondería?, ¿Cuáles son esos bienes que reclamaríamos nosotros?

La respuesta a esa pregunta, en mi opinión, es muy sencilla. Pues la naturaleza de los bienes que exigimos al resto de los países es de tipo moral, que se puede resumir en tres invocaciones, o exhortos, que nos salen del alma: la primera es: compréndannos. La segunda es: respétennos. La tercera y fundamental: déjennos ser. Y a partir de allí, si quieren añadir una cuarta, la aceptaremos gustosos: bríndennos su amistad. Tales son nuestras necesidades. Que se nos comprenda, que se nos respete, y que se nos deje ser como somos y queremos ser. Pues para todo lo demás, sabremos apoyarnos, fundamentalmente, en nuestro esfuerzo.

Detallemos un poco de qué se tratan estas necesidades:

La necesidad de qué se nos comprenda la sentimos muy honda. Que se entienda quienes somos, de donde venimos y qué es lo queremos. Cuál es la génesis de este proyecto bolivariano que nos convoca a derrotar la inequidad y la pobreza estructural en nuestra casa. Que se entienda también que somos un pueblo con una memoria histórica de inmenso valor, de la cual nos sentimos orgullosos. Y con conciencia de una cultura nacional propia, vale decir, un alma colectiva, compuesta a su vez, de variadas culturas que se entrelazan para constituir el patrimonio compartido que nos identifica. Necesitamos que se valore esa cultura como debe ser, en el concierto de todas las identidades, a partir del principio de que ninguna es superior a otra. Que se comprenda, de una vez por todas, que nuestro sentido de la dignidad no tiene precio. Como no lo tiene nuestro ejercicio de soberanía e independencia. Que, siendo gente pacífica, como lo somos, habitamos también una región de paz a la que José Martí llamó, de forma entrañable, Nuestra América. Y que, en ese sentido, valoramos al máximo esa fraternidad con los pueblos latinoamericanos y caribeños. Pero que, más allá de ello, no sentimos hostilidad hacia ningún pueblo del mundo, puesto que, con todos, queremos establecer lazos profundos en la construcción de una humanidad mejor.

La segunda necesidad que anotamos es la de que se nos respete. O, dicho de otra manera, que se nos tome en serio, se oiga con cuidado lo que decimos y se analicen nuestros planteamientos con la consideración debida. Como corresponde con todos los países. Ni un poco más, ni un poco menos. Para que la relación se desenvuelva siempre en condiciones de igualdad. Que no se tergiverse ni se menosprecie la lucha de los pueblos, entre los cuales nos contamos, para romper definitivamente con cualquier forma de imperialismo y de colonialismo. Aquella que, para nosotros, es una lucha histórica, que tanto esfuerzo nos ha costado a lo largo de los siglos hasta llegar a hoy. Que nadie interfiera groseramente en nuestros asuntos como algunos lo han venido haciendo. De manera, que es respeto lo que queremos. Un respeto total, incondicional, como la base de la convivencia y la diplomacia de paz que propugnamos y ejercemos de hecho.

Y la tercera gran necesidad cuya reseña es indispensable, es la de que se nos deje ser como nosotros somos y queremos ser.

¿Por qué tanta hostilidad hacia nosotros por parte de EE. UU. y otros países? ¿Qué les hemos hecho? ¿En qué les hemos ofendido o perjudicado? (Salvo que por ofensa se entienda cortar sus lazos coloniales de dominio y explotación). No somos amenaza inusual ni extraordinaria. Para nadie. Lo saben. Siempre de acuerdo con el principio de libre determinación de los pueblos, establecimos constitucionalmente nuestro sistema de gobierno como el de una democracia participativa y protagónica. Muy superior, a nuestro juicio a la de muchos de los países que nos adversan. Es a partir del ejercicio de esa democracia, que resolveremos sin duda nuestros problemas heredados de desigualdad y de pobreza, para conquistar la prosperidad colectiva que merecemos. Ustedes dicen que este sistema nuestro no sirve. Está bien. Entonces dejen que nos matemos con nuestro propio cuchillo. Bastaría con que se sienten a esperar. ¿A qué viene tanto chantaje, tantas medidas coercitivas, tantas piedras en el camino, tanta presión, tanta amenaza? ¿No será que a lo que le tienen miedo, más bien, es a nuestro ejemplo?

Y DE CADA CUAL SEGÚN SU CAPACIDAD

¿Cuáles es la nuestra? Vale decir, ¿Qué es lo que podemos ofrecer? Sépase que, en nuestra relación con el mundo, estamos en disposición de compartirlo todo. Siempre que sea en condiciones de equidad, solidaridad y complementaridad. De compartir nuestras riquezas materiales y espirituales.

Somos un pueblo abierto, alegre, trabajador, desprejuiciado, y generoso. Culto y consciente. No estamos anclados en el atraso ni en la oscuridad. Valoramos nuestra cultura, nuestra manera de ser. Pero no hacemos de ella un punto de separación sino de fraternidades. Pues con esa manera de ser, estamos en capacidad de relacionarnos con el mundo para hacer de él un lugar mejor.

En palabras del comandante Chávez, estamos incondicionalmente al servicio de la “Causa Humana”. Una cultura, un pueblo, una conciencia colectiva, un amor a la libertad y la igualdad entrelazadas. Una disposición a enfrentar y derrotar la injusticia. También la adversidad y lo que haya que enfrentar, como lo hemos venido demostrando.
Tal es nuestra capacidad.

(Escrito finalizando el mes de octubre de 2023, para Correo del Orinoco, sin una gota de ingenuidad, aunque lo parezca. F.S)

Comments are closed.