A quien pueda interesar. Farruco Sesto
Aclaro antes de nada que no pretendo dar lecciones a nadie. Ni siquiera consejos, a menos que me los pidan. Sobre todo, cuando se trata de política.
Porque me muevo en la realidad y conozco bien los factores que hay detrás de cada manera colectiva de interpretar el mundo y de posicionarse ante él.
Y me refiero específicamente, confiando en que seré entendido, a la manera de interpretar el mundo de una buena parte de mis conciudadanos, otrora mis paisanos, en estos lugares donde habito. Una manera de interpretar el mundo, o una cierta visión de las cosas que, termina expresándose, en palabras de Gramsci, como un sentido común y, en definitiva, como una posición política generalizada.
Por mi parte y a partir de mis experiencias vitales que siempre dejan huella, tengo muy claramente precisado el origen de ese sentido común al que me refiero. Sé muy bien cómo se forma. Conozco a quién lo fue induciendo, desarrollando y perfilando desde la hegemonía de su poder. También conozco ese poder, porque me lo enseñó la vida. Y como lo conozco, viví enfrentándolo en la medida de mis posibilidades, casi desde el principio de mis andaduras en la lucha social.
Valga esta explicación para expresar, no mi perplejidad, porque a estas alturas ya son pocas las negras sombras que me asombran, sino mi discrepancia total, abismal, con la opinión evidentemente mayoritaria que oigo en la calle, en la televisión, en los diarios, en los bares, en el supermercado, entre mis vecinos, acerca de los recientes acontecimientos de la geopolítica. Una diferencia que, como digo, es poco menos que insalvable, por ahora.
Sé muy bien que la médula de esa diferencia entre tal opinión extendida y la mía, tiene que ver con la normal aceptación europea del liderazgo de los EEEUU de Norteamericana que, a mi juicio, no es otra cosa que sometimiento.
Sometimiento, digo, por parte de las estructuras de poder de la Unión Europea y, por tanto, de sus países como conjunto, pero donde no es difícil adivinar la cuota de responsabilidad de cada uno por separado y su grado de servidumbre.
Sometimiento que tiene mucho de renuncia a ser. Y también de claudicación. Tal es lo que opino.
Sometimiento que, de algún modo, es visto cómo algo normal por un sector considerable de la ciudadanía, (es lo que hay, como diría alguien), lo que me da un poco de temor al percibir cómo se va convirtiendo en cultura, con el riesgo de hacerse luego muy difícil de superar.
Sometimiento, por último, que, en mi caso, como latinoamericano en resistencia centenaria a las agresiones criminales del imperio gringo, se me hace imposible aceptar. Razón por la cual quise dejarlo por escrito aprovechando esta ventana que tengo abierta
(Publicado originalmente en gallego en NÓSdiario, el 27 de mayo de 2022)